Tuvieron que pasar siete años para que el Presidente de Francia,
Emmanuel Macron, finalmente pusiera un pie en Chile. El Mandatario llegó a Santiago la noche del martes en el marco de una gira latinoamericana que ya lo tuvo en Argentina y Brasil, país último donde participó en la cumbre de líderes del G20.
Es la primera vez de Macron en la región. Durante su primera administración (2017-2022), el dirigente centró su política exterior principalmente en Europa y África, sin embargo, tras renovar su mandato ha decidido poner sus ojos en Latinoamérica, con una agenda enfocada en el medioambiente y el reforzamiento de los lazos económicos.
La elección de Chile para esta gira no es para nada antojadiza. Se trata del
tercer socio comercial de Francia en Latinoamérica -detrás de Brasil y México- y de un aliado del país europeo de cara a los desafíos futuros del planeta. En esa línea, la visita de Estado de Macron incluye la firma junto al Presidente
Gabriel Boric del Memorándum de Entendimiento en Cooperación Estratégica para la creación del Centro Binacional Franco-Chileno sobre Inteligencia Artificial y una visita a Valparaíso como parte del compromiso de ambos países en la protección de los océanos.
Con todo, el Mandatario galo llega a Chile en medio de un complicado momento a nivel interno tras perder la mayoría en el Parlamento en las últimas elecciones, obstaculizando así los planes de un gobierno cuyos niveles de aprobación bajan considerablemente mes a mes, mientras el descontento social crece, al igual que la presión de diversos grupos.
Giro a la derecha
La noche del pasado 9 de junio Emmanuel Macron sorprendió a todos. Aún golpeado por la contundente victoria en las elecciones europeas del partido ultraderechista Agrupación Nacional (RN), liderado por Marine Le Pen, el Mandatario convocó a comicios legislativos anticipados. "No podría seguir, al término de esta jornada, mirando hacia otro lado (...) decidí devolver la palabra de nuestro futuro parlamentario a través del voto", afirmó.
Los resultados de esa noche reflejaban la profunda crisis de un Gobierno que fue perdiendo el apoyo de una sociedad agobiada por el aumento de la delincuencia y el alza del costo de la vida. Y la situación no mejoró en las elecciones legislativas, donde el oficialismo bajó al segundo lugar con 168 escaños, tras el triunfo de la coalición de izquierdas Nueve Frente Popular (NFP), con 182 cupos, mientras que RN quedó en el tercer lugar, aunque sumó 143 diputados, 54 más que en los últimos comicios.
"Esto acelera realmente la caída de Macron. Las consecuencias para él serán letales. Lo pierde todo", aseguraba a AFP el politólogo Vincent Martigny, quien recalcaba que la disolución anticipada del Parlamento "es uno de los gestos más inconscientes de la historia de la Quinta República (fundada en 1958), basado en las proyecciones más absurdas".
Sin mayoría absoluta, el Gobierno se vio obligado a negociar, y a ceder. Primero, debió lidiar con la presión del NFP, que exigía que se nombrara a alguien de sus filas (Lucie Castets) como primera ministra, al ser la coalición más votada, algo que Macron quería evitar a toda costa. Esto llevó al Ejecutivo a buscar un candidato de "consenso" que le permitiera sumar nuevas alianzas en el Parlamento, bajo la promesa de formar un "gobierno de unidad".
Los acercamientos los buscó con Los Republicanos (LR), partido tradicional de derecha que obtuvo el cuarto lugar en la última elección y que estuvo a punto de aliarse con Agrupación Nacional. La primera señal fue el nombramiento como primer ministro de Michel Barnier, ex negociador del Brexit y miembro de LR. El nuevo gabinete, además, incluye ahora a figuras del macronismo pero también de la colectividad conservadora, dando un notorio giro a la derecha.
Ahora, Macron cuenta con un gabinete con figuras que se alejan de su ideología más liberal. Es el caso del ministro del Interior
Bruno Retailleau, que apoya una línea más dura en materia migratoria, o la secretaria de Estado de Consumo,
Laurence Garnier, que rechaza el matrimonio igualitario y el aborto.
Y pese a la moción de censura presentada por la izquierda, que exigía gobernar con mayoría relativa, Barnier finalmente logró sortear la votación gracias al apoyo de LR y la abstención de la ultraderecha.
Un gobierno a la baja
Pese a todos estos cambios, la presión social no para. De acuerdo con un sondeo de Ipsos publicado el 10 de noviembre, los temas que más preocupan a los franceses son el poder adquisitivo, el futuro del sistema social, la delincuencia y la inmigración. Y no se ve alguna mejora por parte del Gobierno en alguna de estas temáticas.
El Ejecutivo también ha debido enfrentar la presión del sector agrícola, que se ha tomado las carreteras del país en protesta contra el aparentemente inminente acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur. Y si bien Macron ya advirtió que Francia no firmará el texto "tal como está" por ser perjudicial para la agricultura local, sus representantes acusaron al Mandatario de no tomarlos en cuenta con la seriedad que se necesita. "Basta de promesas, empiecen con los hechos", señalaron.
Así las cosas, la aprobación al Presidente francés sigue a la baja. De acuerdo con el último sondeo de Ipsos,
solo un 23% de los encuestados aprueban el desempeño del Mandatario, dos puntos menos que el mes anterior. Esta cifra solo es comparable con el 20% registrado en diciembre de 2018, durante el auge de las protestas de los "chalecos amarillos".
Por su parte, el primer ministro Michel Barnier registra un 31% de respaldo popular, dos puntos menos que en la consulta anterior.
La encuesta también evidencia el ascendente apoyo a Marine Le Pen: el 32% de los consultados estarían satisfechos con que la líder de Agrupación Nacional llegara a la presidencia, cuatro puntos más que en el sondeo anterior.
Una infinidad de problemas para Macron, que busca profundizar su influencia en el exterior mientras tambalea a nivel interno.