ÉSTE
ES EL BESO DE TOSCA
Más de un siglo de existencia tiene ya la Tosca pucciniana, una
de las óperas más violentas y fascinantes de la historia
del género. Nacida en medio de controversias y críticas,
hoy es título favorito de público y expertos.
Por
Juan Antonio Muñoz H.
Junto
a la detallada descripción del estreno de Tosca que efectuó
el "Corriere della Sera" en su edición del 15/16 de
enero de 1900, se incluye el pronóstico del tiempo y una serie
de disposiciones destinadas a que los propietarios de bicicletas se
pusieran al día con el pago de impuestos. "10 grados de
máxima", señala, pero seguramente esa temperatura
debe haberse quintuplicado al interior del Teatro Costanzi de Roma.
Es probable también que fueran muchos los que tomaron sus bicicletas
para salir a repartir por el mundo lo que se había vivido la
noche del 14, en presencia del propio Giacomo Puccini, de la reina Margarita
de Saboya y de Pietro Mascagni.
Hariclea Darclée, la creadora del rol de la celosa cantante. Era
el primer mes de 1900 e Italia sostenía los últimos pasos
del amado Verdi. Varios aspiraban a la sucesión y un éxito
rotundo para Tosca habría significado que la distancia entre
Giacomo Puccini y el resto era infranqueable. Además, la nueva
ópera estaba basada en un drama de éxito popular escrito
por Victorien Sardou (1887), lo que era un motivo más de peligro.
Si
el último acto de Tosca consideraba un pelotón de fusilamiento,
no de mejores intenciones eran los fusileros de platea, que pretendían
levantar una barricada entre Puccini y el público. Y no sólo
la ignota partitura excitaba los ánimos, pues se corrió
la voz de un posible atentado en contra de la reina: al interior del
Costanzi romano había intriga social, artística y política,
además de intriga feroz sobre la escena.
Tarde
llegó la reina Margarita a la representación, y entró
del brazo del propio Puccini. Los murmullos de la sala alcanzaban al
editor Ricordi y al trasvasije de derechos que vivió la Tosca
de Sardou antes de ser entregada a Puccini. Y también herían
a la famosa soprano Hariclée Darclée, la protagonista,
apuntada con el dedo como amante de turno del compositor, quien la habría
impuesto a la casa editora y a la administración del teatro.
Ese 14 de enero de 1900, dos veces debió levantarse el telón
para Tosca, porque el parloteo de quienes aún permanecían
en el foyer era insoportable. El legendario Leopoldo Mugnone sostenía
la batuta, mientras junto a la Darclée se prodigaban Emilio De
Marchi (Mario Cavaradossi) y Eugenio Giraldoni (Scarpia).
Las
críticas del estreno fueron o frías o malas, pero el público
amó de inmediato Tosca, que le proponía no sólo
una música distinta sino también una heroína tan
atractiva como peligrosa, fuerte y débil a la vez, capaz de ser
una tempestad amatoria, de cantar (un guiño a la ópera
misma, porque Floria Tosca es cantante lírica), de mentir y hasta
de matar.
Por
supuesto, algunos reaccionaron mal a la violencia e impudicia del tema
propuesto, pero eso era anterior a Puccini; se encontraba en las entrañas
de Sardou, para muchos un dramaturgo "execrable".
Se
sabe que aunque Sarah Bernhardt interpretó la obra teatral (en
francés) por todo Estados Unidos, la versión inglesa creó
una avalancha de protestas. Mujeres respetables abandonaron la sala
debido a que había "escenas que no podían ser vistas
sin el constante temor de que irrumpiera la policía".
Por todas esas cosas, el público anglosajón acuñó
un burlón apelativo para la Tosca pucciniana: "shabby little
shocker". Pero el "gastado escándalo a pequeña
escala" rompió con muchas de las tradiciones decimonónicas;
el propio Arnold Schoenberg se refirió a la "inesperada
audacia de su lenguaje", y el compositor René Leibowitz
la definió como "una ópera contestataria".
Al
año siguiente de su estreno mundial, Tosca llegó al Teatro
Municipal de Santiago. El 29 de junio de 1901 subieron a escena Amalia
de Roma (Floria Tosca), Fiorello Giraud (Mario Cavaradossi) y Riccardo
Stracciari (Scarpia), bajo la dirección musical de Giacomo Armani.
