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La peregrinación de los 30 años

Para el 3 de julio de 2001, Jim Morrison ya llevaba más años muerto que todos los que alcanzó a vivir. Fue el 3 de julio de 1971 cuando encontraron su cuerpo de 27 años inerte dentro de una bañera en París la mañana siguiente a un desbande en el club Rock and Roll Circus. Tres décadas después, el cementerio de Père Lachaise vivió una de las peregrinaciones más grandes de su historia. Porque la de Marrison fue siempre la tumba más famosa. Y la menos "respetada".

Ya no está ahí el busto del artista: alguien lo robó. La lápida original, grafiteada con poemas rockeros y mensajes de amores olvidados tampoco figura hoy. Pero el magnetismo que genera su tumba es transversal al paso del tiempo. Durante el día de ese 3 de julio hubo mucho sol sobre el vigésimo "arrondissement" parisino (distrito administrativo o "comuna"), pero el atardecer se transformó en un diluvio. Y en la tumba del "poeta del caos" había flores, cartas, marihuana y botellas de licor. "Es importante no alterarse demasiado. No vamos a echar a los que vengan simplemente a emborracharse", dijo entonces el director del cementerio, Thierry Bouvier.

El recuerdo de los 20 años de la muerte de Morrison había sido distinto. Entonces, en 1991, las autoridades dispersaron a la multitud que llegó hasta ahí con gases lacrimógenos y desde 1996 Père Lachaise determinó cerrar sus puertas más temprano para evitar aglomeraciones.

Para las celebraciones de 2001, en París, el organista de The Doors Ray Manzarek ofreció una conferencia de prensa donde se proyectaron imágenes del grupo, incluidas "Feast of friends" y "HWY", obras cinematográficas experimentales de Morrison. Al mismo tiempo, en California, el guitarrista de la banda Robbie Krieger tocó en un club de Los Angeles algunas de sus canciones favoritas.



Y unas 20 mil personas transitaron por el cementerio parisino en busca de su tumba. Los que alcanzaron a peregrinar hasta las cinco de la tarde, hora en que Père Lachaise cerró sus rejas enormes, lograron conectarse con el rockero bajo la lápida. Los que no, lo siguieron en las afueras, en el Boulevard Ménilmontant, bebiendo cerveza en la calle libremente y participando de la fiesta de los cafés del barrio que tocaron canciones de The Doors y realizaron recitales con la poesía de Morrison, además de presentar a una estupenda banda tributo. Viejos rockeros y motocilcistas californianos llegaron desde la propia Los Angeles hasta París, y a decir de la edad aparente, es altamente probable que hayan sido pares de Morrison en las andanzas en el Sunset Boulevard.

Fue una jornada apacible la de 2001. Sin comparación con su predecesora de 1991. Un saludo final para el poeta, esa mañana, como muchas otras, la figura que eclipsó por completo a otras mentes brillantes y sensibilidades superlativas sepultadas en Père Lachaise: Frederic Chopin, Oscar Wilde, Víctor Hugo, Edith Piaf, Isadora Duncan, Marcel Proust, María Callas. Y Jim Morrison, obvio, para siempre.