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Se escondió en un motel cuando se escapó de Cuba: La fantástica historia de Yasmani Acosta

El deportista se escapó de Cuba para cumplir su sueño.

06 de Agosto de 2024 | 15:05 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Yasmani Acosta.

Team Chile
Yasmani Acosta ya es una leyenda del deporte chileno. En París consiguió lo que había buscado toda su vida. Una medalla olímpica. Se quedó con la presea de plata.

El deportista ha dicho que valora mucho este logro porque tuvo que hacer sacrificios enormes. Renunció a una vida establecida para empezar otra en un lugar que le era completamente ajeno.

Acosta nació en Cuba. Inició desde niño en la práctica de la lucha grecorromana. Destacó y se ganó un lugar en el equipo nacional. En la selección compartió por años con Mijaín López, una de las mayores leyendas en la historia del olimpismo.

Tienen una relación especial. Acosta lo considera su amigo, su hermano, un mentor, pero vivía a la sombra de "El Terrible". Mientras la gran estrella estuviese presente, él nunca iba a poder ir a unos Juegos Olímpicos.

Yasmani vino a Chile en 2015 a disputar un campeonato clasificatorio a los Juegos Panamericanos de Toronto. Obtuvo el cupo para su país, pero a Cuba no regresó. Lo tenía decidido desde antes de viajar.


"Tomar una decisión así, dejar tu país, tus costumbres, tu familia, es duro. Una cosa es pensarlo y otra tomar la decisión. Cuando llega el momento de tomar la decisión, fue duro, porque yo sé que me sancionaban por ocho años sin poder ver a mi mamá, a mi hermano, a mis seres queridos. Es difícil. Lo que más recuerdo de ese momento es despedirme de mi mamá y de mi hermano. Mi mamá tenía los ojos rojos, mi hermano también y yo igual de tanto llorar. Me despedí de ellos, salí con la maleta y me dieron ganas de mirar para atrás, ver la última imagen de ellos en la puerta de la casa. No tuve el valor. Iba caminando y en cada paso pensaba en querer mirar para atrás, no pude. Siento que si hubiese virado y los hubiese visto a ellos llorando yo creo que no me hubiese ido", dijo en una entrevista concedida a Emol este año.

"Me fui en un bus, me iba sentado en la escalera porque todos los asientos estaban ocupados. Recuerdo que iba pensado: '¿cuándo volveré a ver este paisaje? ¿volveré a pasar algún día por aquí?'. Llegué a Chile con diez kilos arriba del peso y de tanta preocupación y tristeza que pasé esos días llegué a bajar como casi 20 kilos. Competí con ocho kilos abajo del peso", agregó.

Terminada la participación en el torneo, Acosta se encontraba en el Hotel Fundador. Estaba nervioso. Ninguno de sus compañeros conocía de sus intenciones y no contaba con su pasaporte, ya que los jefes de la delegación retenían el documento para evitar escapes.


Pero Acosta conocía al chileno Andrés Ayub, luchador grecorromano como él, porque habían entrenado juntos.

"Hablo con Andrés desde el día que llegué a Chile. Él sabía que quería quedarme y acordamos irme en la madrugada del día que teníamos que irnos al aeropuerto. Me dice: 'Estoy en el cine y paso a buscarte'. Andaba en una cita jajaja. Entonces, yo estaba esperando, asustado, porque en unas horas más tenía que salir el vuelo y no quería irme frente a mis amigos, quería irme sin que ellos me vieran. Me daba vergüenza irme delante de ellos. Andrés me escribe: 'Voy en camino'", narró.


Siguiendo con el relato, el hoy medallista olímpico dijo: "Andrés se estaciona como a una cuadra del hotel y ahí salgo. Salgo muy nervioso. Bajo de la habitación, me quedo en el lobby haciendo como que estoy trabajando en algo, justo veo que baja el equipo de Colombia. Espero que ellos se vayan, subo a mi habitación, bajo y me voy. Cuando voy saliendo del hotel, me preguntan: '¿usted dónde va? Yo dije: 'Voy afuera'. Me imagino que me preguntó para pedirme la llave. Por el nerviosismo hablé medio rápido y medio enredado. Andrés me hace señas con las luces del auto y me voy al auto. Cuando me subí al auto lo que pienso es 'si antes tenía la oportunidad de arrepentirme, ahora no hay vuelta atrás'. Pensaba muchas cosas en poco tiempo, en un segundo. De ahí vamos a un motel, Marín 014. Andrés me dice: 'Entra tú solo, porque si no van a pensar que somos pareja. Te paso a buscar mañana jajajá'. Ahí me quedo y ya pasamos al otro día".

Acosta optó por irse de Cuba no solo por lo deportivo. La situación allá para él era difícil. Quería ayudar económicamente a su madre, a su hermano, pero no podía, no le alcanzaba.


Los inicios del grequista en Chile no fueron fáciles. Para sobrevivir, tomó un trabajo de guardia. Con los turnos en el mundo de la seguridad privada más los entrenamientos tenía jornadas de más de 16 horas.

Sin embargo, nunca perdió de vista el objetivo. Los resultados comenzaron a llegar y en 2018 obtuvo la nacionalidad por gracia.

Representando a Chile ha ganado varios Grand Prix en Europa, ha sido campeón sudamericano, medallista panamericano. Pero le faltaba lo que más deseaba. La medalla olímpica. En los Juegos de Tokio estuvo cerca, rozó el bronce.

En París se le dio la revancha. La vida de algunas personas parece un guion cinematográfico. En la final disputada en la capital francesa le tocó medirse justo con Mijaín López, su amigo y su verdugo, el mejor de todos los tiempos.

Pese a la derrota, hoy Acosta está en el pináculo de su carrera. Por su cabeza se deben cruzar varias imágenes, especialmente de sus seres queridos.

Fue calificado como desertor por escaparse de Cuba y recién el año pasado pudo volver. Habían pasado ocho años desde el último abrazo con su mamá.

"Fue duro. Nada es lo que dejé atrás. Uno se va y piensa que las personas van a estar igual. Nada es como uno lo dejó. Ocho años es mucho tiempo. Sentí un poquito de pena, porque las cosas no están tan bien como antes, pero feliz de poderlos ver", dijo.

Revisa la entrevista que dio en EmolTV en marzo de este año

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