LIMA.- Cuatro meses después de que llegara al cargo, el técnico de la selección peruana de fútbol, Freddy Ternero, parecía tener pocas posibilidades de seguir por un período relativemente largo al frente del vapuleado equipo "inca".
"Tengo hijos pequeños y ellos a veces no entienden. Si ellos se ven perjudicados por ataques sin fundamento, yo pensaría en dar un paso al costado. Lo peor es que ya está pasando", dijo Ternero en una entrevista con el diario limeño El Comercio tras la derrota del sábado por 4-1 ante Venezuela.
"Primero está la tranquilidad de mi familia y la mía. No es dar un paso al costado, es pensar qué se puede hacer en el futuro o qué rumbo tomar. Cuando acabe mi contrato (el 15 de octubre) lo pensaré, previa consulta con mis seres queridos, aunque en el fútbol mandan los resultados", añadió en otro diálogo con El Bocón.
La prensa peruana centró en Ternero gran parte de las críticas por la "vergüenza" de Maracaibo, que significó la total eliminación del equipo del Mundial Alemania 2006. Al técnico se le acusa de equivocarse en la elección de jugadores, de cometer errores repetidos y de carecer de una visión estratégica.
En ese marco, el entrenador, visto en su momento como el mesías que salvaría al fútbol peruano tras la renuncia del resistido brasileño Paulo Autuori, no parece tener muchas posibilidades de que se le ratifique para el proceso hacia Sudáfrica 2010, una ambición que nunca ocultó.
"A un técnico se le contrata para levantar la imagen de un equipo y cuando no lo consigue debe irse para buscar un entrenador que sí sea capaz de hacerlo. A Ternero no se le dieron los resultados, demostró que la improvisación nunca funcionará", afirmó el directivo Juvenal Silva, miembro de la Comisión Seleccionadora del Perú.
Esas palabras demuestran la precariedad de la situación de Ternero, pues Silva es el presidente del club Cienciano de Cusco, al que el hoy seleccionador llevó a la obtención de dos títulos en torneos sudamericanos y quien por tanto era uno de los que más apostaban por su trabajo.
El técnico, de 47 años, llegó a la selección convertido en ídolo por sus logros con el Cienciano. Aunque el contrato se firmó hasta cuando termine la actual eliminatoria sudamericana, se descontaba en principio que se le renovaría para emprender un proceso de renovación a largo plazo.
Pero, en estos cuatro meses, Ternero se peleó con los emblemas del equipo, ganó resistencias entre amplios sectores de aficionados que comenzaron a percibirlo como soberbio, dejó enormes dudas sobre sus variantes tácticas y sufrió una serie de resultados adversos: un 5-0 con Colombia en Barranquilla, un lánguido empate con Uruguay en Lima y ahora otra goleada ante un rival teóricamente inferior.
Ternero apostó por cambiar las caras del equipo, pero los nuevos convocados estuvieron por desbajo de las expectativas. Del partido contra Venezuela, los comentaristas sólo salvaron a Paolo Guerrero, del Bayern Múnich de Alemania, el único que demostró ya en varias ocasiones que conserva en la selección el temple que muestra en su club.
Los que se ilusionaron con nuevos prospectos como el arquero Erick Delgado o los volantes Juan Vargas y Juan Cominges aceptan hoy que aún les queda mucho camino por recorrer. Otros "protegidos" de Ternero, como Luis Guadalupe y Juan Carlos La Rosa, fracasaron en forma estrepitosa y el naciente ídolo Jefferson Farfán sigue sin consolidarse.
Así, quienes exigieron la salida de jugadores como Nolberto Solano, Roberto Palacios, Oscar Ibáñez, Miguel Rebosio o Juan Jayo tuvieron que descubrir que sus reemplazos estaban incluso peor y todo ese peso cayó sobre Ternero, cuyo desgaste empezó pronto.
"Pensé que después de la etapa de Cienciano se habían acabado las derrotas para mí, pero debo entender que en todo proceso de cambios uno corre riesgos y yo los asumo", comentó el entrenador después de los golpes que le propinó la realidad.
