Expertos debaten sobre los límites entre el arte y la pornografía |
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Esto es un eterno problema, en todas las épocas y todos los tiempos. Yo siento que Egon Schiele es un artista feroz de la escuela de Viena, fueron todos ellos tipos muy avanzados, mostraron lo que demás ocultan, lo que nadie quiere ver o escuchar. Los artistas lo ponen ahí frente a nuestros ojos y develan lo que permanece invisible. Toda esta escandalera de los conservadores del arte, yo estoy seguro de que es por envidia a los vieneneses. Envidia de todo lo que pasó con Einstein en física o Freud en psiquiatría. Fue un grupo monstruoso de intelectuales que pusieron a Viena en el primer plano y que los británicos trataron de opacar. Hay un choque cultural ahí. Desde mi punto de vista, la obra de Schiele no tiene nada de pornográfica. Es descarnada, es fuerte, pero son cosas completamente reales. En nuestro país pasa lo mismo con Juan Domingo Dávila, de quien nadie se atreve a mostrar sus cuadros. Los conservadores del arte contemporáneo no soportan a los pintores expresionistas. Gaspar Galaz, historiador del arte. |
Siempre ha existido algo voyeur dentro de la pintura y hay muchas colecciones eróticas -cuyos dueños por lo general son hombres- a lo largo de la historia. Si te pones a mirar las obras de la Antigua Grecia o Antigua Roma, hay cosas bastante eróticas. Si vamos a borrar toda la historia porque hoy en día se considera porno, me parece incorrecto. Tanto la obra de Schiele como la Klimt van más allá del erotismo y se pueden considerar un poco fuertes, o no aptas para todo tipo de público. Pero censurarlas es incorrecto. Lo que sí, probablemente las piezas más eróticas no es acertado ponerlas en el espacio público, porque hay niños y gente que se puede ofender. Hace varios años fui a una muestra de Klimt en Nueva York con mi hija de 11 años y habían advertencias de imágenes sensibles. Ahí yo tuve una conversación con mi hija y le dije que a mí me parece que no es pornografía. Para mí, mientras más secretismo se le ponga, más en pornografía se convierte. Bernardita Mandiola, curadora independiente y asesora de Ch.ACO. |
Yo no separaría al arte y la pornografía como dos cosas distintas: eso es presumir que hay una cosa buena y otra mala. Un buen ejemplo es el caso de Jeff Koons y Cicciolina, en que ambas se mezclan. Volviendo a Schiele, sus obras son eróticas y este tipo de expresiones han estado siempre en nuestra historia, desde grabados eróticos y pinturas del Rococó. El error es imponer nuestras categorías morales actuales sobre códigos de otra cultura y época. Los museos e instituciones culturales, en vez de sucumbir ante la corrección política, deberían cumplir con su labor de mediar entre las obras y el público. Tratar de interpretar la obra a partir de nuestros códigos morales nos ponen inevitablemente en contra de ella y no nos dejan ver lo que el artista trató de proponer. Creo que resulta ofensivo para algunas personas y genera crisis en términos morales, tanto en su época como hoy, porque les molesta ver imágenes de mujeres que disfrutan solas de su propia sexualidad. Eso es desestabilizador. Diego Parra, crítico de arte y académico de la U. de Chile |