La obra, de 1895, es considerada una de las imágenes más reconocibles del mundo.
AP
SANTIAGO.- "Estaba caminando por la carretera con dos amigos. El sol se ponía y sentí una ola de tristeza. El cielo se volvió de repente rojo sangre. Me detuve, me apoyé cansado en una valla y miré hacia las nubes rojas como sangre y lenguas de fuego. Mis amigos continuaron y yo me quedé parado allí, temblando de angustia, y sentí como un vasto e interminable grito pasaba a través de la naturaleza".
Con este relato el pintor Edvard Munch (1863-1944) describió el origen de su icónica obra "El grito", realizada en 1893. A más de cien años de que viera la luz, casi no existe persona que no reconozca la imagen, en que un sujeto grita y se tapa los oídos en un sendero vallado, con el paisaje de Oslo al fondo.
La desesperación y la angustia se hacen sentir en la famosa obra de Munch y un estudio reciente de la Rutgers University en Estados Unidos arroja una nueva lectura sobre la pintura. El estudio se centra principalmente en el cielo color rojizo de la imagen, y plantea que su pigmentación no fue un mero recurso expresivo del autor, sino que tiene una explicación científica.
Imagen utilizada en el estudio. A y B son detalles de los cielos de "El grito", C es una fotografía del fenómeno de nubes nacaradas y D un atardecer volcánico. Crédito: Rutgers University.
"Son nubes nacaradas", asegura el profesor Alan Robock. Este fenómeno, también conocido como nube estratosférica polar o madreperla, se caracteriza por sus llamativos tonos color pastel y puede ser observado en raras ocasiones durante los meses de invierno en el sur de Noruega, donde residía Munch. "'El grito' representa una de las primeras documentaciones visuales de este fenómeno meteorológico", señala.
Robock va más allá con su interpretación y sostiene que durante décadas los espectadores han errado en su lectura del cuadro: "Aunque muchas personas miran la pintura y piensan que el personaje está gritando, debido a la boca abierta, de la narración de Munch se desprende que es el cielo el que grita y la figura se cubre los oídos en un intento inútil de sofocar el sonido".
Otra de las teorías que se barajaron en el estudio, fue la de que el cielo de "El grito" representara la erupción del volcán Krakatoa, en 1883, bajo el supuesto de que Much hubiera pintado la obra recordando el fenómeno observado diez años atrás. Sin embargo, esta hipótesis es considerada como "poco probable" por los investigadores. "En 1883, Munch tenía apenas 19 años y llevaba una vida bohemia en Oslo. Además, aún no se había desarrollado plenamente el estilo pictórico expresionista, tan influenciado por Van Gogh, Monet y Gauguin", aseguran.
Otro punto para tener en cuenta a la hora de analizar la obra de Munch, es la muerte de su padre, en 1889. "Este episodio tuvo un profundo efecto en su estado mental. Su hermana menor, Laura, también tenía problemas y fue ingresada en un manicomio cerca de Ekeberg (el lugar desde el que se pintó el cuadro)", añaden.