La ANFP quería continuar, los jugadores lo veían imposible. Al final primó la cordura y se suspendió.
Agencia Uno
Diez de la mañana. Restaba sólo una hora para que el fútbol chileno regresara después de más de un mes y las señales eran alentadoras. Todo apuntaba a una jornada tranquila.
Más allá de una manifestación pacífica de un puñado de hinchas de Audax Italiano, el ambiente era de normalidad. Los planteles llegaban con serenidad y estaba listo el escenario para el Calera-Iquique.
Así,
con cerca de 50 hinchas en la tribuna, algunos familiares de jugadores y dirigentes, entre ellos el presidente de la ANFP, se daba pitazo inicial al fútbol en el Bicentenario de La Florida.A los 10 minutos el gesto de apoyo a la causa sorprendía. En la previa ya se había portado un lienzo con la consigna "Por un Chile más justo", pero ahora se realizaba
un minuto de silencio en medio del compromiso.
Luego de ello todo transcurría con tranquilidad. El calor era intenso y los jugadores se hidrataban casi a la media hora de juego. Pasaban los minutos y se iban al descanso en empate. El fútbol estaba de vuelta.
En el reinicio nada fue distinto. Pocas llegadas en cada arco, mucha indicación técnica y un fuerte sol. Todo así hasta el minuto 65 cuando la historia dio un giro radical.
De un momento a otro se comenzaron a escuchar gritos desde las afueras y pocos minutos después un gran número de individuos de la Garra Blanca derribaban el portón de acceso de los estacionamientos. Así hasta llegar a la misma cancha.
A esa altura los jugadores trataban de refugiarse como fuera. En el vestuario, en las bancas o en el rincón del arco más lejano. En las tribunas las familias y dirigentes hacían lo mismo. El caos reinaba.
Eran momentos tensos, de mucha preocupación y temor como lo describían los propios protagonistas. Mientras tanto afuera seguían lanzado piedras y desatando una batalla con Carabineros.
Fueron varios minutos de desesperación hasta que las fuerzas policiales lograron disuadir a los vándalos y devolver la seguridad, a esa altura ya vulnerada completamente.
Al centro de la cancha ambos planteles, el Sifup y la ANFP. Sebastián Moreno aseguraba que se podía continuar, pero los futbolistas de Iquique y Calera se oponían.
"Es imposible seguir", repetían.
Con ese escenario, los planteles se fueron a vestuarios y todo debía resolverse a puertas cerradas entre el Sifup y la ANFP. La reunión fue tensa. Al secretario del sindicato de jugadores, Luis Marín, se le veía muy molesto. A Moreno se le veía abatido, casi incrédulo.
Tras más de media hora hubo resolución. Y la más esperable. El partido estaba suspendido. Era obvio. Prácticamente todos sabían que no se podía continuar. "Lamentablemente debemos suspender el partido", comunicaba el timonel del ente rector. Su desazón era máxima.
Los jugadores comenzaron a dejar el estadio rápidamente luego de conocer la decisión. Pocos hablaron y la mayoría salía raudamente. Ni los entrenadores quisieron dar declaraciones. "Esto es triste, amargo, bochornoso", sentenciaba Gamadiel García del Sifup.
Fue un largo rato de espera, pero al final primó la cordura. El fútbol no podía seguir en La Florida, pese a las intenciones de la ANFP. Ahora todo está en el aire y lo único cierto que el futuro del fútbol chileno es una completa incógnita.