El gobierno "populista" italiano conformado por la ultraderechista Liga y el antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5E) formalizó su disolución, este martes, con el anuncio de dimisión del primer ministro, Giuseppe Conte, y abrió un abanico de desenlaces para la crisis política que afecta al país.
Después de gobernar por 14 meses, el jefe del Ejecutivo compareció ante el Senado italiano e informó que presentará hoy mismo su renuncia formal al presidente de la República, Sergio Mattarella, debido al quiebre en la coalición, precipitado por las diferencias entre los partidos y por las ambiciones electorales del ministro del Interior y líder de la Liga, Matteo Salvini.
Con su decisión, Conte evitó que se votara la moción de censura en su contra, que fue presentada por el propio Salvini en busca de unas elecciones anticipadas. Pero también, deja el futuro del país en manos de Mattarella, quien debe tomar la posta y explorar las múltiples alternativas disponibles.
Divisiones internas y aprovechamiento electoral
La crisis institucional en Italia tiene su origen en los comicios de 2018. Las elecciones dejaron una alta fragmentación en el Parlamento y a los populistas del M5E como los principales vencedores. Pero para lograr una mayoría que les permitiera gobernar, los antisistemas liderados por Luigi Di Maio – hoy viceprimer ministro - se aliaron de forma inédita con la Liga y acordaron un liderazgo neutral: Conte, un abogado "outsider".
Tal como esperaban muchos, más allá de compartir el rechazo a las fuerzas políticas tradicionales y sus críticas a la Unión Europea, las formaciones resultaron no tener nada en común y las
disputas en materia económica, de inmigración y obras públicas terminaron tensando los lazos creados.
Pero sumado a sus diferencias, una de las causas que empujó a la administración de Conte al abismo tuvo que ver con la jugada política de Salvini. Con su jefatura de la cartera de Interior, el ultranacionalista impulsó una política de contención de la inmigración ilegal que le ha significado la simpatía de gran parte del electorado. Pero además, se adjudicó el protagonismo de todo el Ejecutivo inmiscuyéndose en otras carteras y perfilándose más como un primer ministro que como secretario de Estado.
"En muchas ocasiones invadió el campo de otros ministros, los criticó y quebró la unión del equipo de gobierno", resumió hoy Conte, tras atribuir la responsabilidad de la crisis institucional al ultraderechista.
La movida tuvo los efectos que Salvini esperaba y las elecciones europeas lo demostraron. La Liga obtuvo un 34% de los sufragios de los italianos, siendo el partido más votado del país. Sumado a ello, los últimos sondeos le dan una intención de voto de entre un 36 y un 38%, muy por sobre el M5E, que en 2018 fue la fuerza más apoyada con un 32%, pero que ahora se hunde hasta un 17%.
Según los pronósticos de las encuestas, la Liga lograría mayoría absoluta en coalición con sus dos socios conservadores, Forza Italia, del ex primer ministro Silvio Berlusconi, y los Hermanos de Italia. Consciente de este escenario, el 8 de agosto pasado el líder de la ultraderecha italiana abandonó la alianza con el M5E y presentó una moción de confianza en busca de la destitución de Conte. "Ya no hay mayoría gubernamental (...) demos la palabra a los electores", exigió.
Un nuevo gobierno
Pero no todo ha salido como tenía previsto y su idea de precipitar unas nuevas elecciones presenta dificultades. Con la renuncia de Conte, todas las opciones están abiertas y el futuro del país ha quedado en manos del Presidente Mattarella, duro crítico de la figura de Salvini y de la ultraderecha. Según analistas, lo más probable es que el jefe de Estado comience una ronda de consultas con los partidos políticos, para ver si se puede formar otro gobierno.
Para sorpresa de Salvini, una alianza entre el M5E y el Partido Democrático (PD, centro-izquierda), principal opositor, es la que más resuena en estos días. La crisis desatada en pleno verano europeo no solo generó preocupación por la estabilidad económica, sino que provocó que ambas formaciones evalúen la posibilidad de unir fuerzas y dejar fuera a la Liga.
La idea sería evitar unas elecciones anticipadas en las que, según las encuestas, ni el partido de Di Maio y ni el del ex primer ministro,
Matteo Renzi, saldrían bien parados. Pero además, zafar de una crisis que distraiga a los legisladores de cuestiones vitales en materia económica: Italia necesita elaborar un presupuesto para 2020 que mantenga su enorme deuda pública controlada y evitar una fuerte subida del IVA.
"Salvini debe ser detenido, y es importante dar un mensaje fuerte: hay una alternativa", aseguró Renzi en entrevista con El Observador la semana pasada.
Solo hay un problema: el M5E y los demócratas acarrean un historial de hostilidad y de diferencias políticas, que hace de la alianza algo difícil de tragar para ambos bandos.
Otra posibilidad es que Mattarella encargue reeditar la actual coalición entre el M5E y la Liga. Pese a que fue Salvini quien anunció el quiebre de la alianza, el líder ultraderechista ha cambiado de actitud en los últimos días e intentado una reconciliación. "Mi celular está siempre encendido", dijo.
Sin embargo, después de haber tratado de romper el gobierno con fines electorales, el propio fundador del partido anti establishment, Beppe Grillo, cerró la puerta a dicha opción y tildó al líder de la Liga de traidor. Y si el M5E ya no confía en Salvini, Mattarella menos.
En caso de que se materialice un gobierno entre el M5E y el PD, Conte podría volver en gloria y majestad como primer ministro, especialmente porque ha adquirido gran notoriedad en los últimos días.
"Conte es una perla rara que Italia no puede perder", escribió Di Maio en Facebook y a las afueras del Parlamento un grupo de personas le manifestaba su apoyo al primer ministro:
"Conte, Italia te ama", consignaba un cartel.
"En diez días pasó de ser el Señor Nadie a Mister Conte", comentó a la AFP el analista italiano Aldo Garzia.
Si de lo contrario, las conversaciones entre el M5E y el PD fracasan y la celebración de elecciones anticipadas resulta ser la única solución, es probable que Mattarella designe a un Gobierno tecnócrata de transición. Éste debería asumir la gestión un máximo de 70 días (límite para realizar la votación) tras la disolución del Parlamento y preparar los comicios que tanto anhela Salvini.