“Para mí el absurdo soy yo. Es connatural, es darle a la realidad una nota que se desvía y que pasa a ser absurda, no sigue la línea lógica, tiene otro viraje, como esa cosa que tiene espejos por todos lados. En todos es usted, pero desde ángulos distintos”, dice Andrés Rillón, sentado en el Tavelli de Las Condes.
Él quería hacer la entrevista en su auto, y hasta se había preparado con cuanto abrigo encontró para tal actividad en pleno invierno, pero su
“winter ya” le dijo que lo mejor era ir en búsqueda de un chocolate caliente, una bebida agradable y apacible, para conversar de los grandes traumas de su vida.
A sus 80 años dice sentirse excelente, avalado por los últimos exámenes de colesterol y presión, que han dado resultados perfectos. Sin embargo, siempre está el peligro de tener otra crisis, la misma que desde muy temprana edad le viene diciendo que un cáncer galopante hace estragos en su organismo, aunque en realidad no tenga nada. Es hipocondríaco y un rehabilitado de la impotencia sexual.
Durante el viaje al café se mantiene coqueto, y con la misma chispa que le permitió crear historias en “La manivela” y los personajes que compartieron la pantalla con su fiel amigo Julio Jung en “Mediomundo”. Incluso, hasta hace unos meses seguía presentando su obra “Adán” para el “Encuentro del absurdo 2010” que organizó Felipe Izquierdo.
Ya en su departamento en Martín de Zamora, Don Pío, el solemne jefe de la oficina del “Jappening con Ja”, va cojeando un poco y cuenta que hace unos días lo picó una araña de rincón y que, angustiado, fue hasta la pieza de su señora para mostrarle la evidencia de que tendría que irse al hospital. Al pasar por su habitación con una cama plaza y media, es posible ver que el incidente obligó al actor, guionista, abogado y antiguo director del Registro Electoral (aunque nadie lo crea), a guardar en plásticos toda -¡toda!- su ropa.
-¿Duerme separado de su esposa?“Sí pues, si a esta edad ya no da para más (bromea)”.
-Pero lleva 52 años de casado. ¿Tiene algún consejo para mantener un matrimonio tanto tiempo?“Yo le voy a decir. Hay varios muy importantes. Primero, el sentimiento, que no es una cosa automática ni por decreto; amar a la otra persona. En lo físico, desearla. Pero en cuanto a los valores, respeto, de fondo y recíproco. No hay que pasar la línea del respeto, de palabra y obra. Uno puede pelear y alzar la voz y todo, pero usted se siente respetada; yo no la violento ni física ni intelectualmente. Me puedo enojar y decirle:
‘¡Por qué hiciste esto!’, pero no le estoy tocando el corazón ni los sentimientos, su autoestima. Hay que cuidar la autoestima de cada persona y que los dos se sientan correspondidos. Eso es muy importante, básico. Nunca arrotar la relación, nunca. ¿Me entiende? (Se detiene a mirar a la entrevistadora fijamente)".
-¿Por qué me mira así?
"Estaba tratando de hipnotizarla”.
-¿Por qué ya no duerme con su esposa?
“Mire, porque en el curso de los 52 años, ella se fue 7, porque yo en mi largo historial, necesité ser adúltero 20 años. Para entender eso, tendría que comenzar a contarle toda mi vida, desde el origen. Teóricamente, todo sería por un trauma que me creó mi madre, a quien no hay día en que no la recuerde con cariño, pero era una bruta en materia de psicología”.
Le gusta recordar su pasado, relatar historias de su tierna infancia, de hace muchos, muchos años, cuando él y su hermano gemelo, Sergio, eran los sobreprotegidos de su madre. “Nos llenó de miedo”, dice, antes de comentar un episodio en el que, estando en plena clase de gimnasia, su mamá entró rauda al colegio y llegó hasta el patio, muy preocupada por saber si sus hijos llevaban puesta una camiseta. “Y yo no he dejado nunca más de usar camiseta, ¿me entiende?”.
-¿Qué traumas le trajo todo eso?
