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Felicidad conyugal

La convivencia es cada vez más aceptada en la sociedad chilena, sobre todo por los jóvenes

La Encuesta Nacional Bicentenario UC Adimark muestra que cada vez menos personas consideran necesario casarse cuando se decide tener hijos y que baja el número de chilenos que ve el matrimonio como un compromiso para toda la vida.

Pamela Elgueda T.

Vivir en pareja y sin casamiento de por medio aparece como un estado cada vez más legitimado, especialmente por los chilenos de entre 18 y 34 años. Paralelamente, pierde fuerza la idea de que el matrimonio es un compromiso para toda la vida, aunque este concepto sigue siendo apoyado por la mayoría.

Así lo muestra la Encuesta Nacional Bicentenario 2008, realizada por la U. Católica y Adimark GfK, en el capítulo que indagó en la familia y la conyugalidad nacional. El estudio sondeó a 2.025 chilenos mayores de 18 años, de los cuales 1.241 vivían en pareja.

Las cifras muestran que entre la encuesta de 2006 y la de 2008 no existe una diferencia significativa entre las parejas que se casan (78% a 79%) y las que conviven (17% a 16%), pero sí aumenta el porcentaje de quienes tienen una opinión favorable a la convivencia, sobre todo entre los jóvenes: mientras en 2006 el 43% de los padres no aconsejaría a sus hijos convivir, en 2008 eso lo apoya sólo el 38% de ellos.

“Si vemos que ellos lo están adoptando como un comportamiento válido, que la sociedad lo está viendo con más normalidad y a eso le unimos que baja la cantidad de chilenos que ve el matrimonio como un compromiso para toda la vida, podemos esperar que la convivencia entre los más jóvenes siga aumentando”, proyecta la socióloga Viviana Salinas, investigadora del Instituto de Sociología de la UC.
Esta validación de la convivencia, observa la socióloga, es la misma que se ha visto en los países desarrollados y que es hacia donde avanza la sociedad chilena. “Se ve que el desarrollo de la vida de las personas ya no se enfoca en la familia y los hijos, sino en la autorrealización personal, y con este horizonte en mente hay algunos que prefieren mantener su futuro abierto”.

Para el psiquiatra Arturo Roizblatt, esta opción de convivir tiene que ver con que los jóvenes chilenos creen que es un “fenómeno de gente avanzada”, más que porque lo ven como un fenómeno indistinguible del matrimonio, que es el concepto que impera en los países nórdicos. “No da lo mismo decidir vivir juntos estando casados que solamente convivir, porque el tipo de compromiso que se hace es diferente. Hay estudios que muestran que uno de los índices que pronostican la calidad de una relación de pareja a largo plazo es la capacidad de comprometerse”.
La psicóloga Verónica Gubbins pone foco en la cifra de mujeres que conviven (19%), que es mayor a la de los hombres (13%). “En el caso de aquellas que pertenecen al nivel socioeconómico más bajo, quizás una hipótesis puede ser que de esa manera buscan optimizar los pocos recursos que tienen”.

En aquellas de sectores más altos, agrega esta académica de la U. Alberto Hurtado y máster en Psicosociología, se puede postular que al no tener problemas de ingresos, están probando (dado el retraso en la edad de casarse) o bien lo asumen como una opción de vida.

Con estos datos en la mano, más los que muestran una baja de los que creen que las parejas deben casarse cuando deciden tener hijos (de 54% a 42%), la académica se pregunta: “¿No habrá un cambio sociocultural en el concepto de familia?”.

Nuevo concepto

Al buscar una respuesta, Verónica Gubbins pide fijarse en los porcentajes de acuerdo (42%) y desacuerdo (41%) con la necesidad de casarse cuando se decide tener hijos. “Parece que estamos en una transición sociocultural desde un concepto más tradicional de familia, basada en el matrimonio, a otra más diversa y compleja, donde se separa el casarse de tener hijos”.

Factores como la globalización, la internacionalización de los mercados e incluso la televisión por cable empujan este cambio. Además, la incorporación de la mujer al trabajo va transformando la concepción de crianza y comienza a convocar a los hombres a asumir esa responsabilidad.

Viviana Salinas concuerda con que el concepto de familia está cambiando, pero cree que aún no existen suficientes datos como para determinar hacia dónde va esa transformación. “Efectivamente la gente está teniendo hijos fuera del matrimonio y está conviviendo más. Pero es porque está esperando casarse, porque creo que en Chile el sueño del matrimonio no ha desaparecido”.

