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El actor que llegó de casualidad a la TV

Estudiaba arquitectura, estaba en cuarto año, cuando le ofrecieron participar en una teleserie de extra; en eso el protagonista se fue, hizo el casting y, sin haber estudiado nunca teatro, inició su carrera como galán. Sin embargo, la disciplina y perseverancia que le inculcaron en su casa, hacen que estudie concienzudamente todo lo que hace, que se haya ganado un espacio en el teatro nacional y que guarde bajo siete llaves, su vida privada.

02 de Agosto de 2005 | 10:02 |
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Distante, marca claramente la diferencia entre su vida pública y privada.

Sin embargo, a medida que la entrevista avanza, se va soltando y muestra su cara más escondida, con una fuerte dosis de intelectualidad, pero con mucho celo de su ser más íntimo. Si al principio parecía que quería despachar rápido este trámite, al correr de los minutos, empieza a sonreírse, a contar historias y sale el verdadero Luciano Cruz-Coke.

-¿Por qué fuiste actor, no es como el perfil de tu medio social?
“Básicamente por una casualidad, estudiaba arquitectura, había congelado varios de mis ramos y estaba dedicado a cantar en distintas partes y me hacía una platita para el fin de semana. Un día estaba tocando en un pub y se me acercó Ricardo Vicuña, que era director de teleseries en esa época –cosa que yo ignoraba- y me dijo que estaba buscando un músico para un papel. La oferta consistía en que tenía que hacer un taller muy corto con Ramón Núñez y otra serie de gente y tenía el papel, lo que significaba cerca de 700 lucas, lo que no dejaba de ser el año 93 o 94.
“Le dije que bueno, pero me lo cuestioné un poco; no obstante, me llamó la Nené Aguirre y me citó para el taller. Llegué y todos mis compañeros eran estrellas, salvo yo. Lo hice, lo pasé muy bien y, de repente, la Nené me dice que el actor de uno de los roles principales se había ido y si yo quería hacer el casting. Y me quedé con el papel, sin saber leer ni escribir. Con lo que me gané, obviamente, el odio de mis colegas, que con el tiempo me han ido queriendo más”.

-¿Es el único estudio de actuación que tienes?
“No, después me fui un año a Nueva York y estuve un año en una buena escuela, pero de actuación, no, prácticamente me he hecho yo solo”.

-¿Qué dijo la familia porque abandonaste la arquitectura?
“Los Cruz- Coke, a pesar de que parecen más conservadores, son bastante más liberales y siempre estuvieron muy de acuerdo, les encantaba la idea, además tienen mucho que ver con el teatro, con la fundación de Ictus, con la ópera, sobre todo, mi papá fue director de la Sociedad de Amigos de la Ópera del Municipal… aunque el teatro que entienden ellos es un poco distinto, tiene que ver con la Comedie Francaise, un teatro bastante más romántico.
“Los primeros años, mi mamá sobre todo, no sabía si le gustaba mucho el ambiente, había (siempre los ha habido) un montón de prejuicios con todos esto. Mi papá era muy amigo de la Paz Irarrázaval, de la Ana María Palma; salvo la Delfina Guzmán, el Tito Noguera, era muy poca la gente como… del barrio alto que se metía en el teatro”.

-¡Di cuica, de frentón!
“Bueno, cuica, sí; pero tengo la impresión que crecientemente va aumentando el porcentaje y no veo por qué no, yo soy una prueba fehaciente de que ese prejuicio no debiera existir. No entiendo por qué uno no puede hacer una pega relacionada con lo artístico sin necesariamente ser drogadicto o mal viviente, una idea que está muy asociada a los poetas malditos o a los pintores tipo Modigliani, como de finales de siglo XIX y principios del XX, en que el artista tenía que ser un tipo que se portaba pésimo”.

-¿Ese era el temor de tu mamá?
“Obviamente, viniendo de una familia de composición clásica y tradicional, los gallos van siempre a decir ¡cuidado!. Pero duró un tiempo no más; calculo que cuando empiezan a ver que te va más o menos bien, que no te vuelves loco con el asunto, te apoyan y ahora ahí los tengo, a mi papá, a mi familia, a mi abuela –que aplaude cuando entro a escena, sola, que es una vergüenza-.

-¿Por qué nace la idea de “Lastarria” con Felipe Braun?
“Un poco por necesidad. Siempre lo pensé, viniendo de un lugar distinto a la escuela de teatro chilena y despojado un poco del prejuicio que se construye respecto a los actores ahí, me costó que me aceptaran. Con Felipe teníamos ciertos autores que nos parecían entretenidos, cierta manera de mirar el teatro que tenía que ver con que si nos llamaba el director para cierto papel, lo hacíamos nosotros con un director amigo.
“Al volver de nuestros viajes, yo a Nueva York y él a Barcelona, ya éramos bastante amigos…”

-Felipe dice que al principio le caías pésimo porque eras un “cuico insoportable”.
“Sí, claro, y él era un gallo sin destino; de hecho, su mamá me agradece hasta el día de hoy que me haya asociado con él para darle por lo menos un cauce a su cosa tan creativa”.