“Esto se me fue proyectando en dos cosas. La primera, en una impotencia sexual psíquica. Yo empecé a concebir que no podía tener relaciones. Andaba todo el día bien, pero cuando llegaba el momento, no podía. Perdí mil oportunidades. Yo pololié intensamente con alguien que fue un gran amor de mi vida, y todo el día estaba perfecto, pero al momento de... Uno se explica después las cosas y hoy en día las puedo hablar de esta forma. Incluso en el pololeo ya avanzado con mi señora, por mí no tuvimos relaciones, hasta que estimé que tenía que casarme. Porque con la bendición de la religión yo iba a poder desviar el curso de las cosas y fue tal cual: me casé y la primera noche, perfecto.
“El otro mal que me causó esta represión fue la hipocondría. Empecé con tuberculosis y veía a todos los médicos. Después se me transformó en el cáncer. Eso me hizo perder tres años de universidad. Llegó un examen muy importante y yo estaba estudiando cuando sentí la lengua áspera y dije ‘cáncer’. Me fui a un otorrino, me hizo abrir la boca, me miró con una lupa y me dijo que me lavara con bicarbonato unos 15 días. Ese era mi cáncer”.
-¿Cómo comenzó a ser infiel?
“Llegó un momento en que me casé y empecé a tener hijos (tiene 6), pero no había dado el examen final de leyes. Tenía la memoria, la práctica, pero decidí que no iba a ser nunca más abogado porque cada vez que tenía que estudiar un examen final, me venía cáncer. Y cuando yo decía que me venía cáncer, me venía, y era tanto dolor o mucho más que tenerlo de verdad. Dejé la carrera 8 veces, pero me convencieron para que volviera. Lo que me molestaba era que me obligaban a mentir siendo abogado”.
-¿Usted no quiere contestar, cierto?
"Usted quiere ser grande al tiro, pero es un piojo”.
-¿Cómo es que después de ser infiel y que ella se fuera por 7 años, hoy viven juntos, pero resulta que duermen separados? ¿Qué pasó con eso del respeto?
“El respeto puede existir igual”.
-¿Con su permiso, la voy a engañar?
“No. Mientras no me recibía, tenía el último atajo de mi vida. Ya había superado la disfunción sexual, tenía hijos, matrimonio, pero adentro tenía 10 años de represión animal. Entonces, me dediqué a estudiar el examen final -me muriera o no- y después, en Pío Nono, boté al Mapocho todos los libros que había usado en mis estudios. Después juré (como abogado) y nunca más ejercí. Pero seguía con la interrogante de qué pasa si no es mi señora la que solucionó todo. Entonces, empecé como lobo a encontrar una, después otra. Con ‘la una’ estuve 9 años. Con ‘la otra’, como 5 y así, y después estuve con varias intercaladas. Pero la que realmente me hizo aprender en plenitud lo sexual, fue la segunda, porque la primera me excitaba tanto que el hecho no lo podía realizar bien. Con ‘la otra’ fue muy intenso y, a pesar de las otras, ahí quedé titulado. Y una vez que me titulé, dije ´esto terminó’”.
-¿Y terminó de verdad?
“Empezó un romance cuya base era que nunca se pudiera llegar al acto sexual y si llegaba a sobrepasar esa línea, se paraba todo. Pero era una persona muy inteligente con una capacidad de diálogo salvaje. Tan bien quedaba yo después de hablar con ella, tan lleno, que era como casi haber tenido un acto sexual, no necesitaba más. Ahí fue cuando mi señora notó que yo no estaba con ella”.
-¿Y usted qué le dijo?
“Que mi corazón lo tenía en otra parte. Fue un error mío, pero a ese nivel ya no me interesaba el diálogo mayor con mi señora. Porque lo bello de la pareja es cuando se necesitan más que físicamente, cuando sus almas se necesitan. Ese es el mejor matrimonio, cuando las almas se complementan. Y eso no significa la similitud, significa que congenian y que aún con polos opuestos se las arreglan y forman algo en común. Esa es la nuez del amor y su eternidad. Y si usted lo junta con respeto, no lo rompe nadie. Por eso, cuando ella sintió que se rompía este punto, simplemente me dejó. Se fue con los niños y me dejó una carta que no leí nunca. Todo el tiempo estuve solo. Ella creía que yo había llevado a una amante a la casa, pero no podía ocurrir eso por esta exigencia de que nada podía pasar. Así que esa casa estuvo 7 años conmigo solo. Y mi señora me sacó cualquier cantidad de plata”.
