Por estos días, la Pontificia Universidad Católica se convirtió en el espacio para el desarrollo del tercer encuentro del "Simposio Permanente Educar para la Democracia", una iniciativa que se desarrolla en colaboración con la PUC de Perú y la U. Javierana de Colombia.
Entre sus varios exponentes de carácter internacional, está
Jo-Marie Burt,
reconocida por su labor como investigadora, escritora, y defensora de los derechos humanos. Burt, es profesora de ciencia política y estudios latinoamericanos en la Schar School of Policy and Government de la Universidad George Mason, además de desempeñarse como asesora principal en la oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
Su investigación se centra en los procesos judiciales relacionados con graves violaciones a los derechos humanos y ha colaborado estrechamente con organizaciones en América Latina y Estados Unidos en temas de justicia transicional.
En conversación con Emol, Burt analiza el deterioro de la institucionalidad democrática que enfrentan varios países de la región, el surgimiento de las "extremas" y los populismos -muchas veces, amparados en resolver una demanda 'principal' de la ciudadanía-, y los riesgos que aquello conlleva frente a salvaguardar los derechos humanos.
También ahonda en la situación en Venezuela, tanto respecto a las posturas de la comunidad internacional como la de Chile, marcada por la "distancia" que ha tomado el PC con el resto del bloque oficialista. Sobre esto último, comenta que le "llama la atención" la postura que ha tomado la tienda liderada por Lautaro Carmona, y en esa línea, reflexiona que "justificar un régimen por temas de ideología y obviar lo que está delante de uno, es preocupante".
— ¿Cuáles son los principales y más actuales desafíos para las democracias en América Latina?
Uno de los retos más grandes que veo están relacionados con la democracia misma. La erosión democrática, la autocratización, hay diferentes formas de mirarlo, pero en muchos país de la región se se ha visto un deterioro en la institucionalidad democrática, que de por sí es preocupante. En algunos países vemos el deterioro del Estado de Derecho, la cooptación del Poder Judicial, y por ende, del mismo Estado de Dercho. También vemos el surgimiento de algunos autoritarismos, de derecha y de izquierda, que obviamente son muy complejos para la convivencia democrática y para los derechos humanos.
Creo que la desigualdad, la pobreza y el cambio climático, son otros factores, que después de décadas del modelo neoliberal en América Latina, no se ha logrado superar sistemas sumamente desiguales, y eso genera desafecto de la ciudadanía hacia los estados y los políticos, y creo que eso es buena parte de la base del sentir antisistema que se ve en muchos países de la región.
— En ese contexto de debilitamiento de las democracias, ¿qué le parece la alteridad o, incluso, polaridades de los liderazgos que enfrenta la región?
Creo que el cambio de gobierno es saludable para un país, la alteridad es algo esencial para la democracia. Por eso, no podemos no se puede tener un país donde un partido el gobierno por 20 años, eso ya deja de ser democrático. El cambio no lo veo malo, sino que cuando la polarización es convierte en veto hacia el otro, y esa es una metodología que algunos actores políticos utilizan para hacer crecer su poder, a través de la satanización del otro. Cuando la polarización se asienta en un país, se hace bastante difícil dialogar y entrar a acuerdos. De todos modos, no es sólo propio de la región, sino que es algo que vivimos a nivel mundial.
— ¿Hay, a su juicio, un auge de los gobiernos de 'extrema' en la región y por qué ocurre este fenómeno?
Las viejas teorías de la democracia hablaban que para una democracia fuerte, necesitas una clase media fuerte. Si miramos lo que pasa en América Latina, no existen mayormente las clases medias fuertes, sino que una estatificación social fuerte, y creo que ese elemento contribuye a las polarizaciones que luego termina en extremismos. Pero creo que también ocurre otro fenómeno; que luego de las transiciones a las democracias, en los 80's y 90's, está la sensación de que las democracias no rinden, que no están generando el cambio que las personas comunes y corrientes buscan, con pocas perspectivas de trabajo, de educación, entre otros, por lo que crece el desencanto, y eso es lo que personas con ideologías o discursos extremistas, aprovechan.