Para toda la vida

Hasta los cuatro años de matrimonio, la vida le sonríe al 67% de las parejas. Entre los 5 y los 10, la felicidad dura en el 45% de ellas, pero cuando definitivamente el asunto se complica es entre los 26 y 30 años, cuando sólo el 28% de las parejas se declara muy feliz (ver infografía).

“En ese cuadro se ven los ciclos de la vida de un matrimonio. Y esa baja que se ve a los 26 años, puede coincidir con dos duelos: la partida de los hijos y la baja en el ingreso por la jubilación”, postula la psicóloga Verónica Gubbins, académica de la U. Alberto Hurtado.

La socióloga Viviana Salinas apoya la idea y agrega: “Los matrimonios que sobreviven durante todo el camino son aquellos que de verdad estaban hechos el uno para el otro, tenían mucho en común y las condiciones para seguir hasta el final”.

Y si se mira bien la curva, se puede concluir que “el matrimonio empieza y muere bien”.

Vida en pareja

Sin cambios

La Encuesta preguntó por la opinión de los chilenos sobre el aborto. Y muestra que en tres años casi no ha variado la cifra de quienes no lo aceptan:

52% en 2006

56% en 2007

54% en 2008

Hombres están más
conformes con matrimonio

El 40% de los chilenos y chilenas se declara muy feliz con su relación de pareja, el mismo porcentaje dice estar bastante feliz, mientras que sólo el 5% se confiesa no muy o nada feliz. Al entrar en el detalle de esta cifra, el panorama no parece tan idílico. Los años de matrimonio, los ingresos que se perciben, el género y si la vida en pareja está o no legalizada también influyen. Y tanto para las mujeres como para los hombres, distribuir de manera justa los quehaceres de la casa también media en la percepción de bienestar conyugal.

El doctor Arturo Roizblatt apunta a las expectativas con las que las mujeres se casan: “A ellas desde chicas se les enseña a soñar con el príncipe azul, y los maridos generalmente no lo son”. A esto se une, complementa, que los hombres suelen ser más negadores (“no veo dónde está el problema”) y pragmáticos (“veamos dónde está la situación y no le sigamos dando vueltas”), lo que hace que las mujeres se sientan incomprendidas.

“Al mirar las edades, se ve que la felicidad baja desde los 35 hacia arriba, cuando las parejas comienzan a tener personas que dependen de ellos, ya sea hijos o padres enfermos; cuando hay bajos ingresos, y claro, ser mujer aumenta la probabilidad porque hay un tema de carga de responsabilidad, que las sociólogas llaman la doble jornada”, apunta la psicóloga Verónica Gubbins.

De ahí que no extrañe que para ellas sea tan relevante en su felicidad que el trabajo doméstico tenga una distribución justa. De hecho, el 45% de las mujeres que consideran que hay una división equitativa, dice ser feliz en su matrimonio, o sea, 9 puntos más que la media.

Llama la atención que los hombres opinen que hacen más trabajo doméstico del que sus parejas perciben. “Esto tiene que ver con una etapa de transición, en que aún muchos hombres sienten que ‘ayudan’ en la casa y la mujer ‘pide ayuda’, lo que tiene que ver con nuestra cultura en general”, opina el doctor Roizblatt.

Ahí, agrega Verónica Gubbins, sería necesario que el mundo del trabajo dejara de mirar “feo” que los hombres pidan permiso para llevar a sus hijos al pediatra o quedarse cuidándolos en la casa.

Vida conyugal

Verónica Gubbins
Psicóloga
“Hay una transición en la imagen de masculinidad, donde los hombres se interesan por incorporar a su identidad el ser padre. Pero eso significa que están ayudando, no que asuman equitativamente las tareas”.

Viviana Salinas
Socióloga
“En otros países se ha visto que cuando al estado civil se le añaden otras variables como los hijos o la edad, el nivel de felicidad cambia. Sólo en Chile se ve que por el hecho de estar casado se es más feliz que si no lo está”.

Arturo Roizblatt
Psiquiatra
“Hay que flexibilizar los modelos de la familia de origen para ver cómo los que traen los cónyuges se pueden amalgamar para constituir un matrimonio y una familia que funcione bien”.

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