El análisis de los libreros |
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A mí me parece genial. Para mí no es competencia, al revés, en el fondo mientras más gente pueda acceder a la lectura, a los libros, mil veces mejor. Que no sean los libros que venden ahí en la calle, eso sí que me molesta. Pero en este caso no. Mientras más gente pueda acceder a tener libros en su casa, haces un país más culto, educado. Elena Bahrs, dueña de la Librería UlisesYo creo que cada librería tiene sus propios clientes o sus fortalezas. Mis fortalezas son de libros de mucha filosofía, historia (...) y creo que esos mismos lectores que van a ir a Recoleta, gente joven, después podrán seguir comprando, ser más cultos y leer mucho más. Este país no lee. Las librerías subsistimos apenas porque es un país, para mi gusto, que le falta mucho en cultura. Y siempre dicen que el libro es muy caro. Entonces, el hecho que puedan comprar libros más baratos, va a hacer que tengamos un país mucho más lector, más culto, más igualitario. Respecto a la venta de libros en la calle, que son gente que no paga nada, no pagan impuestos, arriendo... eso me parece más desleal. Pero no esto de la librería popular. Me parece una buena idea para que no sea la excusa de que no puedo leer porque el libro es caro. |
El alcalde Jadue recurre al presupuesto de su municipio para hacer viable su librería y así, además, decirle a sus vecinos-electores cosas que podrían parafrasearse de la siguiente manera: "Yo pienso en ustedes, en sus bolsillos, no como las otras librerías que le venden libros a usted, vecino, a precios prohibitivos". Francisco Mouat, propietario de la Librería LolitaAhí hay un primer engaño: hacer creer a la gente que las librerías fijan arbitrariamente el precio de los libros. Los que los fijan son las mismas editoriales que les entregan los libros al municipio de Recoleta y eventualmente a otros municipios. Nosotros, los libreros comunes, no gozamos de ese privilegio: contar con un municipio que nos financie. En el caso de Lolita, no podríamos ser la librería que somos ni atender de la manera en que lo hacemos ni mantener el catálogo activo que tenemos si aplicáramos descuentos, porque es justamente el margen que nos dan los sellos (entre el 28 y el 40 por ciento, dependiendo de la editorial) lo que permitirá a una librería ser viable si la gestiona con eficiencia, lucidez, cariño y sensibilidad. Afortunadamente, nuestro proyecto no se sustenta en el precio final de los libros, sino en un buen servicio integrado. Si todo pasara por el precio de los libros, y la vida de una librería se redujera a entregar un libro a cambio de dinero, lo más probable es que no fuéramos libreros, lo que significa entregarle el comercio de libros en bandeja a la cultura retail, de supermercado, que no repara en el producto especial que vende (trata a los libros como mercadería, similar a un tarro de atún o a una prenda de vestir), sino solo en los resultados económicos de dicha operación. Obviamente nosotros también quisiéramos que los libros se pudieran vender a un precio menor y en mayor cantidad, como imagino desea la gente que gusta de comprar libros y leer. Es nuestro deseo. Pero eso depende no solo del IVA a los libros. Ahí está el segundo engaño. Depende, en un grado importante, de los bajos niveles de circulación y venta de la mayoría de los libros que se editan en Chile. Si el alcalde Jadue está genuinamente interesado en promover la lectura entre sus vecinos, y entendiera que la industria del libro, formada entre otros por numerosos sellos independientes, necesita que sus libros sean comprados y leídos, por qué no destina en cambio una parte de sus recursos a fortalecer las bibliotecas que dependen de su municipio. Ahí habría una contribución real y con sentido comunitario a realzar la importancia del libro en nuestra cultura. |
Lo que me parece más preocupante no es la librería en sí misma, porque no creo que en el mercado de las librerías tenga un mayor impacto. Pero sí me parece alarmante el discurso público que se instala a partir de esta postura. Paula Barría, socia de la Librería Metales PesadosEn este caso se realiza una librería cuyos gastos los está financiando una institución -la municipalidad- y por tanto funciona sin los márgenes que tiene que tener una librería para pagar arriendo, personal, etc. Si ese es el modelo, y se posiciona públicamente como el correcto, entonces las librerías tendrían una nueva amenaza que se suma a los cambios vistos en el mercado. Me parece complejo ese punto porque en realidad las librerías son un eslabón tremendamente débil de la cadena, y ya han perdido cierto mercado debido a las ventas online y compra de las bibliotecas directamente a las editoriales (hasta hace poco los libreros asesoraban a bibliotecas). Creo que tiene que haber un reconocimiento público a la labor de las librerías como un lugar donde se fomenta la lectura, se propone una diversidad editorial, ocurren actividades culturales y finalmente es un lugar de encuentro y opinión. Además, creo que debe reconocerse la importancia del oficio del librero, que hace la selección de libros, los cataloga, los recomienda, conversa de esos títulos con las personas que van (...) A mí me parece que es fundamental este intermediario entre el libro y su lector. |