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La agenda de las mujeres para el 2005 puede ser tan amplia como numerosos son las materias que se arrastran por años en el Congreso, que “están sin urgencia”, que ningún legislador quiere abordar “por ahora”.

En fin, a las mujeres no sólo les importan para el 2005 los “llamados temas de mujeres”: violencia doméstica y sexual, tribunales de la familia, acoso sexual (con ley aprobada), Protocolo de la CEDAW, desigualdad en Isapres respecto de los varones, previsión para temporeras y trabajadoras a domicilio, brecha salarial, Corte Penal Internacional, derechos sexuales y reproductivos, justicia de género, VIH (que aumenta especialmente en mujeres heterosexuales) y más.

El tema emblemático en esta época es la participación política de las mujeres, que es muy baja a pesar de que el 2004 se cerró con dos pre-candidatas a la Presidencia de la República, quienes además cuentan con altos porcentajes de apoyo dentro del electorado, algo inédito e inesperado en un país conservador y machista como Chile.

El diagnóstico de la presencia de las mujeres en la política y sus instituciones manifiesta un déficit importante, que no puede ser solamente interpretado como apatía frente a la participación. Si bien comparten con los hombres el desinterés por la política -63.3% según una encuesta de La Morada y Corporación Humanas-, las mujeres participan en forma creciente en las instancias estatales y en los partidos políticos y ejercen en mayor proporción el derecho al voto.

Sin embargo, no aumenta significativamente la cantidad de mujeres candidatas o electas. En el Poder Legislativo, la participación femenina apenas alcanza el 10%. Son 15 de un total de 120 diputados/as, 12.5%, y hay 2 senadoras entre los 38 senadores/as electos, 4.2%.

Para mujeres, la transición democrática no ha significado mayores cambios en su posición subordinada en la vida política. En la encuesta anteriormente mencionada, la gran mayoría (61.8%) estiman que los avances logrados se deben a su propio esfuerzo, seguida de un 19% que considera que es producto de los avances de la humanidad. Los niveles de participación política sólo han aumentado levemente en los gobiernos de la Concertación y, en catorce años, no se han adoptado medidas tendientes a superar esta discriminación que vulnera el derecho a participar de la vida política del país. Chile es uno de los pocos países de la región que no dispone de una Ley de Cuotas; desde el ´97 se vienen presentando proyectos de ley a ese respecto y un proyecto sobre paridad que implica que ninguno de los dos sexos supere el 60%.

Estas son medidas de acción afirmativa que permitirían revertir la desigual participación. Mientras el Congreso no se hace cargo del tema, un 68% de las chilenas está de acuerdo en que exista una ley que asegure cuotas a las mujeres para acceder a cargos públicos.

Asimismo, el 49.3% de las mujeres manifiesta no sentirse representada por el sistema político actual. Consideran que la principal dificultad que enfrentan las mujeres en la política se debe a los propios hombres que les niegan el espacio (41.5%).

Para mejorar los niveles de participación de las mujeres hay también que saltar, además de los estereotipos y prejuicios, la barrera del sistema mayoritario conocido como sistema binominal que busca garantizar una representación política equivalente entre la primera y la segunda mayoría. Esto obliga a un conjunto heterogéneo de partidos políticos a reunirse en torno a coaliciones electorales: la Concertación de Partidos por la Democracia y la Alianza por Chile.

El esquema afecta la oferta política en la medida que los partidos pequeños no tienen posibilidad de acceder al Parlamento. Adicionalmente, ubica el foco de la confrontación dentro de los pactos establecidos ya que solo en casos excepcionales los dos candidatos de una lista logran doblar en votación a los otros. Como consecuencia, los partidos privilegian mantener a quienes ya estén en cargos elegidos o colocar candidatos seguros, por sobre los que aspiran por primera vez.

Esto significa que nuevos actores, como las mujeres, tienen pocas posibilidades de ser incluidos en la oferta de los partidos. En la encuesta mencionada, los partidos políticos aparecen fuertemente castigados por la opinión de las mujeres en tanto éstos no recogen ni sus intereses ni sus necesidades (54%), es decir están en el extremo por que luego se menciona a la Iglesia con un 45,6%. Más aún, ni al interior de los partidos políticos la presencia de mujeres en cargos de dirección partidaria alcanza el 20%, aún cuando ellas representan entre el 40 y 50% del total de afiliados.

Si bien Chile es un país conservador -en que la discriminación específica que afecta a las mujeres dentro de la cultura política imperante que subestima sus capacidades y liderazgos y mantiene estereotipos respecto de las ellas en la política- las mujeres no corresponden a este patrón o bien transitan desde posiciones de igualdad hacia mayores cotas de libertad. En este sentido está en curso un proceso de creciente constatación de las limitaciones y desventajas que tienen las mujeres respecto de los hombres en el ámbito público y un tránsito hacia posiciones más autónomas en lo privado.

Después de 14 años hay una instalación del discurso de igualdad de oportunidades del que se han apropiado las mujeres. Sin embargo, en la práctica constatan que este discurso no se ha traducido en mecanismos ni canales efectivos para la igualdad real.

La sub-representación de las mujeres en Chile, la persistencia de esta discriminación, afecta el derecho de las mujeres a formar parte de la universalidad social y representarla y, por otro, las excluye de los espacios donde se definen la dirección de la sociedad, los intereses colectivos y los temas de la agenda pública.

Kena Lorenzini
Psicóloga
Corporación Humanas