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Entre renuncias, acusaciones y cuestionamientos en medio de la pandemia: Las semanas más complicadas de Bolsonaro

El Presidente brasileño enfrenta días duros en una situación que aún podría empeorar para él y terminar inclusive con un juicio político en su contra.

01 de Mayo de 2020 | 15:26 | Redactado por Ramón Jara A., Emol
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AP
El Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es conocido por su desparpajo a la hora de hablar. Lo hace siempre sin filtro, avasallando contra todo y todos y dejando esa sensación de que no le importa si lo que dice desata un incendio de grandes proporciones. Así se hizo un lugar en la política y no hay dudas de que ese estilo fue clave para llegar al Palacio de Planalto. Sin embargo, el Mandatario no lo está pasando bien, pese a que intente demostrar lo contrario.

En un mundo completamente convulsionado por la pandemia del covid-19, el líder derechista vive su propia crisis por varios frentes: rupturas con hombres clave de su gobierno, acusaciones de malas prácticas y cuestionamientos por su lento accionar ante la emergencia sanitaria, situaciones que lo han sumido en las semanas más duras que ha debido enfrentar desde que asumió el poder. Aunque él, fiel a su estilo, intente demostrar de que no le importa.

Ahora, bajando en las encuestas y con la posibilidad de incluso ser sometido a un juicio político, el gobernante brasileño intentará mantenerse en pie, sin dejar su perfil confrontacional y sin pelos en la lengua, por muchos problemas que le haya traído.

Los conflictos por el coronavirus

A dos meses de la llegada del coronavirus a Latinoamérica, Bolsonaro debe ser, junto con el nicaragüense Daniel Ortega, el Mandatario más cuestionado por su accionar ante la pandemia. Desde un principio, ha rechazado las recomendaciones de distancia social emanadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se ha mostrado desafiante, convocando a movilizaciones masivas y actos políticos, sin hacer caso al riesgo sanitario que esto podría acarrear.

"En mi caso particular, en el caso de que fuera contagiado, no debería preocuparme, porque sería una gripecita, un resfriadito", afirmó en marzo, criticando a los medios de comunicación y ciertos sectores políticos de "sembrar el pánico" en la población con un problema que, aseguró, no es tan grave como lo pintan.

En esa línea, lleva una batalla abierta con un grupo de gobernadores que han dispuesto medidas de confinamiento y el cierre del comercio en sus respectivos estados, con el fin de evitar que el virus siga propagándose de forma exponencial. Pero Bolsonaro ha insistido que, con estas medidas, los líderes regionales están poniendo en riesgo la economía nacional, por lo que les ha exigido el retorno de la actividad comercial y los ha desafiado participando en actos públicos estrechando manos y dando abrazos.

Esta actitud del Presidente encontró oposición incluso adentro de su propio Gobierno. Quien fuera su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, se mantuvo en línea con las recomendaciones de la OMS y llegó a enfrentarse públicamente con su jefe, quien finalmente lo destituyó el pasado 16 de abril cuando la situación entre ambos ya era insostenible.

Mandetta se convirtió en un problema para el jefe de Estado: estaba concitando la atención mediática y su gestión ante la pandemia era sumamente valorada por la ciudadanía (76% según Datafolha), a diferencia de lo que ocurría con él (33% de acuerdo con el mismo sondeo).

Tras esta salida, Bolsonaro nombró nuevo ministro de Salud al oncólogo Nelson Teich, quien desde el primer minuto adoptó una actitud más pasiva que la de su antecesor. En tanto, la situación sanitaria en Brasil se complica cada día más: esta semana el país superó a China en el número de contagiados, sumando un total de 87.187 casos a la fecha y 6.006 muertos, con una tasa de letalidad del 6,9%.

Los últimos días, los casos han ido aumentando cada vez más y la respuesta del Mandatario sacó más ronchas: "Lo lamento, pero ¿qué quieren que haga? (...) Soy Mesías (por su segundo nombre, Messias), pero no hago milagros", afirmó la noche del martes, echándole más leña al fuego. Asimismo, el jueves participó en una actividad militar en Porto Alegre, donde nuevamente compartió con adherentes y los saludó. En tanto, la aprobación a su gestión ante la pandemia sigue yendo a la baja: solo el 27% de los encuestados lo apoya, según la encuesta del lunes de Datafolha.

