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El rey de los spa y las cremas

25 de Octubre de 2005 | 13:47 |
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Dos cosas llaman la atención en la vida privada de este periodista. Es un deportista intenso que practica motocross, snowboard, surf y natación con pasión y que es capaz de levantarse a las 5 de la mañana para subir a Farellones.

También es un creyente singular que aunque no va a misa ni reza, carga una Virgen y el rosario al cuello y se aferra al Sagrado Corazón o a San Fermín. Su devoción se la debe a sus abuelitas.

-Tanta energía física ¿hiperactividad o necesidad de libertad?
“Libertad. Aunque son deportes que puedo hacer solo o aislado, también son tipo onda amigos”.

No tiene un televisor en su dormitorio porque “la televisión te quita energía” y no es tevito, porque en Chile no hay ningún programa entretenido, exceptuando el que hace. “¿Qué programa está hecho para gente como nosotros?” se pregunta.

-“La noche de Cecilia”…
“NO, por favor, ese pianito, noooooooooooooo (tono agónico), ninguna posibilidad; los noticieros, los veo porque me alimentan y ¿el resto? seriales de cable”.

-Te concentras en la lectura.
“Leo varias cosas. Ahora estoy leyendo un libro que se llama “Karaoke capitalism” de los mismos autores de “Funky business”, que habla sobre el nuevo modelo que hay en el mundo, súper individualista, en donde te podís subir a un auto y uno puede sentirse en el Sahara y el huevón del lado, en el Polo, porque ahora viene cada asiento climatizado. También “El Chile que no queremos” de Villegas”.

-¿Nada de ficción?
“Los últimos que me compré son el de la Oriana Fallaci (“El Apocalipsis”), Sun Tzu (“El arte de la guerra”), son libros como para entender más. Leo más de eso… “Quién se ha robado mi queso””.

Sus gustos son variados en materia musical, aunque descarta la clásica tanto como la agrometal, es decir, se mueve entre el rock, el pop o la bossa nova.

Y vive solo desde los 23 años porque después de un viaje a Europa se le quedó grabado que “las personas se hacen por las necesidades” y entonces a su regreso, resolvió ponerse a prueba y sobrevivir. “La gente en Chile es muy cómoda”, asegura.

-¡Pero vas a comer donde tu mamá!
“Soy de media pensión, me lavan la ropa allá y como allá, no todos los días”.

-¿Machista?
“Para nada, es de cómodo”.

No le gusta el copete, porque con un trago se borra del mapa, a lo más, se aventura con un poco de vino blanco.

-¿Eres mañoso con las comidas?
“No… o sea, sólo como cosas hechas en aceite de oliva”.

-¡Ah! ya… ¿qué otra cosita?
“Frituras no como, no me gustan. No como mucho dulce, soy de harta fruta, pastas, carne una vez al mes”.

-¿“El manual del asador” sería un libro perdido contigo?
“Absolutamente, ni una posibilidad. Me gustan los arroces, no sé si soy vegetariano, pero pedazos de carne roja, con huevo y papas fritas, ¡No!”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo muchos. Días de spa, soy el campeón del masaje, sauna, exfoliación, drenaje linfático, todo, todo lo que sea hedonismo ¡ahhh! De hecho, voy al Balthus porque tienen todo tipo de piscinas y agua”.

-¿Metrosexual?
“Noooo, nada que ver”.

-¿Las arrugas no te preocupan?
“Sí, bueno (y empieza a reír), tengo una crema que te saca todas las patas de gallo. Es de H2O, es de serum, me saca las ojeras. Se me puede olvidar el desodorante, pero no la crema.
“También me encantan los perfumes, las zapatillas –tengo 30 pares-, las poleras, los relojes”.
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