SANTIAGO.- Todos los años, los grandes espacios publicitarios del Metro de Santiago dejan de lado a los avisos comerciales durante algunas semanas, para otorgar el lugar a pequeñas obras literarias. Microcuentos de la vida urbana, escritos por desconocidos autores, anónimos transeúntes.
La gracia es que la determinación de qué cuentos pueden o no estra allí es totalmente democrática. Todos podemos decidir.
Se trata de la final del concurso "Santiago en 100 palabras", organizado por la productora Plagio, Minera Escondida y Metro de Santiago, y que ya tiene a sus once finalistas, elegidos por el jurado que integraron los escritores los escritores Alejandro Zambra ("Bonsái") y Roberto Fuentes ("Puro hueso"), además de la fundadora y directora de proyectos de Plagio, Carmen García.
Los cuentos finalistas podrán ser votados hasta el 9 de noviembre en el sitio web www.santiagoen100palabras.cl por cualquier internauta, entre los cuales además se sorteará un premio de $100 mil.
La votación de los usuarios determinará un premio especial para los autores, el "premio del público", que se suma al primer, segundo y tercer lugar que determinará el jurado.
"A ganador"
Con mil pesos fui al Teletrak y me traje a mi papá.
Cristián Escamilla, 23 años, La Cisterna
"Adrián y yo"
Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho. Está convencidísimo de que es un asesino en serie. "Soy un roba almas", dice mientras nada inquieto de un lado a otro en la pecera que le compré. Últimamente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña. Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo. Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana, tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos sentimos muy solos.
Paloma Amaya, 25 años, La Reina
"Cosas de la fortuna"
Plaza Brasil: Vamos a comer a Los Chinos Pobres. Sobre la mesa hay galletas de la fortuna. Abro una y mi fortuna dice: "Ayúdenme, estoy atrapado y soy esclavo en una fábrica de galletas".
Carolina Valenzuela, 33 años, La Florida
"Defensa del imprudente"
Soy de los buenos ciclistas de Santiago. No por mi condición física, sino porque entiendo el tráfico. Hay acciones que parecen temerarias, pero bien ejecutadas carecen de todo riesgo. Sé reptar entre los autos y sé anticiparme a sus dudas. Cuando ellos me tocan la bocina y me gritan "¡tarado!", "¡pelotudo!", "¡¿te querís hacer bolsa?!", yo ya estoy calculando otra cosa: Una micro que pone segunda (no puedo fiarme), un auto que no me ha visto (tengo margen), una luz amarilla (no queda otra). Ahí voy. Me tapan a bocinazos, pero sé lo que estoy haciendo.
Daniel Hopenhayn, 26 años, Santiago
"El hombre"
Había una vez un hombre que tenía la cabeza vuelta hacia atrás y al caminar nunca supo si avanzaba o retrocedía. En la desesperanza habitaba constantemente y su confusión se agudizaba al cruzarse en la calle con sus amigos y vecinos, quienes no sabían si decirle hola o adiós, porque nunca comprendieron si iba o venía.
Viviana Trujillo, 39 años, Graneros
"Iguales"
Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Me consuela saber que Él es igual de feo que yo.
Verónica Gutiérrez, 19 años, Ñuñoa
"Informe diferente"
El detective detalló con buena letra todos los antecedentes del caso. El criminal del Parque Forestal estaba identificado con toda seguridad. Pero en forma sorpresiva e inexplicable, desde dentro del texto, el personaje afectado borró las frases que lo incriminaban, absorbió indignado la tinta de la pluma, a continuación la pluma, enseguida la mano y luego al detective completo.
Patricio Zulueta, 64 años, Santiago
"Intimidad pasajera"
Se llama Juana Catrilqueo Peña. Nació hace 63 años en Mantilhue, una localidad rural ubicada a 70 kms de Osorno. A los 15 se vino a Santiago a trabajar como nana. Tuvo un hijo que murió atropellado en la Alameda el año 86. Desde entonces vive sola en una pieza que arrienda en Quilicura. Es callada, sigilosa y muchas veces pasa desapercibida. Viaja en micro todos los días a la casa de sus patrones y aprovechándose del tumulto y los apretones de una intimidad obligada, acurruca su cabeza en el hombro de otro pasajero sin que nadie se dé cuenta.
Gonzalo Andrade, 26 años, La Florida
"Los albañiles"
Se mira las manos sucias y partidas antes de caminar hasta la baranda del andamio. Está en la punta del edificio. Durante un rato observa la ciudad abrazada por la nube de esmog. Luego ve emerger las siluetas de las construcciones aledañas. Y al cabo de un momento, desde la cumbre de una de ellas, observa el destello de la luz del sol rebotando en un pequeño espejo que sostiene un hombre en su mano. Es la señal convenida.
Renard Betancourt, 57 años, Ñuñoa
"Me enviaba cartas"
Matías siempre me enviaba cartas. Me decía lo bueno de mí, me hablaba del día y de la noche y me copiaba poemas que generalmente me gustaban y a veces me asustaban. Un tiempo pensé que me había enamorado de él, pero no, no pasó nada. Ahora salgo con Tomás. Matías dejó de enviarme cartas. De repente me dice que lea poemas de Bertoni y de Tellier. No me gustan nada.
Gabriel Aldea, 20 años, Las Condes
"Tarde al circo"
Un payaso harapiento caminaba por la berma en el sentido contrario de la autopista. En su mano llevaba un bidón y tenía las manos manchadas con grasa. Su cara pintada de blanco hacía resaltar una nariz roja y grande. Desde la ventana de un auto un niño lo vio pasar. Esa noche no pudo dormir. Se quedó pensando qué le hacían a los payasos si llegaban tarde al circo.
Rodrigo Fernández, 23 años, Vitacura