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Cardenal Ratzinger preside misa fúnebre de Juan Pablo II

El cuerpo sin vida del Papa fue trasladado previamente en procesión desde el templo vaticano, después de que fuera introducido en un féretro de ciprés, sellado en una ceremonia encabezada por el cardenal Camarlengo.

08 de Abril de 2005 | 04:34 | Agencias

Trasladado de Juan Pablo II en procesión desde el templo vaticano.

Plaza San Pedro.
VATICANO.- El cardenal alemán Joseph Ratzinger abrió solemnemente el viernes, poco antes de las 10H30 locales (04H30 hora chilena) la misa de funerales en honor del Papa Juan Pablo II en el atrio de la Basílica de San Pedro del Vaticano, en presencia de mandatarios de un centenar de países y millones de peregrinos y fieles.

A esta ceremonia central de las exequias del Papa Wojtyla asisten unas doscientas delegaciones de los principales países del mundo, representantes de las distintas iglesias cristianas y otras confesiones, así como centenares de miles de peregrinos repartidos entre el Vaticano y otras zonas de Roma.

El cuerpo sin vida de Juan Pablo II fue trasladado previamente en procesión desde el templo vaticano, después de que fuera introducido en un féretro de ciprés, sellado en una ceremonia presidida por el cardenal Camarlengo.

Juan Pablo II hizo del Evangelio su vida

El cardenal Ratzinger consideró hoy que Juan Pablo II fue "sacerdote de todo corazón" e hizo del Evangelio su vida hasta el final de sus días.

En su homilía, Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, describió el camino vocacional del fallecido jefe de la Iglesia católica y estableció paralelismos entre Karol Wojtyla y la vida de Jesucristo. "El Santo Padre fue sacerdote hasta el final, pues ha ofrecido su vida a Dios por sus ovejas", dijo el alemán. "Quería entregarse por Cristo y por ello, también por nosotros", señaló.

El purpurado consideró que Juan Pablo II sufrió y amó por Jesucristo y afirmó que por ello su camino de sufrimiento fue tan fecundo. Según Ratzinger, ya desde muy joven, desde la pérdida de su madre y más tarde de su padre, el Papa supo escuchar las palabras de Jesús y se refugió en la Virgen María, a la que dedicó el lema de su pontificado "Totus Tuus" ("Todo tuyo").

"Podemos estar seguro de que nuestro querido Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre", dijo el que fuera uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II, en una homilía interrumpida en numerosas ocasiones por los aplausos de los fieles.

Al comienzo de la prédica, el cardenal saludó a los fieles y a las numerosas personalidades presentes, entre ellos más de 200 jefes de Estado y de gobierno. Durante la ceremonia en la Plaza de San Pedro fue expuesto el sencillo sarcófago de madera de Juan Pablo II, adornado por un Evangelio.

Entre los presentes se encontraban el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el Presidente francés, Jacques Chirac, el canciller alemán, Gerhard Schroeder, y el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. Grandes ausentes fueron el Presidente ruso, Vladimir Putin, y el chino, Hu Jintao.

Ya desde las primeras horas de la mañana romana, una enorme marea humana comenzó a inundar la Plaza de San Pedro y la anexa Via della Conciliazione. Según las autoridades, en los últimos días acudieron a Roma unos tres millones de personas para dar su último adiós a Juan Pablo II, quien murió el sábado de la semana pasada después de gobernar la Iglesia católica durante más de 26 años.

En vista de que en la Plaza de San Pedro y las vías aledañas vaticanas sólo tienen capacidad para unas 500.000 personas, fueron colocadas en diversas plazas y parques de la ciudad pantallas gigantes en las que poder seguir la ceremonia, seguramente las más multitudinaria vivida por Roma hasta la fecha.

"Se trata de una masa humana casi inimaginable", dijo un colaborador vaticano, señalando que todo marchó en orden y con numerosas personas que pasaron la noche a la intemperie en las cercanías del Vaticano para asegurarse un lugar en la misa fúnebre, entre ellas muchos peregrinos de la Polonia natal del Papa.

Las medidas de seguridad durante la ceremonia y en días anteriores fueron extremas para evitar posibles atentados en vista de la multitudinaria asistencia y de la destacada participación internacional. Para acceder a la Plaza de San Pedro, los fieles fueron registrados en en busca de armas y explosivos. También los obispos tuvieron que someterse a los controles.

Además, las autoridades italianas cerraron parte del espacio aéreo de Roma, mientras que se prohibió circular en automóvil por el centro de la ciudad.
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