Eso ocurre en el Salvador, con Nayib Bukele, donde su discurso de seguridad tiene bastante éxito, porque resuelve un tema, al menos, de modo temporal, y de una manera vejatoria a los derechos humanos. O en Argentina, con la figura de Milei, quien recoge un sentir, sobre todo de los jóvenes, de que el sistema no resolvía las cosas.
— En Chile también está instalado con fuerza el discurso de la seguridad de cara a las próximas elecciones, ¿ve un riesgo similar a esos países?
He venido escuchando sobre las preocupaciones de seguridad. Me impresiona que aquí en Chile, por todos los antecedentes de la transición y democratización del país, hay un entendimiento de los derechos. La cuestión es si la inseguridad llega a tal nivel y la gente comience a desesperarse a tal punto donde llegue a intercambiar sus derechos por mayor seguridad, y ahí sí estamos en problema.
— ¿Cómo observa la situación en Venezuela?
Es grave. Si una quinta parte de la población ya había salido del país, ahora con todo el drama de las últimas elecciones, donde Nicolás Maduro se declara ganador sin tener confirmación y según el conteo de la oposición, sale vencedor Edmundo González... con eso podrán emigrar más personas desde ese país. Maduro salió del sistema interamericano de justicia, porque no quería someterse al sistema internacional de derechos humanos, y la OEA puede hacer la sanción que quiera, pero Maduro no va a hacer caso. Creo que tenemos mucha deficiencias como comunidad internacional ante gobiernos autoritarios que están cometiendo abusos de este tipo.
— Da la impresión que la comunidad internacional no ha sido tan fuerte o tajante, o que los esfuerzos y pronunciamientos respecto al comportamiento de Maduro post elecciones, no han sido suficientes...
Me parece que después de la Guerra Fría, desde Estados Unidos y Europa está todo este discurso de la democracia como la única opción para los países que quieren desarrollarse y vivir de modo pacífico, y uno podría decir que hay políticas exteriores de esos gobiernos que buscan promover esa democracia. Pero hoy día, con el creciente poder de Rusia y sobre todo, China, la preocupación de algunos grandes poderes por la democracia y los derechos humanos, ha pasado a segundo y tercer plano.
Creo que la pelea entre las superpotencias por controlar, por un lado, espacios geográficos y por otro, cómo la gente piensa, es más importante para ellos, porque de eso dependen los recursos. Tal vez siempre fue así, pero creo que hoy es más abierta la lucha por los recursos.
— El Presidente Gabriel Boric fijó postura sobre Venezuela al no reconocer los resultados de las elecciones sin que se revelaran las actas, y hace poco tildó de "dictadura" el régimen de Maduro. ¿Qué tan complicado resulta que dentro del Gobierno el Partido Comunista avale o no condene el régimen?
Es algo que me llama la atención. Porque si uno mira las cosas desde una ideología, es fácil justificar ciertas cosas, pero si uno mira las cosas desde una perspectiva de los derechos humanos, pero qué duda cabe que en Venezuela se están violando los derechos humanos sistemáticamente. La Corte Penal Internacional no sólo ha abierto una investigación contra Maduro y su gobierno, sino que tienen una oficina en Venezuela, con una investigación muy seria respecto a la violación de los derechos humanos. Entonces, justificar un régimen por temas de ideología y obviar lo que está delante de uno, es realmente preocupante. En la región también ocurre que hay sectores de izquierda que no quieren reconocer que no sólo se violan los derechos humanos y que Maduro es un dictador, eso es muy grave.
— ¿Qué señal se desprende ahora, con el exilio de Edmundo González a España?
Es terrible. Mi impresión es que si él no ha sentido la seguridad para pelear su posición y su victoria, eso es grave. Y es interesante, porque la oposición en Venezuela, que ha sido muy fragmentada, logró generar un consenso para enfrentar esas elecciones, y se abría la esperanza que esa "nueva oposición" pudieran generar las condiciones para una transición. Con su salida, esa oposición queda sin líderes o puede volver a fragmentar, y eso sólo favorece al terror.