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Se entregó latifundista acusado de asesinar a una misionera en Brasil

Vitalmiro Bastos de Moura se entregó voluntariamente a las autoridades que lo fueron a buscar hasta una hacienda en las inmediaciones de Anapú, municipio del Estado amazónico de Pará (norte), tras semanas de negociar su rendición, dijo un portavoz de la Policía Federal de Altamira.

27 de Marzo de 2005 | 18:02 | AFP
RIO DE JANEIRO.- El latifundista Vitalmiro Bastos de Moura, acusado de haber ordenado la muerte de la misionera de origen estadounidense Dorothy Stang, se entregó este domingo a la policía brasileña y dijo que no había cometido el crimen que puso en primer plano la violencia por disputas de tierra en la Amazonia de Brasil.

Bastos de Moura se entregó voluntariamente a las autoridades que lo fueron a buscar hasta una hacienda en las inmediaciones de Anapú, municipio del Estado amazónico de Pará (norte), tras semanas de negociar su rendición, dijo un portavoz de la Policía Federal de Altamira.

El latifundista, conocido como "Bida", se encontraba en aparente buena condición, limpio y con el cabello cortado y en sus primeras declaraciones afirmó ser "inocente", informó la cadena de televisión O Globo.

Sobre él pesaba desde el 15 de febrero una orden de prisión preventiva, al haber sido señalado por otros tres detenidos como la persona que ordenó la muerte de Stang.

Como parte de su negociación, el hombre fue trasladado a Belem (capital de Pará), en donde fue interrogado este domingo por el comisario a cargo del caso, explicó un vocero de la Policía Federal de Belem.

"Se completó el ciclo de prisiones. Era una cuestión de tiempo. Creo que es un buen ejemplo de que no habrá más impunidad en el país para este tipo de crímenes", se congratuló el secretario de Derechos Humanos del gobierno, Nilmario Miranda.

El latifundista "es quien ordenó" el asesinato de la misionera, afirmó Miranda. Su captura "es importante para mostrar que los que comandan muertes también serán investigados", afirmó.

La rendición de Bastos de Moura ocurrió seis semanas después del asesinato de Dorothy Stang, una misionera de 74 años de origen estadounidense, muerta de seis balazos el 12 de febrero en el municipio de Anapú.

La religiosa sabía que su cabeza tenía un precio y que su nombre estaba en una lista de personas a ser asesinadas en Pará, considerado por organizaciones humanitarias como el Estado más violento de Brasil en materia de conflictos por la posesión de la tierra, y rico en recursos madereros.

Dorothy Stang llevaba adelante en Anapú un Proyecto de Desarrollo Sostenido, mediante el cual 120.00 hectáreas de tierra iban a ser aprovechadas por familias de campesinos sin tierra para plantar árboles amenazados de extinción.

Esas tierras son reivindicadas por los "grileiros", como se denomina a los hacendados que ocupan tierras públicas con títulos de propiedad fraguados o en situaciones jurídicas confusas y que imponen su ley en la región.

Según una hipótesis de la Policía, habrían sido justamente estos hacendados quienes formaron una especie de "consorcio" para financiar la muerte de la religiosa, por la que fueron prometidos a los sicarios 50.000 reales (un poco más de 19.000 dólares).

La muerte de Stang movilizó al gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, que envió tropas para reafirmar la presencia del Estado en la zona y creó un grupo de protección de Derechos Humanos, tras reconocer que al menos 65 personas están amenazadas de muerte en Pará.

La colonización de la Amazonia empezó durante los años setenta, en plena dictadura militar, con el trazado de rutas como la transamazónica (BR-230) y con la venta de terrenos en la bolsa de valores.

Se calcula que las quemas de terreno, realizadas por los colonos para preparar el suelo antes de un nuevo cultivo, habrían acabado con unos 670.000 km2 de los 3,68 millones de km2 de selva amazónica brasileña desde los años setenta.

Otras tres personas detenidas han confesado su implicación en la muerte de la religiosa. Rayfran das Neves Sales confesó haber disparado contra la misionera y contó con la complicidad de Clodoaldo Carlos Batista, alias "Eduardo".

Amair Feijoli da Cunha, apodado "Tato", acusado de haber servido como intermediario, fue el primero en entregarse a la Policía pocos días después del crimen.
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