-No le mandes recados.
“No, sí es cierto, al principio no empatizábamos mucho; el andaba con la Amparo y yo con la Aline, que eran muy amigas, y nos vimos obligados a pasar tiempo juntos. Después nos hicimos amigos”.

-Sigamos con su sociedad.
“Bueno, a los dos nos empezó a ir más o menos bien y hemos podido solventar esto e inventar la manera de crearnos una cierta autonomía en la manera de hacer nuestro proyecto, tanto en el teatro como en el cine y, ahora también, tratando de hacerlo en la televisión”.

-¿Por eso volviste al 13? (Allí están presentando el proyecto televisivo)
“No solamente por eso. Uno se cambia al lugar donde cree que hay tierra más fértil para su proyecto y finalmente, Felipe y yo queríamos estar juntos en un mismo lugar, porque así se pueden coordinar los tiempos entre la oficina y el canal”.

-¿Notas cambios en el canal?
“Vuelvo a una cosa absolutamente distinta a lo que era. Me fui después que se murió Eleodoro Rodríguez y con él el canal era el patronazgo mismo, otra manera de funcionar, aunque funcionaba bien”.

-¿Cómo evalúas la amistad?
“Por mi carácter soy de muy pocos amigos, tengo buenas relaciones con todo el mundo y trato de no pelearme con la gente, pero acá pasa mucho que te abrazan –la gente es muy efusiva para abrazarse- y nunca he sido muy de manoseos… en la tele se da demasiado esto de los abrazos y los amigos y, al momento de los quiubo, finalmente uno sabe que cuenta con tres o cuatro. A la larga, creo que me he hecho cinco AMIGOS (recalca cada una de las letras) y son amistades que se han mantenido durante los años; son personas como Vidiella o la Paulina Urrutia con quienes me veo frecuentemente, aunque estemos trabajando en lugares distintos.
“Sucede poco la amistad profunda en este medio tan polar –en términos de que el éxito y el fracaso son dos polos demasiado separados-, que también eso influencia todo lo que pasa alrededor. Hay cosas de la tele que, si uno no tiene el cuero más o menos duro, le duelen, porque uno tiende a pensar que las cosas son como afuera y no; mis grandes amigos, los tengo desde el colegio”.

-¿Qué ha significado cambiar de galán al malo de la película?
“El malo es un rol muy agradecido, sobre todo en las teleseries que generalmente están mal escritas. Tiene la gracia, en una estructura dramática tan estereotipada como ésta, de ir poniendo las trampas, adelantando, es cómplice con el público en términos de que está mintiendo y la gente sabe que está mintiendo, sin embargo parece que estuviera diciendo la verdad, tiene guiños constantes. El chico bueno, en cambio, tiene el problema de que es un rol que, más que llevar la acción, es arrastrado o víctima de la acción que crean otros, que generalmente son los malos.
“Eso porque son historias de amor, no hay que darle más vueltas ni analizarlo del punto de vista sociológico, por eso el malo es muy buen personaje y es muy entretenido, además que cuesta poco hacerlo, es una maqueta, y como engancha al público, la gente siempre te considera buen actor, porque cuenta con la complicidad de ella”.

-¿Mal escritas? ¿Cuál es tu opinión respecto de las teleseries?
“Hay que tener claro que una de cada tres está bien escrita, pero es parte de la evolución de este medio; se va mejorando en todos los aspectos, aunque a las historias todavía les falta, se ha ido creciendo con altibajos.
“Siento que a los canales les falta sistematizar, estudiar por qué se producen los fenómenos; ¿por qué “Amores de Mercado” ganó?, nadie tiene idea o “Machos”; el momento histórico del país hizo que más gente viera esa teleserie, o por qué otra, que se veía muy prometedora, se fue a la cresta; falta saber por qué y manejar los mecanismos dramáticos. “La dramaturgia es muy distinta de la novela, del cuento; es un género en sí mismo y especialistas en la materia en Chile hay pocos. Hay gran cantidad de series y teleseries que se están haciendo, pero muy poquitas que uno podría decir, ésta sí es realmente un producto dramático de buena calidad, que toca temas que importan o, por último, universales. Que entretengan, que mantengan al público cautivo, que es su finalidad, porque si yo quiero alta filosofía, leo a Hiddegger, no veo teleseries. Quiero que me entretenga, que me pasen cosas, que mantenga la atención, seguir los personajes y, como decía Aristóteles, me despierte los sentimientos trágicos respecto de un personaje”.

-¿Por qué actor, entonces?
“Tocaba, tenía mi grupo, era guitarrista, me gustaba el asunto -no la farándula propiamente tal, porque siempre me ha cargado y me he mantenido al margen, porque encuentro que es de una ramplonería última- . Siempre me ha gustado lo que tenga que ver con el desarrollo de algún arte, toco guitarra bastante bien, toco piano y esto es seguir en esa línea”.

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