-Bueno, estaba dolida.
“Yo tuve 9 años de rico porque gané mucha plata. En ese tiempo me llegó todo lo bueno, Don Pío, los comerciales, ‘Winter ya’, los eventos, todo. Me compré el mejor equipo de fotografía y en un año tuve 12 autos que cambiaba por cambiar. Después ella decidió acercarse cuando habían pasado ya 7 años. Yo no tenía la menor agresividad, porque la entendía”.
-¿Y en esos 7 años nunca trató de ponerse en contacto con ella?
“No, solo cuando le arreglaba la pensión, porque yo se la arreglé mejor de lo hubiera hecho el juez. Yo tenía la mejor disposición, pero venía detrás la molestia; me llevó a todos los niños al juzgado. Yo le hablé del daño psicológico, se lo advertí, le dije que no era necesario. Pero ella, torpe, lo hizo igual. Entonces, llamé a todos mis hijos y les dije que la relación se iba a trizar, porque psicológicamente es muy fuerte que fueran a hablar, aunque fueran puras flores, a un juzgado. Me hicieron la tapa y fueron todos. Me hicieron daño y hay secuelas. No es lo mismo que si no hubieran ido. El amor es más fuerte, pero tengo una distancia con ellos. No les sé el nombre a muchos de mis nietos. Los conozco por lote (son 27)”.
-Bueno y ella volvió.
“Entonces volvimos y le expliqué había tenido un proceso en mí de definición en la materia. Pero encontraba que tenía valores de bondad, de generosidad... Así que le dije que hiciéramos una misma unidad física, una materia, pero nada de sexo. Todo lo demás ha andado como lo suponía. Hay respeto, entendimiento, cariño, todas las cosas. Es una unión de matrimonio que está llena de mil cositas. No es necesario el sexo, son más cosas. Así que por eso dormimos en piezas separadas. Nos llevamos muy bien, hay mucha ternura, porque yo soy muy tierno”.
-Menos con sus nietos.
“No, mis nietos no me interesan. La razón es una, que la hipocondría mía ha sido tan grande que voy de crisis en crisis y, desgraciadamente, tengo que preocuparme de mí; soy prisionero de mi crisis. No estoy para temporizar con nada que no sea mi crisis, mi pánico. Eso por un lado. Por otro, son tan diferentes un lote con otro... Una hija mía tiene 7 hijos. ¡Cómo voy a saber el nombre de todos! Otra cosa es que yo fui muy guaguatero con mis hijos. Pero con mis nietos, nica. Eso me lo produjo mi hija mayor, que tuvo dos hijos al principio y yo, al segundo, lo empecé a guaguatear como lo hacía con ella, porque eran muy parecidos. Pero un día me dijo: ‘Si usted no le hace cariño también al primero, no le haga cariño a ninguno’. Así que yo le contesté que no le iba a hacer cariño nunca más, ni al primero, ni al segundo, ni al tercero. Además, no soy el abuelo que tiene dos nietos. Poco a poco les dije que mientras no fueran adultos, hasta que no pudiera conversar con ellos, no íbamos a entablar relaciones personales”.
-¿No le preocupa que sus nietos puedan ofenderse porque usted dice públicamente que no les importa?
“No, no me importa. Además, no soy agresivo con ellos, ni fu ni fa, y todos se han acostumbrado a estas cosas. Todo esto es producto también del comportamiento de mis hijos, que no quisieron hacerme caso y fueron al tribunal. Yo me deshice de gran parte del afecto con esa actitud que tuvieron; me caparon una fuente de proyección afectiva, y así ha sido la cosa. Pero no soy agresivo, sólo soy raro para la gente”.
-¿Y usted se siente raro?
“Yo me siento lo más propio y espontáneo que hay, y eso para la gente es rareza”.