Siete años después, en 1908, Hariclée Darclée,
quien cantó en el estreno mundial, también ofreció
en Chile su interpretación.
Amada
y maldita
Tosca
—cuya acción ocurre un día de 1800, en Roma—
es la tercera de las grandes óperas de Puccini y la segunda de
las que tuvieron la valiosa colaboración de los libretistas Giuseppe
Giacosa y Luigi Illica.
La
relación amorosa principal se instaura entre Floria Tosca y el
Barón Scarpia, no entre la cantante y Mario Cavaradossi (la pareja
de amantes). Se trata de una sucesión de acontecimientos mórbidos
que culminan en una especie de "acto de amor" no deseado,
donde la muerte se identifica con una violenta "posesión"
en la que Tosca acaba con Scarpia ("Éste es el beso de Tosca",
le grita al clavarle un puñal en el corazón).
Como
escribe Antonino Titone en "El cielo está vacío":
"En Tosca, el triángulo amoroso no es más que una
justificación para poner en escena una serie de cuadros amorosos
contra-natura": la cólera solitaria de Scarpia en la iglesia,
con sus gritos lujuriosos frente al altar (con passione erotica, señala
el libreto); la escena en el curso de la cual Tosca seduce a Scarpia
y a Cavaradossi con una sola voz, mientras interpreta una cantata religiosa
a la reina; la "posesión" de Tosca por Scarpia, que
se resuelve en una brutal escena de amor a tres, con Cavaradossi ausente
(escena de la tortura); la desvirilización de Scarpia y su "posesión"
por Tosca con el asesinato.
De
los personajes protagónicos, el único algo decepcionante
es Mario Cavaradossi, protagonista melódico de la ópera,
a pesar de la hermosa música que le fue asignada, del Si bemol
de su "Recondita armonia" y de su elocuente "Vittoria",
con el que en cierto modo derrota al Barón Scarpia. El pintor
es una creatura fija, exaltada y contradictoria. Scarpia, en cambio,
es quizás el mejor creado de los personajes masculinos de Puccini.
Dedicado a apresar, torturar y dar muerte a los promotores de la desaparecida
República Romana, el Barón es el jefe de la policía
y representa a aquellos poderosos que reducen su naturaleza desviada
a su gabinete. Tosca resulta ser un trofeo apetecido y se llega a olvidar
de su imagen pública cuando piensa en ella en la iglesia. Llega
a dar gusto verlo morir por mano de mujer. "¿Y delante de
él temblaba toda Roma?", se pregunta incrédula Tosca
sobre su cadáver.
¿Puccini
verista?
Hay
muchos que consideran que Tosca es una ópera de filiación
verista, apoyados en la violencia de la acción, en que los hechos
ocurren en tiempo real y en que la trama sucede en tres sitios que hasta
hoy existen en Roma: la iglesia de Sant’Andrea della Valle, el
palacio Farnese y el castillo Sant’Angelo.
Prácticamente
todas las óperas de Puccini, y en especial Tosca, representan
el triunfo de la teatralidad y de la concisión dramática,
y también el reinado del efecto.
El
verismo se funda en el principio de que el arte es copia de la realidad.
Nació como escuela y producto literario entre 1880 y 1890, en
la prosa de Giovanni Verga ("La vida de los campos"), empapado
éste por el mórbido realismo de Gabrielle D’Annunzio
("El inocente") y el naturalismo de Edmundo de Amicis ("Corazón").
En
lo musical, en tanto, verismo señaló un estilo surgido
como reacción al esquema operístico romántico.
La obra de Giacomo Puccini podría inscribirse en la escuela verista
más por su tema que por su partitura. Es claro que Puccini extrajo
de la nueva escuela la preocupación por reproducir lo concreto,
pero ese mundo de apariencia tan natural está repleto de referencias
contemplativas y de atmósferas líricas más cercanas
al entorno romántico. La realización de dichos espacios
fue confiada a la orquesta, la cual no se limitó a repetir la
melodía cantada. Se observa en su producción un aumento
en el número de personajes secundarios, cuyo fin será
destacar un juego escénico más natural (esto fue ampliamente
desarrollado por los veristas); reemplazó la obertura por un
preludio antes de iniciarse un acto, y de Richard Wagner tomó
la idea de adscribir a los distintos personajes un "tema musical".
