El 19 de diciembre de 1972 regresó a la Tierra la última misión tripulada que ha llegado con éxito a la superficie de la Luna, se trata de Apolo 17, el viaje final del programa que diseñó la NASA para cumplir con este objetivo de la Carrera Espacial. Ahora, 47 años después, el gobierno de Estados Unidos ha puesto fecha para la próxima nave que se posará en la superficie del satélite natural de nuestro planeta.
De acuerdo al plan presentado por el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y acelerado por el vicepresidente Mike Pence, será 2024 cuando el próximo programa de la agencia espacial logre posicionar una tripulación en la Luna, esta vez con participación mixta. Una fecha que el administrador del organismo, Jim Bridenstine, ha defendido frente al Congreso en reiteradas oportunidades.
En la década de 1960, la NASA nombró su programa con el nombre de Apolo en honor al dios griego y una de las figuras más veneradas en la época. Ahora, las nuevas misiones llevarán el nombre de su hermana melliza, Artemis.
Una de las mayores diferencias que tendrán estas misiones con Apolo es que esta vez la NASA busca quedarse en la Luna y, desde ahí, continuar viajes espaciales a otros lugares como Marte; además de establecer una base que permita realizar investigaciones en el espacio una vez que la Estación Espacial Internacional (EEI) deje de operar.
El cambio de nombre va de la mano con la inclusión de astronautas mujeres en los viajes y, aunque no se han designado los nombres que llegarán a la Luna, Bridenstine aseguró que las tripulaciones serán mixtas.
No es tan fácil volver a la Luna
Entre los problemas que enfrenta la NASA para concretar este nuevo paso en los viajes espaciales es precisamente el vehículo que transportará a los astronautas hasta el satélite natural. Durante años, la agencia ha trabajado en el desarrollo de un cohete llamado Space Launch System (SLS), mucho más grande que el Saturno V que se utilizó para el programa Apolo en los años 60, pero que hoy, a cinco años del viaje estrella, aún no está terminado.
Sólo esta semana la agencia espacial aseguró ante el Senado de Estados Unidos que Artemis 1 volará en 2021, Artemis 2 el 2022 o en el primer semestre de 2023 y luego Artemis 4 llevará una tripulación de astronautas hasta la Luna en 2024. Un cronograma altamente ajustado y que no entrega mucho espacio para posibles errores en su ejecución.
Junto al cohete, la NASA debe construir la cápsula de transporte, es decir, el lugar físico en que viajarán las personas durante estos cerca de dos años en el espacio. Para estas misiones se ha diseñado la cápsula Orion que, desde 2015, no ha hecho importantes avances en su creación.
Uno de los puntos importantes es la gran cantidad de radiación que debe soportar la nave, así como el espacio que necesita dentro de ella.
Además, es necesario crear nuevamente el módulo lunar, la nave que finalmente realizará el alunizaje y que la agencia espacial no construye desde 1970 para las últimas versiones de Apolo. En esta oportunidad, el organismo federal inició un proceso de licitación con empresas privadas para adjudicarse esta parte del proyecto.
A todo lo anterior se suma que la NASA no cuenta con el presupuesto que tenía en los años 60 cuando, en medio de la Guerra Fría, Estados Unidos necesitaba mejorar su imagen frente al mundo y financió con hasta el 4,4% de su producto interno bruto (PIB) este programa. Actualmente la agencia cuenta con presupuestos cercanos al 0,39% del PIB e incluso con el dinero extra que ha solicitado Trump al Legislativo pareciera ser una misión complicada de concretar.
Un paso para Marte
Durante años el planeta rojo ha sido uno de los objetivos de las agencias espaciales. Diversas sondas han llegado hasta este cuerpo celeste con la intención de encontrar evidencias de vida ancestral o directamente analizar el ambiente para desarrollar la tecnología necesaria que permita a la humanidad transformarse en una especie interplanetaria.
Un objetivo que no sólo convoca a la NASA, sino que otros organismos o incluso empresas privadas han puesto sus ojos en Marte. El problema de llegar hasta allá es, en primer lugar, el viaje. Un recorrido que tardaría cerca de dos años en completar pone a la humanidad nuevamente en el límite de los conocimientos y capacidades que tenemos actualmente.
Es por esto que se ha puesto a la Luna como el paso intermedio entre la Tierra y Marte, tanto en términos de distancia como de desarrollo tecnológico.
Esta semana, en medio de las celebraciones por los 50 años de la Luna, el Presidente Trump le preguntó en reiteradas oportunidades a Bridenstine sobre la posibilidad de llegar directamente a Marte, sólo para encontrarse con la misma respuesta: La NASA no está preparada para un viaje de este nivel.
Y la NASA ni nadie, realmente. SpaceX, la empresa liderada por Elon Musk, ha trabajado durante años en la creación de cohetes y cápsulas para tripulaciones que le permitan formar la primera colonia marciana y aún está en ese trabajo. Los primeros viajes al planeta rojo se pronostican, en los mejores casos, para finales de la próxima década; en los más optimistas, mediados de la década de 2030.
Como Musk se encuentran otros empresarios, como Jeff Bezos, e incluso otras agencias como la europea (ESA) o al rusa (Roscosmos), aunque estas últimas no han concretado realmente sus intenciones de llegar con tripulación propia a Marte.