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Más pragmáticos y menos ideológicos: Cómo se relaciona con la política la generación sub 30

Se declaran en su mayoría independientes o sin tendencia política, no tienen una mirada condenatoria de la Concertación ni rechazan el rol del mercado. Lo que buscan son otros valores: transparencia, horizontalidad y meritocracia.

10 de Enero de 2019 | 08:03 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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SANTIAGO.- Para saber cómo votaron exactamente todos los electores que tenían entre 18 y 29 años en las elecciones de noviembre de 2017, lo que hizo Unholster —empresa que se dedica al desarrollo de software y el análisis de big data— fue tomar dos fuentes de datos públicos y cruzarlas: el padrón electoral y los resultados por mesa de las elecciones. El cruce mostró una tendencia clara: 40% de las preferencias fueron para la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez.

Son datos que coinciden con los que recabó la investigadora del Centro de Estudios Públicos (CEP), Loreto Cox, quien realizó una encuesta a 14 mil estudiantes de educación superior para entender cuál era su relación con la política. En esta muestra, el 44% de los encuestados declaró que su preferencia presidencial era la carta frenteamplista.

"Lo que se ve en la encuesta es que en general hay mucho desapego con la política, que son más bien moderados, que la identificación con la derecha es tanta o más que con la izquierda y que no parecen contrarios al mercado"

Loreto Cox, investigadora CEP
Pero enseguida Cox comenzó a reparar en algunos detalles que le llamaron la atención: aunque un 53% de quienes votaron por ella se identificaban políticamente como de izquierda o centroizquierda, un 39% se declaraba independiente o de ninguna tendencia política, y un 8% como centro, centroderecha o derecha.

Cruzó los datos con otros dentro del mismo estudio. Uno de ellos: ¿Quién debería tener la principal responsabilidad por el sustento de las personas, el Estado o las personas mismas? Los estudiantes debían posicionarse entre dos polos de un eje que va del 1 al 10. Se concentraron entre el medio de la escala y el polo que indica que debería ser responsabilidad de las propias personas, con un promedio de 6,34.

"Esos votantes que se declararon independientes o sin tendencia política están un poco más propensos a confiar en el rol del Estado, pero solamente un poco, no es una posición radical a favor del Estado. Lo que buscaban al votar por Beatriz Sánchez no necesariamente era un cambio de modelo", explica Cox a Emol. "Lo que buscaban era otra cosa".

El mito de la juventud


Una de las principales conclusiones de su estudio fue que el pensamiento político de los estudiantes distaba de la noción popular que había en torno a ellos. "Existe esta idea de que los jóvenes estarían muy interesados en política, que serían muy de izquierda, contrarios a la Concertación y críticos del modelo", cuenta Cox.

"Lo que se ve en la encuesta es que en general hay mucho desapego con la política, que son más bien moderados, que la identificación con la derecha es tanta o más que con la izquierda y que no parecen contrarios al mercado", agrega. En cifras: la principal identificación política del grupo es "ninguna", con un 38%. Dos tercios de la muestra se declara "nada" o "algo" interesado en la política.

38% declara no tener ninguna tendencia política
Cox hace una aclaración: su estudio busca reflejar lo que pasa a nivel masivo en las universidades, no en la elites ni en los líderes. "Obviamente hay un grupo que es muy politizado y que tiene mucha figuración, que incluso han llegado al Congreso, y lo que han hecho es formidable en términos de representación juvenil, pero la verdad es que es algo más bien minoritario", aclara.

Otros datos sobre otras creencias: un 50% de los encuestados evaluó con nota azul a la Concertación y un 60% prefiere que se prioricen los acuerdos por sobre las decisiones personales en política. También se evaluó la percepción de la democracia, que un 46% considera como la mejor forma de gobierno.

En la encuesta, que fue realizada en 2016 y en 2017, la democracia obtuvo primero un 3,6 en la escala de 1 a 7 y después un 4,2. También le pusieron nota al sistema económico chileno: un 3,5 en 2016 y un 4 en 2017. "Está muy marcado por los escándalos de financiamiento de la política", explica Cox. "La nota es peor en 2016, porque estaban todavía demasiado frescas las imágenes del caso Penta y SQM".

"En el rechazo al modelo, no es clara cuál es la critica. Si uno les pregunta si quieren un rol más fuerte para el Estado, la respuesta no es radical a favor de mayor igualdad. Perfectamente la razón puede ser que consideran que hay poca meritocracia, transparencia u horizontalidad", comenta.

