TRÍPOLI.- Ocho meses de insurrección y guerra civil quedan atrás, desde hoy, con la posible muerte del ex líder libio, Moammar Jaddafi, que encontró tumba en Sirte, su ciudad natal.
Fiel a su reputación de individuo pugnaz y desafiante, el coronel ignoró hasta el final los llamados de la comunidad internacional y de los rebeldes para su rendición.
Tras haber gobernado Libia durante 42 años, terminó derrocado al igual que el tunecino Zine el Abidine Ben Ali y el egipcio Hosni Mubarak.
Aun cuando era perseguido por la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad cometidos en su país desde que comenzó la rebelión el 15 de febrero, tachaba de "ratas" a la insurgencia.
Inicios del dictador
Jaddafi, el más veterano dirigente árabe y africano, nació en una tienda beduina en el desierto de Sirte en 1942.
Perteneciente a una familia de pastores de la tribu de los Jaddafa, recibió una educación religiosa rigurosa, la que potenció en 1965 al ingresar al Ejército.
Cuatro años después (1 de septiembre) y con sólo 27 años lideró el golpe de Estado que depuso, sin derramamiento de sangre, al viejo rey Idris.
De ahí en más, en 1977, proclamó la "Jamahiriya" o "República de Masas" -gobernada por comités populares electos- y se atribuyó el título de "Guía de la Revolución".
Extravagancia
Su estilo de vida, atuendos tradicionales y manera caprichosa de ejercer el poder en el país petrolero, resultaron incongruentes e imprevisibles para los occidentales, y también para los árabes.
Con una sahariana caqui (uniforme militar engalanado con dorados) o con gandura (la túnica de los beduinos), a Jaddafi le gustaba compartir en su residencia-cuartel de Bab el Aziziya, en Trípoli, o en su propio Sirte, y degustar leche de camella. De hecho, apreciaba la compañía femenina. Con frecuencia se presentaba junto a mujeres con uniforme militar.
Relación con el extranjero
Aprovechando su personalidad teatral, solía distinguirse por actos y palabras que divertían a la gente, pero también por lanzar afrentas contra sus homólogos árabes. Ello quedó de manifiesto en una cumbre de 1988, cuando mostró un guante blanco en su mano derecha, argumentando que así evitaba estrechar "manos manchadas de sangre".
Estas palabras las amplió en su "Libro Verde", que instituyó la "Jamahiriya", donde afirma que la democracia no puede crearse desde las urnas y señala que "las elecciones son una mascarada". En esa línea, varias veces declaró su admiración por Gamal Abdel Naser, y su simpatía por Mao, Stalin y Hitler.
Acusado de brindar apoyo a grupos terroristas y usar los ingresos petroleros para financiar rebeliones en África y otros continentes, en 1986 escapó a un bombardeo estadounidense en el que murió uno de sus nueve hijos.
Así, se convirtió en un paria internacional tras ser vinculado al atentado contra un avión norteamericano en el cielo de Lockerbie, Escocia, donde hubo 270 muertos en 1988 y contra un avión francés en Níger con 170 muertos en el '89.
Catorce años después (2003) aceptó pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas y anunció que renunciaba a cualquier tipo de vínculo con actividades terroristas, así como el desmantelamiento de sus programas secretos de armas de destrucción masiva. Gestos que le permitieron reconciliarse con Occidente y recibir honores en París (2007) y Roma (2010). En febrero de 2009, fue elegido presidente de la Unión Africana.
Su salida del llamado "eje del mal" culminó en el intercambio con Washington de embajadores en 2008, pero su acercamiento a un Occidente ávido de suministros petroleros, no le evitó que la represión interna desatase finalmente una rebelión popular que acabó con su régimen.