Sentirse un fraude, no merecedor de los propios logros o vivir con el miedo constante a ser "descubierto" como incompetente son algunas de las señales del “síndrome del impostor”. Esta experiencia psicológica, que afecta a profesionales en todo el mundo, se está convirtiendo en un tema cada vez más discutido en el ámbito laboral debido a sus graves implicancias para la salud mental, el rendimiento y las relaciones dentro de las empresas.
“El síndrome del impostor tiene su origen en la sensación de que los logros personales son resultado de factores externos y no del esfuerzo propio”.
Camilo Fontova, gerente de consultoría en desarrollo organizacional de BDO Chile -firma internacional de auditoría y consultoría-
Esta percepción lleva a las personas a minimizar sus éxitos, evitar nuevos desafíos y experimentar altos niveles de estrés y ansiedad, añade Fontova. Por su parte, María Jesús Suárez, subgerente de desarrollo organizacional en Workmed -empresa de bienestar laboral-, señala que este fenómeno se refleja en pensamientos como “no soy lo suficientemente bueno”, sumados a una dificultad para aceptar elogios y un perfeccionismo excesivo.
Aunque el síndrome del impostor no discrimina, ciertos sectores y perfiles parecen ser más propensos a desarrollarlo. “En industrias altamente competitivas como la tecnología, las ciencias o las artes, donde las expectativas son muy altas, el temor a no cumplir con los estándares puede amplificar esta sensación de insuficiencia”, comenta Suárez. De igual forma, personas en posiciones de liderazgo o roles creativos suelen ser víctimas frecuentes de esta problemática debido a la constante evaluación de su desempeño.
Este fenómeno también se hace evidente en quienes comienzan su carrera laboral o se integran a nuevos equipos. Fontova detalla que “la presión por demostrar valor y competencias, combinada con prejuicios sociales ligados al género, la nacionalidad o la cultura, puede incrementar la vulnerabilidad al síndrome del impostor”. Esto no solo afecta a individuos, sino que también puede generar un impacto colectivo dentro de las organizaciones.
El costo del “síndrome del impostor” en el trabajo
En el área laboral, las personas que lo padecen tienden a sobreexigirse, retrasar decisiones importantes y experimentar agotamiento debido a la autocrítica constante. Suárez explica que “este ciclo de perfeccionismo puede mermar la productividad y desencadenar problemas de salud mental”. Además, la inseguridad y el temor al juicio externo limitan la capacidad de asumir nuevos retos, lo que afecta las oportunidades de crecimiento profesional.
Las relaciones laborales también se ven perjudicadas. Quienes padecen el síndrome del impostor suelen evitar instancias de retroalimentación, disminuyendo la confianza entre pares y líderes. “Esto puede generar un ambiente de aislamiento y desconfianza, afectando no solo al individuo, sino también al equipo completo”, advierte Fontova. Además, los colaboradores que no logran superar estas inseguridades podrían renunciar a promociones o proyectos que podrían impulsar su carrera.
Estrategias para enfrentarlo
Reconocer y abordar el síndrome del impostor es fundamental para minimizar sus efectos. Tanto Fontova como Suárez coinciden en que el primer paso es aceptar su existencia y normalizar las conversaciones sobre este tema en los espacios laborales. Llevar un registro de logros, celebrar victorias pequeñas y cuestionar pensamientos automáticos negativos son algunas de las estrategias recomendadas para fortalecer la confianza en las propias habilidades.
Los expertos además entregaron una serie de recomendaciones para hacer frente a esta problemática, tanto para aquellos que lo han vivido como para las empresas:
Dividir los desafíos en metas realistas: Esta estrategia ayuda a contrarrestar el perfeccionismo excesivo. Al desglosar los objetivos en pasos alcanzables, las personas pueden enfocarse en avances concretos, reduciendo la ansiedad asociada a grandes proyectos o expectativas desproporcionadas.
Comprender el error como parte del aprendizaje: Cambiar la percepción del error de algo negativo a una oportunidad de crecimiento permite a los individuos liberarse del miedo a equivocarse. Este enfoque promueve una actitud más abierta y resiliente frente a los desafíos laborales.
Buscar apoyo en colegas o mentores: Compartir inquietudes con personas de confianza puede ofrecer perspectivas más objetivas sobre el propio desempeño. Este respaldo emocional y profesional también fomenta un sentido de comunidad y comprensión.
Fomentar una cultura organizacional basada en el reconocimiento y el apoyo: Las empresas también pueden implementar prácticas que valoren los logros de los empleados y generen un ambiente de confianza. Esto incluye políticas de inclusividad, capacitaciones en competencias conductuales y la promoción de espacios seguros para hablar de inseguridades sin temor a represalias.
Capacitar a los líderes para identificar y manejar comportamientos asociados al síndrome del impostor: Los líderes desempeñan un papel fundamental al ofrecer acompañamiento adecuado. Identificar signos de este síndrome y actuar con empatía puede marcar una gran diferencia en el bienestar y desarrollo de los colaboradores.
Invertir en el bienestar psicológico de los colaboradores: Destinar recursos para programas que fortalezcan la autoconfianza y reduzcan el impacto del síndrome del impostor beneficia tanto a las personas como a las organizaciones. Esto se traduce en mayor rendimiento colectivo, innovación y un ambiente laboral saludable.
Practicar la autocompasión y reconocer los propios logros: Aprender a celebrar victorias, por pequeñas que sean, es clave para fortalecer la autoestima y contrarrestar pensamientos de insuficiencia. Llevar un registro de logros puede ayudar a visualizar los avances personales.
Construir espacios donde el error sea visto como aprendizaje: Las empresas tienen la responsabilidad de crear entornos laborales que valoren el esfuerzo y el aprendizaje continuo, en lugar de penalizar los errores. Esto fomenta una cultura más inclusiva y equitativa.