Una rara mezcla es esta mujer: católica y esotérica; de ascendencia árabe, pero muy distante de lo que esa tradición dispone para la mujer; tremendamente fuerte y a la vez, de una suavidad cuando se refiere a su marido; habla mucho, pero sabe escuchar con atención; tiene 61 años y se viste y arregla como si tuviera menos; se levanta antes de las cinco de la mañana y a las seis de la tarde está fresca como lechuga.
Así es María Ester Feres Nazarala, la directora Nacional del Trabajo (al momento de esta entrevista), cargo que ha ocupado durante el gobierno de Eduardo Frei y el de Ricardo Lagos.
- ¿Cómo se explica la larga permanencia en un cargo difícil como el suyo?
“Primero que nada -dice riéndose con esos ojos calipsos que llaman poderosamente la atención- trátame de tú, después comenzamos la entrevista.
“La verdad es que yo me he preguntado lo mismo muchas veces y, como soy católica, a la única conclusión que he llegado es que Dios me necesita en este cargo y por eso me tiene aquí cumpliendo una misión”.
“Tengo un marido como un roble, que aunque esté lejos de la cosa pública, siempre me apoya. Le va bien y, aunque trabajo desde los 17 años y le echo en cara que nunca me ha mantenido, eso te da mucha libertad en el actuar público. Si siento mucha presión puedo decir hasta aquí no más llego”.
- ¿Has sentido esa presión?
“Todavía no. No he recibido ningún reconocimiento especial; más bien he causado problemas, como cuando fui a fiscalizar la CTC. Como no tengo orientación política para tomar decisiones, creo que mi paciencia se debe a una mezcla entre mi sangre árabe y la creencia cristiana. Además, siempre me pongo en el cuero del otro”.
- ¿Cómo nació esta vocación de servicio?
“Siempre me conmovieron las personas más humildes. Yo era muy apegada a mi mamá, que siempre se desenvolvió en labores sociales. Estudié derecho, porque me parecía que era la carrera donde se hacía la justicia más grande. En ese tiempo hice mía una frase del Che Guevara que decía más o menos –porque no la recuerdo textual- No hay dolor en el mundo que no me conmueva”.
- Y la mujer trabajadora que eres, o ¿debería decir trabajólica?
“Empecé a trabajar mientras estudiaba, como receptora judicial. Después en cuarto o quinto año me fui al ministerio del Trabajo. En ese tiempo era DC (hoy es PPD), y realicé el primer acto simbólico de mi vida…”
- ¿Cuál?
“William Thayer, que era el ministro, despidió a un antiguo funcionario demócrata cristiano y Jorge Navarrete y yo, que éramos los últimos de la cola en el ministerio, renunciamos como acto de apoyo. Por supuesto, a nadie le importó”.
Durante la UP, cuando ya se había decidido por el derecho laboral, estuvo en el Centro de Estudios Sindicales y Corporativos (CESCO) de la Universidad de Chile y asesoró a la CUT.
Tras el golpe, vivió el asilo en Alemania Federal y se tituló luego en la Universidad Complutense de Madrid.
- En Alemania también trabajaste en la administración pública.
“Sí, al principio tuve que arreglármelas a punta de diccionario. Cuando Juan Enrique (su marido) llegó de Suecia, entró a trabajar en el área turística y prácticamente me quedé sola con los niños, porque viajaba mucho. Sin embargo, allá, donde estuve 13 años, la jornada es muy flexible y podía acomodar los horarios para estar más con ellos”.
“De vuelta en Chile, comencé a trabajar en el CEASI y luego en la Coordinadora Nacional Sindical, con Ricardo Solari y otros más que me acogieron. Luego fui asesora de la CUT durante todo el período de René Cortázar. Cuando asumió Frei, Jorge Arrate me ofreció la Dirección. Yo, al princio, no quería, porque me parecía una repartición muy anquilosada, prefería ser asesora del ministro, pero Jorge insistió y me dijo que iba a tener todo su respaldo para reformular esta institución”.
- Ya van casi diez años ¿cómo eres como jefe?
“Supongo que no debe ser fácil tenerme ni de subordinada ni de jefe. Reto, llamo, aplaudo, soy dura cuando hay que serlo. Es desconcertante, sobre todo para los varones”.
Reconoce -con el buen humor que la caracteriza- que uno de ellos le contó hace un tiempo que se había comprado un libro de historia del mundo árabe para tratar de entenderla.
“Me da pena que la función pública se tome sólo como una profesión, por eso me alegro de no haber perdido humanidad. Las situaciones me emocionan igual que al principio, pero he adquirido una dureza de la que no me daría mucha cuenta si no fuera porque mi marido, en la casa, me repite constantemente “aquí no estás en la Dirección” y mis hijos, “mamá, no somos tus subordinados””.
- Te has endurecido, entonces.
“Acá hay que reaccionar para ayer. No hay día en que no haya que apagar un incendio de los que teme el gobierno, sobre todo en tiempo de elecciones, pero hay que hacer cumplir la ley, aceptar las opiniones fundadas.
“Ésta es la única repartición pública que interactúa con el conflicto entre usuarios. He tenido problemas con Hacienda y Presupuesto, porque aquí lo importante es la calidad, no la cantidad. Pero, en realidad…no soy tan monstruosa”.
-Hay sectores empresariales que te acusan de tomar partido por los trabajadores.
“En lo sustantivo soy muy consistente, pero también flexible. Soy dúctil y vuelvo a mi eje sin quebrarme. Soy errática, pero si me equivoco, lo reconozco y cambio de actitud.
“Todavía tengo cierta credibilidad con los empresarios. Me conmueve la mediana y pequeña empresa, en cambio, los grandes empresarios –no todos- son muy arrogantes. Además, los temas están muy ideologizados y son más complejos de lo que parecen”.
- ¿No te llevas bien con los grandes empresarios?
“Mira…hablo mucho, pero escucho mucho también. Es inevitable: se quejan por lo que no se recoge, pero no aplauden lo que se hace por ellos. A pesar de eso, nos hemos hecho amigos. Hay algunos por ahí que me pelan como locos en los medios, pero que después me invitan a sus casas y conozco a sus familias”.
- ¿Y tu relación con los medios?
“Al principio les llamaba más la atención mi forma de vestir que mi cargo, pero con el tiempo hemos llegado a una muy buena relación y son cariñosos conmigo, pese a que la línea editorial de sus medios no coincida con las políticas de la Dirección. Igual me pico cuando me rajan, pero saco la cabeza del agua y trato de elevar el tono del debate”.
- ¿No te desgasta este cargo?
“Echo todo para afuera; entonces no sufro ni de colon, ni de estrés, menos de depresiones. He aprendido a ser espontánea sin herir al otro”.
"Todos los cumplidos son bienvenidos"
"Muchos hombres son menos responsables que las mujeres"