Datos recientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indican que la precariedad laboral triplica las posibilidades de sufrir trastornos mentales. Esto, además, se refleja en los índices de depresión y ansiedad que aquejan a más de 970 millones de personas en todo el mundo, según los datos del estudio "La economía del 'burnout': pobreza y salud mental", realizado por la misma entidad.
En Chile, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indica que aproximadamente el 25% de la fuerza laboral está en condiciones de informalidad, donde la precariedad laboral es más común. Sectores como el comercio, la construcción y el servicio doméstico son ejemplos claros de trabajos precarios, con una alta proporción de trabajadores sin acceso a beneficios sociales ni estabilidad laboral.
“Más aún, es bueno tener presente que la precariedad laboral además tiene sesgo de género, pues bajo la calificación de enfermedades profesionales podemos ver que son mayoritariamente las mujeres quienes tienen este tipo de empleos y, por ende, sus efectos negativos”, indicó Paz Pérez, psicóloga de profesión y actual Subgerente de salud Ocupacional y calidad de vida de Workmed -empresa enfocada en mejorar la salud ocupacional-.
El impacto de estas condiciones laborales no es solo individual, sino que afecta el bienestar de comunidades y sociedades enteras. La falta de estabilidad económica y las condiciones de trabajo inciertas pueden derivar en un estrés crónico que incide negativamente en la calidad de vida y en la capacidad de los trabajadores para sostener una vida saludable. Según Olivier De Schutter, relator especial de la ONU sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos, la precarización laboral “pone en jaque la salud mental de las personas”, y plantea un desafío fundamental para los gobiernos y empleadores, de acuerdo a lo publicado por la agencia de noticias AFP.
Asimismo, agregó que "las personas con rentas más bajas tienen hasta tres veces más probabilidades de sufrir depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales comunes que aquellas con rentas más altas".
Los costos de la inestabilidad: Ansiedad y depresión como realidad cotidiana
La ansiedad y la depresión destacan entre los trastornos mentales más comunes entre quienes enfrentan precariedad laboral. Ruiz de Viñaspre, economista y director de la Escuela de Ingeniería Comercial de la Universidad Finis Terrae y además exdirector del SENCE, explica que “el no tener un empleo o tener un empleo precario puede implicar ansiedad, ansiedad por buscar un nuevo empleo, ansiedad por mejorar las condiciones laborales en general”. En el contexto de Chile, donde sectores como el comercio, la construcción y el servicio doméstico suelen ofrecer trabajos informales, los empleados en estas áreas enfrentan mayores desafíos para mantener su salud mental en equilibrio.
Francisco González, gerente general de Vertical Hunter, también recalca el desgaste mental de vivir en constante inseguridad: “La incertidumbre genera estar constantemente en un estado de alerta y, en el caso de la empleabilidad, genera preocupación, lo que desgasta a los trabajadores mentalmente por el permanente análisis de qué pasará si estoy sin empleo”. En su opinión, esta sensación de vulnerabilidad no solo afecta la salud emocional, sino que limita la capacidad de los trabajadores para proyectarse hacia el futuro, afectando negativamente sus relaciones personales y su calidad de vida.
Esta preocupación constante por el empleo no solo impacta la salud mental, sino que también se asocia con un aumento en el ausentismo y una disminución en la productividad, como reveló una investigación de Gallup -servicios de consultoría analítica y de gestión a organizaciones- que encontró que empleados estresados son un 37% menos productivos.
Responsabilidades de las empresas y el rol del Estado
Aunque el informe de la ONU indica que la creación de políticas y estructuras laborales seguras es una responsabilidad de los gobiernos, también señala que las empresas juegan un rol clave en la mitigación de estos efectos. González sugiere que las empresas pueden apoyar a sus trabajadores al proporcionar “espacios de conversación donde se pueda transparentar y dialogar sobre la situación económica de la empresa”. Esto permite a los empleados tener una perspectiva más clara y estable sobre sus oportunidades de crecimiento y evita que los factores externos influyan en su bienestar mental.
La creación de un entorno de trabajo positivo y de apoyo emocional es un tema central en el estudio de Deloitte citado en el informe. Este señala que implementar programas de bienestar y acceso a servicios de salud mental ayuda a mejorar la retención de talento y a reducir los costos asociados con problemas de salud mental. Paz Pérez respalda esta visión y destaca que “la incertidumbre laboral está estrechamente relacionada con el bienestar emocional de los trabajadores”. Según Pérez, los altos niveles de ansiedad y estrés están directamente asociados con una disminución en la productividad, un problema que debería preocupar tanto a los empleadores como a los gobiernos.
En tanto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sugiere que una estrategia efectiva para mitigar los efectos de la precariedad laboral en la salud mental debe incluir políticas de regulación del trabajo informal y de apoyo a la estabilidad laboral. Francisco González señala que los gobiernos pueden implementar acciones como “préstamos solidarios, apoyo en el pago de deudas de servicios básicos y acceso a planes de salud mental”.
Por su parte, el exdirector del SENCE plantea, además, la necesidad de revisar ciertas normativas laborales para aumentar la flexibilidad en el mercado de trabajo y permitir que las personas desempleadas tengan mayores oportunidades de obtener un empleo. “Es importante que exista cierta regulación en las jornadas laborales”, afirma. Sin embargo, advierte que “si la regulación es mucha, entonces se desincentiva la actividad privada”, finalizó.