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Columna de opinión: El sentido del plebiscito

Hay que evitar que hoy día, como consecuencia de los entusiasmos ideológicos que borbotean y bullen en la Convención, se esté dibujando otra caricatura y privando así de racionalidad a las alternativas del futuro plebiscito.

22 de Abril de 2022 | 08:47 | Por Carlos Peña
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El Mercurio
El convencional Jaime Bassa ha dicho que de ganar el rechazo podría sobrevenir un conflicto social y político de grandes proporciones. ¿Cómo interpretar esa declaración?

Desde luego no puede ser interpretada como una frase normativa. El convencional no podría haber afirmado que debería venir ese tipo de conflicto. Si ganara el rechazo, querría decir que la mayoría no estuvo de acuerdo con la propuesta de la Convención. Pero, de ser así, un conflicto o una revuelta como la que se menciona sería totalmente ilegítima: la minoría estaría desconociendo el resultado de un proceso democrático. Y algo así no puede ser apoyado de ninguna forma por un convencional.

Si la frase se interpreta de manera descriptiva, como una predicción fáctica (si gana el rechazo, diría esta vez la frase, se puede pronosticar que habría una minoría que desconocería el resultado), entonces no tiene importancia. Si se le diera importancia, ello equivaldría a sugerir que la decisión de los ciudadanos debiera estar motivada no por el texto que se proponga, sino por el comportamiento que adoptarían los partidarios del apruebo si perdieran. Y algo así tampoco podría decirlo un convencional consciente de su deber.

De manera que la frase de Jaime Bassa no pudo ser pronunciada en ninguno de esos dos sentidos. Ni normativa, ni descriptivamente. Hay todavía una tercera alternativa: que se trate de una amenaza, de una campaña inconsciente del terror; pero todos saben que los convencionales son gente sensata que jamás se prestarían para algo semejante.

Dicho eso queda flotando en el aire la pregunta: ¿cuál es el significado normativo que poseería el rechazo?

Una forma de responder esa pregunta (de una manera rigurosa) es distinguir entre la decisión acerca del texto que se proponga y la decisión acerca del proceso constituyente. Se trata de dos decisiones demandadas por dos preguntas distintas. Una: ¿acepta usted el texto elaborado por la Convención? Otra: ¿cree usted que Chile necesita una nueva Constitución?

Un rechazo del texto que se proponga (una respuesta negativa a la primera pregunta) no significaría rechazar que Chile necesita una nueva Constitución (es decir, no importaría una respuesta negativa a la segunda pregunta). Si ganara el rechazo, ello solo significaría que la ciudadanía no está de acuerdo con el texto que se proponga por parte de la Convención, pero en modo alguno significaría que la ciudadanía rechace la necesidad de contar con una nueva Constitución. Una cosa es responder si el texto que se propondrá es razonable, otra cosa es responder si es razonable tener una nueva Constitución. Es perfectamente posible que la mayoría diga que el texto no le parece razonable y que, sin embargo, es muy razonable seguir haciendo esfuerzos por elaborar una nueva Carta Fundamental.

Así interpretado, el rechazo no conduce a un callejón que no tiene salida, sino que invita a continuar el proceso de deliberación constitucional. Y en ese evento corresponderá al Presidente y al Congreso decidir qué camino habrá de seguirse, en el entendido de que —si gana el rechazo— se habría frustrado el texto propuesto, pero en ningún caso el objetivo de contar con una nueva Constitución.

En la época de la dictadura, Pinochet dijo, al presentar la Constitución de 1980, que rechazarla equivalía a volver las cosas al estado en que se hallaban en 1973. Eduardo Frei Montalva dijo entonces (en su discurso del Caupolicán) que Pinochet planteaba una "disyuntiva inoperante que resultaría fatal", atribuyéndose el absurdo derecho "de inventar una caricatura de alternativa".

Hay que evitar que hoy día, como consecuencia de los entusiasmos ideológicos que borbotean y bullen en la Convención, se esté dibujando otra caricatura y privando así de racionalidad a las alternativas del futuro plebiscito.

Esa sí que sería una trampa. Una trampa para sustituir a otra.

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