Aunque es difícil evaluar los efectos que terminará teniendo esta crisis por la gran incertidumbre sobre su evolución y la respuesta de las autoridades tanto en políticas de contención como para amortiguar sus efectos económicos, con todo, lo más probable es que esta crisis termine siendo la más profunda desde la Segunda Guerra Mundial con una caída del PIB mundial mayor a la de la gran crisis financiera del 2008.
La buena noticia es que la mayor parte de los países avanzados y emergentes están actuando agresivamente a través de políticas monetaria, crediticias, fiscales y regulatorias para proteger a los trabajadores y evitar quiebras masivas de empresas.
Estos programas reducirán la caída de actividad y dejarán a las economías en mejor pie para iniciar la recuperación cuando la epidemia esté más controlada.
Esta es una crisis muy profunda y compleja, pero en la que no se enfrentan algunos seres humanos contra otros, sino que todos unidos tenemos que enfrentar a un enemigo común, por lo tanto es una fuente de creatividad y de unión que va a tener impactos negativos, pero también efectos positivos en el mediano plazo.
Si no enfrentamos esta crisis en forma unida, efectivamente podría ser la peor crisis para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.
Creo que en ese sentido, a los políticos les falta entender la necesidad de más unión para enfrentar a este enemigo común.
Yo pienso que esto probablemente va a ser peor que la crisis del 2008-2009, temo que la producción en Chile este año probablemente caiga 3% o tal vez incluso más, dependiendo de cuánto dure esto. Sin lugar a dudas va a ser una de las crisis más duras que ha tenido el país desde el año 83, porque ahí sí fue un colapso total.
Si se aplana la curva de contagio en Chile y, que se yo, en un mes más se puede paulatinamente ir al trabajo cada vez más, bueno la crisis será menos severa. Pero si toma más tiempo aplanar la curva o incluso, una vez que la gente vuelva, empiecen los contagios de nuevo y tengan que de nuevo insistirse en cuarentenas, puede ser más prolongado.
Creo que se ha empezado bien. Las medidas que ha anunciado el Gobierno van en la dirección correcta. Y si es que esta crisis fuera a intensificarse, se van a tener que intensificar las medidas.
La crisis actual no tiene precedentes. Hemos vivido epidemias, pero ninguna que haya obligado a detener la economía. Este es un desafío de acción colectiva y solidaridad: ¿cómo nos organizamos para minimizar el daño económico cuando todos somos, en alguna medida, víctimas? Algunos piensan que hay que favorecer la flexibilidad contractual y que empresas ajusten su carga laboral para sobrevivir. El Estado provee financiamiento vía la banca. Esta solución carga la mano a los trabajadores cuyos contratos se pueden extinguir por necesidades de la empresa, y los más perjudicados son los de menor calificación. Esa es la solución norteamericana
El enfoque opuesto es el alemán o danes que protege la relación laboral, ve en ella algo valioso. Reconstruir una relación de confianza laboral no es fácil. En estos casos, el Estado asume la parte muy mayoritaria del costo laboral privado por 3 meses: los sueldos hasta por un 90% los pagará el Estado.
Chile debe situarse más cerca de la solución alemana-danesa. Primero, porque tiene medios para hacerlo pero segundo, porque la solución vía desempleo tiene un impacto social impredecible.
La crisis lo más probable es que sea más intensa que la del 2008 (...). La cuasi paralización del aparato productivo, la caída de ingresos en quienes laboran en empresas cerradas, la casi nula demanda y oferta de servicios personales y comercio, el aumento en la percepción de riesgo crediticio en los bancos con la estrechez crediticia que ello implica, generan una tormenta perfecta: parálisis de la inversión privada, crisis de demanda, shock de oferta y poca "lubricación financiera".
Es necesario hacer algún supuesto sobre la duración del aislamiento y sobre el efecto de levantar esa medida, y la credibilidad o incertidumbre que se generaría, que son las principales interrogantes desde la óptica económica. Los modelos tienen la gran dificultad que no existen datos suficientes para analizar las opciones posibles.
Por último, se repite la principal interrogante ética que debería estar en el trasfondo de las políticas ¿cuánto vale una vida humana para el conjunto de una comunidad, desde una mirada antropológica? La respuesta individual es obvia, su valor es infinito. Desgraciadamente, la respuesta mirando el conjunto de una sociedad, incluso desde una moral de la solidaridad, no es infinito, no puede ser infinito.
Pienso que esta crisis va a mostrar una diferencia entre los países que usan tecnología y datos para enfrentar la crisis sanitaria, y los que trabajan sin evidencia, y de forma jerarquica, no abierta. Me preocupa la actual falta de transparencia sobre los datos relacionados con la crisis sanitaria en Chile, dado que el Ministerio de Salud solo publica unas pocas estadísticas resumidas, a la fecha.
Pienso que nuestro país sí está preparado para enfrentar la crisis en materia datos, dado que al menos en el sector privado existe el conocimiento para hacer modelamientos de contagios y riesgos. Esa invasión a la privacidad se justifica temporalmente para limitar los contagios, entender el impacto real del virus, y dañar a la economía en un mínimo posible.
Es evidente que adicionalmente a estos modelamientos de datos, necesitamos avanzar en transparencia. Aquí tenemos un reto especial, dado que nos alcanza la crisis del covid-19 sin haber solucionado nuestra crisis social. En este escenario, recuperar confianzas es esencial. Para ello, requerimos de bases de datos confiables que permiten entender mejor los testeos que se hacen, la mortalidad real del virus y la proporcionalidad de las medidas.