SANTIAGO.- Agallas en los momentos más complicados; esa definición podría aplicarse a “sisu”, la palabra finlandesa que –al igual que otras escandinavas que engloban conceptos más que significados, como “hygge” o “lagom”-, son difíciles de traducir.
Se desconoce su origen, pero se habla de al menos 5 siglos de existencia en el vocablo finlandés, y se le atribuye haber ayudado a los finlandeses en hechos tan complicados como la invasión soviética de 1939, que dio inicio a lo que se conoció como la “Guerra de Invierno”.
Entonces, con un ejército de más de 800 mil soldados, la URSS le declaraba la guerra a un país cuyos combatientes apenas sumaban alrededor de 150 mil. Sin embargo, estos últimos aguantaron la ofensiva soviética casi tres meses y medio, hasta que se firmó el tratado de paz.
Para muchos, uno de los factores que permitió que un pequeño ejército lograra enfrentar tal invasión en medio de la Segunda Guerra Mundial, fue el “sisu”, y es exactamente lo mismo que la finlandesa Emilia Lahti difunde para aquellos que hoy libran su propia batalla: las víctimas de violencia doméstica y sexual.
Sisu, no silencio
“Sisu (sustantivo): Extraordinaria determinación, coraje y tenacidad al enfrentar la adversidad extrema (…) que permite a los individuos buscar más allá de sus limitaciones presentes, actuar con todas las adversidades en contra y transformar barreras en fronteras. Un elemento integral de la cultura finlandesa y una capacidad universal que todos compartimos”.
Esa es la definición de “sisu” que da Emilia Lahti. Esta psicóloga y activista, comenzó a interesarse en la palabra finlandesa al trabajar para su postgrado, dando paso a la creación de todo un movimiento que busca difundir el concepto en el marco de la psicología positiva.
“En el centro de ‘sisu’ está la idea de que dentro de nosotros hay más fuerza de la que se ve a simple vista”, escribe Lahti en su sitio web.
“Pese a que la construcción del ‘sisu’ tiene sus raíces en Finlandia, atañe a todos los seres humanos en cualquier parte del mundo. Es un potencial que todos compartimos y que puede tener un poderoso impacto en nuestra vida diaria. ‘Sisu’ es encarnado por personas en todos lados que desafían todas las adversidades y se aferran a la esperanza, cuando –en un comienzo- parece no existir”.
Actualmente, Lahti está entregada de lleno a su campaña “Sisu, not silence” (sisu, no silencio), con la que quiere difundir “una cultura de tolerancia cero al abuso y desmantelar la vergüenza impuesta a aquellos que han sido forzados a soportarlo”. Asimismo, espera mostrar y celebrar “la fuerza de las personas que han sobrevivido y superado los daños emocionales, físicos o sexuales”.
Y como parte de esto, planea correr 2.400 km a lo largo de Nueva Zelanda entre noviembre y diciembre de este año, para lo que se encuentra juntando fondos para prepararse y desarrollar un plan de difusión, así como herramientas online que ayuden a víctimas de violencia y abusos encontrar un camino para la curación.
Un remedio para las heridas
Tal como explicó, hace siete años, ella misma sufrió esta dolorosa experiencia. Los insultos de su pareja de entonces fueron derivando en golpes, algo que entonces prefirió esconder a sus amigos y familiares.
Una noche “particularmente violenta”, como explica, la relación llegó a su fin. Su agresor fue deportado de Estados Unidos y ella comenzó un largo viaje interno para curar sus heridas, mientras conocía las enormes cifras de mujeres que han pasado por lo mismo, y el sentimiento de culpa y vergüenza que las suele acompañar.
Al final de su proceso, cuenta, logró perdonarse por haber guardado silencio por tanto tiempo y enfrentó con valentía lo que había vivido.
“En el momento en que hablé, el hechizo se rompió. Ahora, la violencia que alguna vez experimenté se convirtió en una de tantas historias que componen mi vida. Descubrir mi ‘sisu’ me ha permitido transformarme de sobreviviente en vencedora”, escribió Lahti, quien a fines de año demostrará su valentía y coraje con todo el “sisu” que tiene. “La gente común puede hacer cosas extraordinarias”, asegura.