Jair Bolsonaro y Fernando Haddad. Uno de ellos será el nuevo presidente de Brasil.
AgenciasDesde hace meses, y en medio de la crisis de representatividad que vive la política brasileña, el ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva aparecía como el más firme candidato para quedarse con las elecciones de este año. Sin embargo, su situación judicial le jugaba en contra.
Y así fue. Luego de una serie de apelaciones, la justicia decidió condenar a 12 años de cárcel por corrupción en una causa relacionada con el caso Lava Jato. El 5 de abril, el juez Sérgio Moro ordenó la captura del ex Mandatario, quien al principio opuso resistencia.
Pese a ello, dos días después, el líder del PT finalmente se entregó, sembrando un manto de dudas respecto de su futuro político.
En medio de la larga lista de candidatos a la Presidencia, surgió uno que, si bien tiene una vasta experiencia política, se perfilaba como "outsider" con un discurso contra la corrupción y la violencia: el derechista Jair Bolsonaro.
De la mano del Partido Social Liberal (PSL), este ex capitán del Ejército defensor de la dictadura militar brasileña llamó la atención con su discurso fuerte y polémico, muchas veces cargado de nacionalismo, misoginia y homofobia.
Así, a medida que avanzaba el tiempo, fue subiendo en los sondeos, siempre detrás de Lula, cuya figura generaba más anticuerpos y favorecía el posicionamiento de Bolsonaro.
Una vez detenido Lula, la estrategia del PT fue siempre apostar por él como su único candidato a la Presidencia, pasara lo que pasara, por lo que sus abogados recurrieron a todas las instancias legales posibles.
Las opciones disminuían y los adherentes del ex Mandatario buscaron la presión pública y el apoyo internacional. Eso ocurrió, por ejemplo, con la carta firmada por 43 figuras de la centroizquierda chilena, encabezadas por la ex Presidenta Michelle Bachelet, en la que le pedían al Poder Judicial brasileño que permitiera la participación de Lula en las elecciones por la "defensa de la democracia".
Con Lula haciendo campaña desde la cárcel, Jair Bolsonaro seguía buscando apoyos mientras se afirmaba en el segundo lugar de las encuestas. Pero hubo un hecho que marcó su participación electoral: el ataque con cuchillo que sufrió en pleno acto de campaña en la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais.
Producto de este hecho, el candidato del PSL estuvo hospitalizado varios días y dejó los actos públicos. Sin embargo, esto no fue impedimento para seguir escalando en los sondeos.
El 11 de septiembre, y en vista de que las posibilidades de ser candidato eran nulas, Lula da Silva dio un paso al costado y nombró al ex alcalde de Sao Paulo Fernando Haddad como su sucesor en la carrera presidencial representando al PT, a casi un mes de las elecciones.
Como consecuencia de esto, Haddad tomó el liderato de la candidatura con Manuela D'Avila como vicepresidenta, luego de que ésta decidiera bajar su postulación presidencial a la cabeza del Partido Comunista.
La tarea de Haddad era muy difícil: materializar el apoyo a Lula y llegar a la segunda vuelta con muy poco tiempo de campaña.
La bajada de Lula tuvo varios efectos. El principal: la consolidación de Jair Bolsonaro en el primer lugar de las preferencias. Su diferencia con el resto de los candidatos era abismante y ya se preveía su paso a la segunda vuelta.
Los ojos, entonces, se pusieron en la lucha por el segundo lugar, donde cuatro candidatos lucharon por un solo cupo: Ciro Gomes, Marina Silva, Geraldo Alckmin y Fernando Haddad. Este último la tenía más difícil, puesto que fue el último en sumarse a la campaña.
En tanto, Bolsonaro seguía recuperándose del ataque y evitaba participar de los debates televisivos, mientras era blanco de todos los ataques de sus rivales.
El 18 de octubre, los brasileños votaron en la elección presidencial que dejó grandes sorpresas. La principal fue el contundente triunfo de Bolsonaro, obteniendo el 46% de los votos, mucho más del 30% que vaticinaban las encuestas.
Detrás de él, apareció Fernando Haddad, quien logró continuar con el legado de Lula y quedarse con el 29% de los sufragios.
El resultado evidenciaba la polarización de Brasil y vaticinaba una dura campaña mirando el balotaje.
La irrupción de Bolsonaro concitó diversas reacciones en todo el mundo, como fue el caso del ministro del Interior italiano, el ultraderechista Matteo Salvini, quien celebró su triunfo en primera vuelta y valoró que "la izquierda ha sido firmemente derrotada".
No obstante, muchos comenzaron a comparar al brasileño cn otros referentes de la extrema derecha europea que intentaron desmarcarse de él, principalmente por sus dichos homofóbicos y misóginos. Así ocurrió, por ejemplo, con el partido Alternativa para Alemania (AfD).
Por otro lado, la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, aseguró que Bolsonaro "seguramente ha estado diciendo cosas que son eminentemente desagradables", declaraciones que, agregó, no son "transferibles a nuestro país, es una cultura diferente".
Chile tampoco fue ajeno a los resultados de Bolsonaro. Una reacción bastante polémica fue la del Presidente Sebastián Piñera, quien aseguró que "sabemos poco de él (Bolsonaro), pero sí hemos conocido estos últimos días su mensaje en el terreno económico que yo tiendo a pensar que es el mensaje correcto para un país como Brasil que lleva años en recesión".
Pero hubo otras figuras políticas que dieron señales más claras de apoyo. Una de ellas fue la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, quien viajó a Brasil a entrevistarse con el candidato derechista, lo que desató las críticas en su propio partido, donde muchos intentan desmarcarse del abanderado del PSL.
Del mismo modo, el ex candidato presidencial José Antonio Kast también acudió a Brasil y mostró todo su apoyo a Bolsonaro.