Bolsonaro vs. el "paladín" de la justicia

Factor clave en el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de 2018 fue su discurso anticorrupción. En un país sumamente herido por los últimos escándalos que involucraron a prácticamente toda la clase política, el líder derechista apareció como un "outsider" y así logró derrotar al PT, cuyo líder, Luiz Inácio Lula da Silva, precisamente se encontraba en prisión en el marco del caso Lava Jato.

Quien lideró esa operación y puso a Lula tras las rejas fue el juez Sergio Moro, convertido a esas alturas en un "paladín" de la justicia y un verdadero "rockstar" para buena parte de los brasileños. Ideal para el flamante Presidente, quien lo convocó para ser parte de su Gobierno como ministro de Justicia.

La sociedad entre ambos partió firme y con un discurso claro: acabar con la corrupción. Pasado el tiempo, Moro se convertía en uno de los ministros estrella de Bolsonaro, pero hace justo una semana hubo un hecho que gatilló un quiebre de enormes proporciones y consecuencias insospechadas: la decisión del Mandatario de destituir de forma unilateral a Marcelo Valeixo, jefe de la Policía Federal y hombre de extrema confianza del ex magistrado.

La medida causó la ira de Moro, que presentó su renuncia al Gobierno y acusó al Mandatario de querer "interferir políticamente" en la Policía Federal, que funciona bajo el alero del Ministerio de Justicia. "El Presidente me prometió carta blanca para nombrar a todos mis asesores y a los responsables de los organismos del ministerio y lo dijo públicamente", pero "lamentablemente no ha cumplido", declaró el ex magistrado.

El hecho levantó suspicacias: la Policía está a cargo de los operativos anticorrupción en Brasil y ahora debía investigar a dos hijos del jefe de Estado: el senador Flavio Bolsonaro y su hermano Carlos. El primero está acusado de presunto fraude y blanqueo de capitales, mientras que el segundo estaría involucrado en la divulgación de noticias falsas a través de redes sociales, trama estaría conectada directamente con el Gobierno.

Las alarmas se encendieron aún más cuando Jair Bolsonaro eligiera como juevo jefe de la Policía a Alexandre Ramagem, hombre cercano a sus hijos. El nombramiento desató un escándalo de grandes proporciones, al punto de que fue suspendido por la Corte Suprema, al considerar que hubo "incumplimiento de los principios constitucionales de impersonalidad, moralidad e interés público". Tras ello, el Presidente echó pie atrás y revocó su decisión.

Pero esto no queda así. Tras los dichos de Moro, el tribunal Supremo ordenó que se investigaran las denuncias y que se interrogara al ex magistrado. De considerar válidas las acusaciones, la justicia investigará al Presidente, lo que incluso podría terminar en un juicio político que podría destituirlo, tal como ocurrió hace un tiempo con Dilma Rousseff.

Ahí la cosa se pondría más complicada para Bolsonaro. Al menos, en el punto de vista ciudadano está perdiendo piso. Según la última encuesta de Datafolha publicada el lunes tras la salida de Moro, el 64% aprobó el trabajo del ex ministro al mando de la cartera de Justicia, y el 52% aseguró creer en sus acusaciones.

Respecto del Mandatario, cuenta con una aprobación del 33% y una reprobación del 38%, asimismo, el 49% dice que no está capacitado para liderar el país, mientras que el 45% cree que sí.

No obstante, ante un eventual "impeachment", el 48% rechaza esa alternativa, que de todos modos es apoyada por el 45% de los encuestados. Además, ante la pregunta de si Bolsonaro debería renunciar a la Presidencia, el 50% dice que no y el 46% sostiene que sí.

Todo esto no es más que una radiografía de la polarización brasileña, la cual se agudizará aún más si la tensión persiste. Mientras, el Presidente espera.
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