Candidatos, no partidos


Todas son características que a Cristóbal Huneeus, director de Data Science de Unholster, le hacen sentido. Su análisis a lo que ocurrió en las urnas en noviembre de 2017 es consistente con el de la CEP, por ejemplo en términos de desapego a la política.

"Sólo el 30% de ellos fue a votar. Si medimos el interés en la política por el acto de ir a votar, es un menor interés que el que demostró la generación de sus padres, que votaron en un 60%", señala a Emol. Para explicarlo, acota, sólo puede realizar elucubraciones: "Hay una crítica al sistema político que se mezcla con haber vivido el mayor bienestar económico en la historia de Chile. Ellos dicen: para qué participar, si el país ya está progresando", afirma.

Como principal característica del grupo etario que estudiaron —que va desde los 18 años a los 29— señala el pragmatismo. "Es un grupo que no tiene problema en emitir un tipo de voto en la elección presidencial y otro en la de diputados. Hay más voto cruzado en este grupo que en cualquier otro", menciona.

Los datos, de hecho, muestran que en el caso de Beatriz Sánchez, la candidata recibió mayor votación que la lista parlamentaria del Frente Amplio. En el caso de Sebastián Piñera, el fenómeno fue el contrario: los parlamentarios de Chile Vamos recibieron más votos que el candidato presidencial. "En ese sentido es un voto menos ideológico. Si el día de mañana el candidato es otro, no me extrañaría que eso también cambie", añade.

Por eso, Cox no cree que la preferencia por Sánchez hable de una tendencia política. "Mucha gente votó por ella queriendo buscar algo nuevo fuera del establishment político, más que buscando un real cambio del modelo. Era una mujer joven, que venía de afuera, que representaba algo novedoso", comenta.

El "quiebre generacional"


Para el doctor en Filosofía Política y académico de la Escuela de Gobierno de la U. Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio, lo que hacen estos dos estudios, además de caracterizar una generación, es comprobar una tesis: que el Frente Amplio produjo un "objetivo quiebre generacional".

"Logra verificar algo que muchos intuíamos: la posibilidad de que una persona menor de 30 años que se declara de izquierda haya votado por Beatriz Sánchez es mucho mayor a que haya votado por Alejandro Guillier. De hecho, si solamente hubieran votado en 2017 aquellos que no habían nacido para el plebiscito del '88, la segunda vuelta hubiera sido entre Sebastián Piñera y Beatriz Sánchez", afirma a Emol.

"El Frente Amplio, al menos a través de su candidatura presidencial, fue capaz de capturar la atención política de la generación que no votó en el plebiscito. Si la apuesta del FA era generacional, esa apuesta fue exitosa en la elección pasada"

Cristóbal Bellolio
"Eso es lo que está claro. El Frente Amplio, al menos a través de su candidatura presidencial, fue capaz de capturar la atención política de la generación que no votó en el plebiscito. Fue efectivo en atraer al voto joven. Si la apuesta del FA era generacional, esa apuesta fue exitosa en la elección pasada", añade.

Eso, aclara, no significa que quienes hayan votado por Beatriz Sánchez sean todos personas identificadas con la izquierda. "Que los líderes políticos del FA parezcan muy de izquierda no significa necesariamente que todo su electorado va a ser muy de izquierda, sobre todo si al momento de poner sobre la mesa sus propuestas no se tratan solamente de la izquierda, sino también de renovación", precisa.

"Finalmente, el FA le achuntó a dos públicos: a uno más ideologizado, de izquierda, que probablemente tiene un sistema de creencias muy parecido al de las elites del FA, pero también le achuntó a una demanda política que no es necesariamente tan ideologizada, pero a la que le importaba refrescar el panorama político", concluye.

Con respecto al concepto de renovación, Bellolio señala que no se trata solamente de un tema generacional, aunque sí fundamentalmente de eso. La distinción, sutil, abre un panorama complejo para el desafío de renovación en la centroderecha y lleva los ojos al rol de Evópoli.

Nuevas casas, ¿nuevos barrios?


"La persona que diga que la renovación de la política no tiene nada que ver con el carnet de identidad, probablemente sea un viejo", afirma Bellolio. "Lo que basta para decir que estás renovando la política es decir que estás renovando los cuadros, los elencos, las elites: presentar caras nuevas para disputar espacios de poder".

