Arya Stark como la gran merecedora del trono de los Siete Reinos. Esa fue la sensación que dejó el estreno del esperado tercer capítulo de la última temporada de "Game of Thrones".
La larga espera por el lanzamiento de esta octava entrega de la serie de HBO ha valido la pena, y sobre todo con el desarrollo de esta épica batalla que dejó emociones encontradas entre los seguidores. Varios lo postulan como el mejor de todos los tiempos, ya que cumplió con las expectativas y se quedó en la retina de los fanáticos que de seguro lo verán más de una vez.
Desde los primeros minutos, HBO demuestra que no ha escatimado en recursos y que puede convertir cualquier capítulo de su serie en una mega producción de Hollywood.
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Los caminantes blancos llegaron y la guerra se desató. En una hora y 22 minutos, pudimos ver el desarrollo de un agónico enfrentamiento con altos momentos de tensión.
La llegada de la mujer roja vuelve con la relevancia de temporadas anteriores para marcar un giro importante en la batalla y dar esperanzas al ejército de los vivos. Minuto a minuto la gran batalla se va convirtiendo en una masacre cada vez peor, que casi no da respiro al espectador. Entremedio pasan unos notables actos heroicos, entre ellos y quizás el más espectacular y menos esperado, el que da la pequeña Mormont contra el gigante.
Quizás lo único en deuda fue la escueta participación de los dragones en la batalla, lo que podría ser justificado en los próximos episodios.
Finalmente, y cuando todo está perdido, la intervención de Arya llega con la debida cuota de coherencia al capítulo enlazando su hazaña con las temporadas anteriores, y consagrándola como uno de los más valientes personajes de la serie.
Sin duda que el capítulo despeja la duda de lo que es el contenido central de la temporada: retornar a las batallas por el Trono de Hierro y desplegar las usuales traiciones y muertes, generando como siempre gran expectación, sobre todo por cómo será el desempeño de un lastimado ejército que por ahora resultó victorioso y que pronto enfrentará a Cersei y sus propias rencillas internas.