La Iglesia tiene "la oportunidad histórica de diferenciarse netamente de las nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos": así se lee en el documento de trabajo del próximo Sínodo de los obispos en el que se abordarán los problemas del Amazonas.
El "Instrumentos laboris", el documento que sirve para debatir en cada Sínodo y en el que se recogen los informes y cuestionarios realizados durante la preparación de esta asamblea de obispos, que en esta ocasión se celebrará del 6 al 27 de octubre, fue presentado hoy en el Vaticano.
"El Amazonas clama por una respuesta concreta y reconciliadora", se lee en este documento en el que sobre todo la Iglesia espera "reaccionar responsablemente ante la situación global de injusticia, pobreza, desigualdad, violencia y exclusión" en la región.
El territorio del Amazonas, que comprende parte de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa, representa el 40% del área de bosque tropical global, del 10 al 15% de la biodiversidad terrestre y almacena entre 150.000 y 200.000 millones de toneladas de carbono cada año.
Una zona que está amenazada, ante lo que la Iglesia debe "levantar la voz", se expone en el documento del Sínodo que lleva el lema "La Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral".
Por ello, en el extenso documento de más de 30 páginas sobre el que los obispos de los países implicados debatirán en octubre, se enumeran los problemas y se realizan las varias propuestas que la Iglesia debe asumir.
Señala que "la vida en el Amazonas está amenazada por la destrucción y explotación ambiental, por la sistemática violación de los derechos humanos básicos de la población amazónica, y en especial la violación de los derechos de los pueblos originarios".
Y se hace eco de las denuncias recogidas durante los meses de preparación de las comunidades locales, que afirman que la amenaza proviene de "intereses económicos y políticos de los sectores dominantes de la sociedad actual, en especial de empresas extractivas, muchas veces en connivencia o con la permisividad de los gobiernos locales, nacionales y autoridades tradicionales (de los mismos indígenas)".
Estas comunidades denuncian, según recoge el texto, que la vida en el Amazonas está amenazada por "la criminalización y asesinato de líderes y defensores del territorio; la apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; las concesiones madereras legales e ingreso de madereras ilegales; los megaproyectos, la contaminación ocasionada por toda la industria extractiva", entre otras cosas.
Por ello, durante el Sínodo se propondrá que la Iglesia "asuma la denuncia contra modelos extractivistas que dañan el territorio y violan los derechos de las comunidades" y "promueva la formación, defensa y exigencia de los derechos humanos de los pueblos" de la región.
En el documento se aboga sobre todo por la defensa de los pueblos amazónicos originarios "que tienen mucho que enseñarnos" y por la necesidad de entablar un diálogo intercultural "en el cual los pueblos indígenas sean los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios".
Sin embargo, se reconoce que "a menudo la disposición a dialogar encuentra resistencias" porque los intereses económicos y un paradigma tecnocrático repelen toda tentativa de cambio".