En ese sentido, señala un punto específico en el tiempo que identifica como "el Big Bang de la renovación política" en Chile: el año 2011. No es casualidad, dice, que Revolución Democrática (RD) y Evópoli nacieran un año después. Entre ambos partidos hace un paralelo: "Lo que hacen es muy parecido, la diferencia es que Evópoli construye una casa nueva dentro del barrio de los papás y RD construye una casa nueva, pero se va del barrio de los papás", explica.

A lo que apunta Bellolio: mientras el FA buscó renovar la centroizquierda por fuera de la Nueva Mayoría en su momento, Evópoli lo hizo dentro de Chile Vamos. Es una diferencia que se puede rastrear al momento en que ambos conglomerados surgen. "El 2011 pilla a Evópoli entrando en el Gobierno. Son treintones en su primera experiencia pública y están emotivamente asociados a participar de la coalición de derecha. En ese sentido, son un poco 'hijos de Piñera'", dice.

"A los otros, que son diez años menores en promedio, los pilla en la calle y siendo oposición. Ellos no le deben nada a la Nueva Mayoría, por eso, cuando Bachelet llega al poder coqueteando con ellos, dicen: vamos a hacer colaboración, pero crítica. Esa es la diferencia, pero desde el punto de vista estructural, yo los miraría como parte de un mismo fenómeno: ambos son testimonio de una generación política post Pinochet, que busca darle sentido a su trayectoria histórica a partir de su propia experiencia generacional, y no a la de sus papás. Ambos buscan entenderse a sí mismos en la política chilena sin necesidad de recurrir al plebiscito", comenta.

Pero hay un dato en el estudio de Huneeus que llama la atención: la votación obtenida por Sebastián Piñera fue menor a la que obtuvieron los parlamentarios de Chile Vamos, lo que sugiere que en parte de los votantes menores de 30 años, el discurso de José Antonio Kast tuvo eco.

Un candidato para los jóvenes de derecha


"La generación que vivió bajo Pinochet votó mucho menos por Kast que la nueva generación post Pinochet. Es más: si solamente hubieran votado en las presidenciales quienes no votaron en el plebiscito, Kast hubiera obtenido más de 12 puntos. En cambio, si solo hubieran votado los que sí participaron el '88, hubiera sacado 5.5%. La renovación también le hace bien a Kast", comenta Bellolio.

Se puede explicar, en parte, porque el discurso de Kast apeló a condenar los vicios de la política y adoptó, en el escenario presidencial, un rol de outsider, por haber renunciado a su partido en 2016. Es un discurso que, a juicio de Bellolio, es común. "Tiene que hacerlo, como todo populista", señala.

Afirma también que, de no fortalecerse una figura que logre con la centroderecha lo que Beatriz Sánchez logró con la centroizquierda, podría convertirse en un candidato para las nuevas generaciones. "Todo depende de cuál sea el candidato oficial de Chile Vamos. Si va a ser alguien del círculo más tradicional, parecido a Piñera, Kast podría seguir siendo atractivo para los sectores de derecha joven", comenta.

Las razones de ese apoyo todavía se tienen que estudiar mejor. "El FA y Evópoli son los que encuentran su hito en 2011 y buscan emanciparse de la narrativa del Sí y el No. Hasta antes de la aparición de Kast, pensábamos que eso era todo lo que había en materia de renovación. Ahora, hace poco, nos estamos dando cuenta de que también podría existir renovación desde el punto de vista generacional, pero conectado a...", Bellolio hace una pausa para pensar.

"No creo que sea pinochetismo. Está todavía por descubrirse, pero tiene más que ver con una reacción al progresismo, a la idea de que la izquierda corrió demasiado el cerco, a que supuestamente vivimos asediados por la corrección política. Se relaciona con esos factores, como reivindicar el derecho de decir lo que uno piensa aunque sea popularmente incorrecto", comenta.

"Que hoy un joven se declare pinochetista tiene que ver más con un deseo de provocar, que con que realmente haya un juicio y una deliberación política respecto a lo que fue la dictadura", concluye. Y dice que lo que muestran estos datos abre un frente de estudio para los analistas. "Lo de Kast nos pone tareas, porque problematiza nuestra hipótesis, que era que la renovación en la derecha sería necesariamente liberal. Lo que nos muestra José Antonio Kast es que la renovación en la derecha puede ser liberal y conservadora a la vez".
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