La técnica pucciniana del "tema" (algunos hablan directamente
de "leit motiv") alcanza en Tosca su punto culminante, aunque
la sobriedad del tratamiento reduce el concepto wagneriano a células
apenas perceptibles. Son cerca de sesenta los "temas" que
aparecen asociados a situaciones, personajes y objetos.
Las
anteriores consideraciones son independientes de la opinión,
muy difundida, respecto de que Puccini debe ser transmitido mediante
un estilo verista de canto (la versión de Magda Olivero, por
ejemplo), con acento en la declamación teatral. Pero también
esto es relativo. Massimo de Bernart, quien dirigió Tosca en
Chile en 1988, pensaba que Puccini debía cantarse como Bellini,
y es a eso a lo que apunta también la soprano Nelly Miricioiu
(ver recuadro).
Puccini,
hay que decirlo, dispara a las glándulas lagrimales y conmueve
con su lírica manera de "inventar" lo verdadero, no
de copiarlo. Ni su "música del frío" en el tercer
acto de La Bohème describe un helado amanecer en París
como tampoco es "verdadera" el alba del preludio al tercer
acto de Tosca, aunque el buen Giacomo se empeñara el toques realistas
como el canto del pastor o las campanas del Castel Sant’Angelo.
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Así
es miTosca...
Nelly
Miricioiu: "¿Tosca?... Es una ópera que me
plantea tantas preguntas... porque no siento mucha simpatía
ni por el personaje ni por su música. Pero puedo gozar
aquellas escasas veces que me encuentro con un Scarpia que entiende
su parte, con un Cavaradossi que ama cantar, con un director que
se siente en sintonía con la ópera y con un régisseur
que mantiene el clasicismo y la belleza de la música. Desgraciadamente,
casi todo el Puccini de hoy se hace con fuerza y no con sensibilidad.
Con Tosca no puedo decir que me identifico; extrañamente,
la canto mucho. Quizás algún día encuentre
aquello que quisiera introducir en el personaje".
Eva
Marton: "Me identifico fuertemente con ella, como artista,
como ser humano, como mujer. Me inspiré en Anna Magnani.
Quisiera transmitir a mi Tosca el mismo fuego, temperamento y
vitalidad que ella pone en sus papeles. Y demostrar que hay otra
forma de hacerla, distinta a la de Maria Callas".
Sylvia
Sass: "Normalmente, quienes protagonizamos Tosca nos sentimos
muy próximas a este personaje. Yo no soy la excepción:
me siento identificada con Tosca y con todo lo que ella realiza.
Ella es débil, por supuesto, pero quién no lo es
un momento así... Lo único que yo no haría
sería matar a alguien. Es un personaje que representa todo
lo que es una mujer: sensual, ingenua, fuerte a veces, celosa
y ¡es una cantante lírica!".
Josephine
Barstow: "Al principio, no me gustaba mucho. Me parecía
una mujer más bien estúpida. Pero no tardé
en comprender que Tosca es instintiva, muy confiada y apasionada".
Galina
Vishnevskaia: "Las Toscas debemos tener cuidado. Hay pocos
roles de amantes para los barítonos, pero cuando les llega
la hora triunfal es mejor que la primadonna se encomiende a Dios.
En el segundo acto, después de su declaración de
amor, no le resta a Scarpia ya mucho por cantar. Sabe que pronto
va a morir asesinado, de modo que se precipita sobre Tosca, la
estruja, la sacude, la arroja sobre un sofá o sobre el
suelo, según le dicte su imaginación y, lo que es
peor, espera que ella se le resista, que luche, que trate de huir
de él, porque si no lo hace... Lo cierto es que no puede
violarla ante tanta gente y no piensa que, si bien su parte ha
concluido, ella debe aún cantar su aria".
Patricia
Vásquez: "¡Yo lo pasé bomba cantando
Tosca! La veo como una mujer temperamental, con una aparente fuerza
de carácter y plena en cuanto a su realización como
mujer y como artista. Pese a todo, es débil y se deja llevar
por un impulso más que por una acción inteligente.
Creo que es un rol que más aparenta dificultad que dificultades
reales tiene la partitura. El gran desafío es tener un
nivel de actuación y un físico que convenza al espectador
y que refuerce la línea melódica de Puccini. Esto,
a pesar de que el protagonista melódico de la obra es Cavaradossi
y no ella".
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