Aún así, este amor estaba también destinado a morir.
"Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Estoy siempre asustada de equivocarme", dijo a la revista “Interview”, la ex modelo y madre primeriza.
Meses después, armada de su guitarra y varios contactos –entre ellos su ex, Louis Bertignac, del grupo francés Telephone- grabó cuarenta canciones en una cassette (que daría origen a su primer disco editado en 2002) para mostrárselo al representante de estrellas galas, Bertrand de Labbey.
No fue fácil. Debió superar los prejuicios que una mujer bonita y famosa por serlo, debe afrontar cuando se quiere poner seria. "Qué se creen estas modelos. Que por ser lindas tienen derecho a cantar", habría dicho De Labbey, con la cinta de la italiana en su mano.
Pero tras escuchar la grabación de Bruni, su actitud cambiaría notablemente. "Carla, tus canciones me encantaron y haré lo posible por editarlas. Aunque, siendo honestos, no creo que vendas demasiado", le dijo a la ex modelo, quien recién había superado la primera baya antes de alcanzar el éxito como cantante. La siguiente serían los medios.
“Los periodistas se reían abiertamente”, recuerda ella. “Para ellos era un chiste”. Es por eso que en vez de hacer una abierta campaña difusora del disco, el sello musical optó por no hacer nada y dejar que las canciones de Carla se comercializaran por sí solas. La estrategia logró que sólo en Francia “Quelqu’un m’a dit” vendiera un millón de copias. Luego, tres años después, vendría el segundo disco.
Fue gracias a la música que Carla Bruni conoció a su actual marido, Nicolas Sarkozy. En calidad de cantante, visitó el Palacio del Elíseo para ser parte de la reunión en la que se discutía un acuerdo para regularizar los derechos de las compañías discográficas, que ven mermado su capital al ser descargado cada día de internet. Cruzaron miradas y como la italiana ha confesado, “fue un flechazo”.