Podría haber sido deportista, pero terminó actor.
José Antonio Domínguez Banderas nació en Benalmádena, una pequeña localidad cerca de Málaga, provincia de Andalucía, el 10 de agosto de 1960, hijo de un policía y una maestra.
Futbolista nato, su sueño era estar en las grandes ligas, pero lo tuvo que abandonar a los 14 años cuando se fracturó un pie. Sin embargo, al mismo tiempo que dejaba esa pasión, descubría otra al asistir a la presentación de una comedia musical en su ciudad.
Decidido, giró sus pasos hacia el teatro e ingresó a una pequeña compañía que lo llevaría, incluso, a presentar algunas obras en Madrid, durante la movida de verano.
A los 19 años, juntó todas sus pesetas y cajetillas de cigarros y partió a la capital donde se alojó en la casa de unos emigrantes uruguayos, amigos de unos amigos. Entre audiciones y otros se ocupó en toda suerte de oficios, hasta que llegó la oportunidad de rodar con el director que lo lanzaría a la fama.
Pedro Almodóvar, quien estaba entonces preproduciendo “Laberinto de pasiones” (1982), lo vio en una obra teatro y no dudó en contratarlo.
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