Nicolás Maturana -hoy exitoso futbolista profesional- pasó parte de su infancia en un hogar de menores. Ahí conoció la realidad de estos centros.
Camila Lucero, El Mercurio
SANTIAGO.- En el fútbol chileno -para muchos- el nombre del actual jugador de la U, Nicolás Maturana, es sinónimo de "ejemplo de vida". Él mismo ha dicho varias veces que lo siente así.
Es que el ex seleccionado chileno Sub 20 -y con nominaciones en la "Roja" adulta- tuvo una infancia con una retahíla de problemas familiares que lo llevaron a terminar internado en el Centro de Aldeas Mis Amigos de Peñaflor, que entrega ayuda al Servicio Nacional de Menores (Sename).
Y desde esa vereda y exposición, el ahora futbolista profesional tiene su propio análisis del servicio dependiente del ministerio de Justicia, que ha estado en el banco de los acusados en las últimas semanas, debido a supuestas malas administraciones y riesgos en que se encuentran los menores.
"Lo diré con mis palabras aunque suene vulgar: el Sename es una basura. Del cien por ciento de dinero que se entrega, un 1% llega a los hogares. Lo demás no sé si se lo roban, porque no estoy ahí, pero no llega a los niños", lanzó Maturana en una entrevista al programa Código Camarín del Canal del Fútbol.
Pero el comentario del carrilero no se quedó ahí y repasó a los políticos. "Siento que deberían ayudar, pero de verdad. De repente veo a Camila (Vallejo) llorando por todos los niños de Chile en el Congreso, pero nunca ha ido a visitar un hogar de menores".
Además, Maturana, quien llegó al Sename luego del abandono de su madre, reconoció que le habría gustado tener "una mamá como la de Arturo Vidal, que luchó por sus hijos".
Un poco de historia
Nicolás Maturana llegó al Sename cuando estaba cercano a los 13 años -hoy tiene 23- y debido al talento mostrado un de los encargados de las divisiones inferiores de la U, el ex jugador Cristián Mora, aceptó el consejo del director del hogar, Luis Ortúzar, para darle un vistazo a un pequeño muchacho de Lampa con enormes condiciones futbolísticas. El pequeño atacante de inmediato deslumbró no sólo a él sino a todos los veedores azules. Según cuentan, en la primera pelota que tocó, eludió a cinco rivales.
De inmediato lo ingresaron a la "Casa del Jugador" de la U para brindarle un apoyo multidisciplinario y una mejor alimentación, porque presentaba algunos signos de desnutrición y exhibía menor masa muscular y potencia física que sus compañeros de generación; ya al mes había subido tres kilos.
Todos sus profesores le tomaron un cariño especial por su particular historia.
Siempre consciente de sus raíces y en especial de todos los sacrificios y esfuerzos que han hecho, tanto él como todos aquellos que lo apoyaron, el zurdo suele visitar el Centro de Peñaflor para contar su experiencia a los pequeños que hoy residen ahí y que, tal como él lo hiciera en su momento, sueñan con algún día dar el gran salto en la vida.
"Hay que demostrarles que no todo está perdido en la vida cuando te va mal, que siempre existe una esperanza de surgir, una ilusión y es bonito compartir esa experiencia con ellos", ha dicho en varias oportunidades.