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El poder del silencio

columna 23 de abril de 2005 revista "El Sábado"

13 de Julio de 2005 | 10:37 |
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Los pasivo agresivos son personas que creen que la gente buena nunca se enoja, nunca se altera y nunca experimenta sentimientos negativos. Y como ellos se consideran a sí mismos buenos, todo lo que les molesta, irrita o les parece inapropiado lo expresan de manera encubierta.

No reconocen que puedan estar frustrados, malhumorados o enojados y cuando surgen los conflictos les atribuyen su rabia reprimida a sus parejas, haciendo que éstas se sientan culpables o pasen un mal rato. Son expertos en desarrollar formas sutiles de transmitir que están disgustados o impacientes.

Con sus gestos y su silencio logran a veces contaminar todo un ambiente sin siquiera haber abierto la boca. Se retraen, se amurran, enmudecen, obstruyen, demoran, se oponen, impiden, hacen la ley del hielo, se atrasan, no cumplen, no llaman, dejan esperando, no saludan, se apartan, no escuchan, no contestan, sabotean, no miran, hacen caso omiso, olvidan la chequera, ponen mala cara, no depositan, provocan, no llegan, no se acercan, no tocan o no cooperan.

Después hacen lo que quieren como si su interlocutor fuera invisible. Por eso, quienes se relacionan íntimamente con ellos deben volverse expertos en detectar y manejar la agresión oculta.

Los pasivo agresivos disfrazan su hostilidad con una máscara. Con sus comportamientos contradictorios confunden a su media naranja hasta sacarla de sus casillas por cansancio. Mientras ellos niegan impávidos su mal humor, poniéndose por encima de toda sospecha, tratan a quienes los aman de insistentes, neuróticos, irracionales, exagerados, injustos, insoportables o molestosos.

Cuando finalmente sacan su rabia, ésta tiende a ser absolutamente desproporcionada e inesperada, porque cobran todas juntas las cuentas que durante años quedaron pendientes. Recién ahí queda en evidencia que detrás de la aparente negación de los conflictos se han acumulado un sinfín de resentimientos. Porque tapar las heridas y callar los problemas no sólo impide que éstos puedan ser enfrentados y superados, sino que además genera rencor y antagonismos nuevos.

Si Ud. está enamorado de uno de estos especímenes, no vaya a caer en la trampa de sentirse culpable cada vez que se atreve a expresar su descontento. Los pasivo agresivos no sólo evitan la ansiedad que implica manifestar discordia abiertamente, sino que también logran sacarle el cuerpo a lo que no quieren hacer sin que nadie les diga nada.

Entienda que cuando la pasividad es usada como un arma de poder, puede provocar la misma, o incluso más, rabia que un despliegue activo de hostilidad. Lo que subyace a esta pasividad es puramente agresión. Ni más ni menos. Y es justamente esta inacción la que saca de quicio; por eso Ud. se enoja tanto. Ármese de paciencia, no dude más de sus propios sentimientos y no deje de expresar directamente, aunque con calma, todo lo que siente.

Siga con su estilo claro aunque su amado le continúe negando sus signos evidentes de fastidio. Ése es su juego inconsciente: agredir sin que se note. No pierda más horas tratando de demostrarle lo indemostrable, quiéralo como es sin olvidarse de que también tiene muchas cosas buenas. Probablemente de niño no aprendió a manifestar libremente sus emociones y cuando se angustia, tiende a tragarse lo que siente.

Su oposicionismo sólo deja de manifiesto su total incapacidad frente a los conflictos. Refuerce activamente toda comunicación abierta, ignore las pataletas solapadas y no entre en la competencia de las malas caras porque perderá lejos. Tampoco se asuste si de repente le dan ganas de estrangularlo: sobrevivir a un rabioso encubierto sin enganchar o enloquecerse merece, si no el Nobel de la Paz, al menos mucho reconocimiento. O ganarse el cielo, lo que no es poco. Ánimo.
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