MANILA.- Virgilio Mabag cree que es muy probable que su hermano, quien es adicto a las metanfetaminas, se sume a las estadísticas de la mortal campaña contra las drogas impulsada por el Presidente Rodrigo Duterte en Filipinas.
"Ya le dije que se prepare para morir", comentó Mabag.
Aun así Mabag, de 54 años y quien encabeza una asociación de voluntarios en su barrio, un vecindario de bajos recursos de Manila, apoya con entusiasmo a Duterte, pues le parece que sus políticas traerán más seguridad y orden al país.
"Estoy encantado", exclamó Mabag, quien lucía una camiseta de Duterte. "Es la única ocasión en que he visto a un Presidente como este, que dice exactamente lo que quiere decir".
Quizá al resto del mundo le cueste trabajo comprenderlo, pero Duterte todavía cuenta con un fervoroso apoyo en Filipinas.
Desde que asumió el poder en junio y prometió matar tanto a traficantes de drogas como a adictos, la policía ha matado a unas 1.400 personas durante sus operaciones antidrogas y algunos justicieros han asesinado a cientos más. Este uso de la violencia ha causado conmoción en otros países y ha incitado condenas por parte de grupos de derechos humanos.
El mismo Presidente se comparó con Hitler (aunque después se disculpó), calificó al Presidente de EE.UU. Barack Obama como un "hijo de puta" y, tras la violación y asesinato de una misionera australiana, bromeó diciendo que "era tan bonita" que él debería haberla violado primero. También arremetió contra el Papa Francisco, a pesar de que una enorme proporción de la población de su país es católica, e insultó a las Naciones Unidas y a la Unión Europea.
Nada de esto importa. Para muchos filipinos, aunque los apasionados arranques de Duterte sean vulgares e impolíticos, demuestran que no le teme a nada y está determinado a actuar. Consideran que el liderazgo débil de los presidentes anteriores es responsable de las altas tasas de delitos violentos y uso de drogas, la infraestructura inadecuada del país y la extensión de la pobreza.
Las primeras encuestas nacionales realizadas desde que Duterte asumió la Presidencia se dieron a conocer la semana pasada, y muestran que ni sus arranques ni la cantidad de cadáveres en aumento han hecho mella en su altísima popularidad. Una encuesta realizada a finales de septiembre reveló que el 83% de los filipinos tenían "mucha confianza" en él, en comparación con el 84% registrado en junio, después de las elecciones pero antes de que asumiera la Presidencia.
La otra encuesta revela una ligera caída en el porcentaje de confianza, del 91 por ciento que tenía en julio al 86 por ciento en septiembre.
"La población acoge de manera positiva sus iniciativas, incluida la campaña antidrogas", subrayó Ramón C. Casiple, director ejecutivo del Instituto para la Reforma Política y Electoral. "No tienen ningún impacto en la percepción general de su administración o su Presidencia".
Aunque la campaña antidrogas de Duterte y sus escandalosas declaraciones han captado la atención en el extranjero, ha impulsado distintas políticas sociales progresivas que le han ganado un amplio apoyo dentro de Filipinas.
Lorraine Badoy, una dermatóloga que realiza trabajo voluntario en una organización no gubernamental y vive en una de las comunidades con acceso controlado de Manila, reconoce que los arranques del Presidente la avergüenzan. "Me gustaría que se callara algunas veces", señaló.
Sin embargo, afirma que está más contenta con sus políticas sociales que preocupada por las víctimas de la campaña antidrogas. Según comenta, en Duterte "veo algo que no había visto hace mucho tiempo en Filipinas, porque le importamos. Le preocupa la gente común y corriente, y eso es muy importante para mí".
Su gobierno ha sentado las bases para que los pueblos indígenas desplazados por las actividades de minería y explotación forestal puedan regresar a sus tierras ancestrales, se comprometió a proporcionar irrigación gratuita a los agricultores de subsistencia, suspendió las operaciones de las empresas mineras que contravenían las leyes de protección ambiental, y lanzó un programa de chequeos gratuitos para los 20 millones de filipinos más pobres.
El apoyo al Presidente en las redes sociales, que su administración ha explotado astutamente, ha crecido muchísimo: los seguidores de las páginas más populares a favor de Duterte se cuentan en millones.