SANTIAGO.- Francia y Croacia serán los encargados de dar el cierre este domingo a la versión 2018 del Mundial de Fútbol organizado por Rusia. Un evento que como ya es tradición, contó con la participación de selecciones de 32 países, pero en el que estuvieron presentes jugadores de muchas nacionalidades más.
Y es que el Mundial se ha convertido en un reflejo de uno de los fenómenos que en las últimas décadas se vive con mayor intensidad en varias partes del mundo: la inmigración. En la mayoría de las selecciones del balompié masculino confluyen jugadores de origen extranjero.
Según la FIFA, del total de
736 jugadores de la actual competición, 82 no nacieron en los países a los que representan. La cifra aumenta si incluimos a aquellos que pese a haber nacido en la nación, tienen padre, madre o ambos, inmigrantes.
Francia se volvió el ícono de la multiculturalidad en este Mundial. Hoy existe sangre de 14 naciones en el equipo galo y de los 23 futbolistas presentes en el certamen, tres provienen del extranjero y otros 14 tienen ascendencia foránea. Es decir, solo seis de los jugadores son nacidos y con padres franceses.
Samuel Umtiti, el defensa que anotó el gol que le dio el pase a la final a Francia, nació en Camerún, pero dejó el país africano cuando tenía solo dos años para radicarse junto a su familia en París. Algo similar sucede con Steve Mandanda, originario de la República Democrática del Congo, y Thomas Lemar, proveniente de la isla caribeña de Baie-Mahault, Guadalupe.
Aunque es el pionero, el francés está lejos de ser el único plantel diverso en nacionalidades. Países como Bélgica o Inglaterra le siguen de cerca, y según cálculos realizados por el diario Times of India, el 65,2% de los jugadores suizos es inmigrante o proviene de familias que lo son. Entre ellos Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, que celebraron sus goles con el símbolo del águila bicéfala de Albania. En Alemania la cifra alcanza el 39,1%; en Portugal el 30,4%; en España y Suecia un 17,4%, y un 13% en Dinamarca.
Croacia, el otro finalista del Mundial, tiene dos jugadores nacidos en el extranjero: Ivan Rakitic, que nació en Suiza, y Mateo Kovacic, que nació en Austria. Danijel Subasic nació en Croacia, pero es hijo de una pareja de inmigrantes serbios. A ellos, también se suman varios que nacieron en algún otro territorio yugoslavo antes de la independencia del país hace 27 años.
Un panorama contradictorio
Contradictoriamente, esta situación de multiculturalidad futbolística se da en medio del ascenso de diversos grupos ultranacionalistas en diversos países, principalmente de Europa, debido a la crisis migratoria que afecta las costas del Mediterráneo hace algunos años. En Francia, de hecho, el Frente Nacional (FN) logró llevar a segunda vuelta presidencial en 2017 a la candidata Marine Le Pen, quien proponía detener la llegada total de inmigrantes al país.
En
Inglaterra, al menos once seleccionados poseen padres y/o madres foráneos y solo Raheem Sterling nació fuera del país. Sus primeros siete años los vivió en Jamaica y luego migró a la nación británica. "No olvidaré cuando me levantaba a las cinco de la mañana y ayudaba a mi madre a limpiar baños. Ella vino a este país sin nada y ahora es directora de un asilo y su hijo travieso juega con Inglaterra.
Es un lugar en el que los sueños se hacen realidad", contó el delantero en The Players' Tribune.
Sin embargo, el 23 de junio de 2016, el 51,9% de los ciudadanos del Reino Unido votaron a favor del Brexit. Una de las razones fue el rechazo a las políticas migratorias impuestas por la Unión Europea. Bajo los nuevos lineamientos esbozados por el Ejecutivo para su política migratoria post Brexit, lo más probable es que la familia de Sterling no habría podido ingresar al país. "Somos un equipo cuya diversidad y juventud representa a un país moderno. Somos el reflejo de una nueva identidad y esperamos que la gente conecte con nosotros", apuntó en ITV el entrenador del seleccionado inglés, Gareth Southgate.
"Cuando las cosas iban bien, me decían goleador belga; cuando no, descendiente de congoleños", dijo a la prensa
Romelu Lukaku, jugador del equipo de
Bélgica, donde el 47,8% de los futbolistas posee sangre extranjera. Él es uno de los cinco deportistas de la selección cuyos padres nacieron en otro país. En su caso, llegaron de la República Democrática del Congo.
En enero de este año, Bélgica se vio divido en torno al debate de un proyecto de ley que busca permitir a los policías registrar sin permiso previo las viviendas de quienes consideren sospechosos de inmigración ilegal, para poder detectarlos y expulsarlos.
"Para las personas que consideran un peligro la inmigración, esta Copa del Mundo no resolverá las cosas. Pero nos permite apreciar la realidad del mundo, de la movilidad, de los desplazamientos, de las identidades plurales", afirmó Yvan Gastaut, historiador de la Universidad de Niza a la agencia AP.
Trabajadores extranjeros de alto rango
Pero además de ser visible la inmigración en las selecciones, también se hace evidente cómo muchos de los mejores jugadores de la competencia militan en equipos fuera de sus propios países. Son considerados trabajadores extranjeros de élite o "premium". Tal es el caso de jugadores como el francés Paul Pogba, cuyo padre proviene de Guinea, y quien actualmente trabaja para el club inglés Manchester United; o el del francés Raphael Varane, que es defensa del Real Madrid y posee una familia que emigró de la isla de Martinica, entre muchos otros.
En este aspecto, muchos latinoamericanos también se encuentran en esa situación. Solo tres de los convocados por la selección Argentina que viajó a Rusia vive actualmente en el país trasandino. Los otros 20 militan para un club internacional. En el caso de Uruguay y Colombia el panorama es casi el mismo: son 21 los que trabajan en el extranjero. Perú, en tanto, posee 18 y Brasil 19.
Ante todo este panorama de diversidad, algunos expertos han asegurado que la inmigración podría ser uno de los factores que explicaría el éxito de varias de las selecciones que este fin de semana se disputan los puestos más altos del podio. El economista Wolfgang Fangler ya lo creía en 2015, cuando publicó un artículo académico titulado: "Si te gusta el fútbol, debes darle la bienvenida a los inmigrantes".