Cuando el coronavirus comenzó a propagarse por el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) era enfática:
las mascarillas solo debían ser usadas por enfermos y cuidadores, ya que de lo contrario podían dar una falsa sensación de seguridad y como consecuencia las personas se olvidarían de otras medidas de prevención, como el lavado frecuente de manos.
Pese a la recomendación, muchas personas en todo el mundo siguieron usando las mascarillas, sobre todo en los lugares públicos y
hoy, aparte de ser obligatorias por un tema de salud, también
se han convertido en un accesorio de moda e incluso un soporte para expresar una opinión o difundir mensajes.
Tapabocas, nasobucos, bosales, barbijos, mascarillas... su nombre varía según los países, pero lo que sí es transversal es que
estarán con nosotros por un largo tiempo.
"Visualmente es algo impactante", dijo a AP la diseñadora Lauren Fajardo, copropietaria de la firma de modas cubana Dador. "Es también una forma de expresión,
no tengo ni que hablar para que sepas a partir del nasobuco lo que estoy transmitiendo", agregó.
Héroes de la lucha libre en Ciudad de México, sonrisas al estilo "Guasón" en Lima, de camuflaje verde olivo en Caracas, bordados típicos de culturas ancestrales, estampados de dólares en Montevideo,
los motivos de las mascarillas son tan coloridos como originales y variados. Incluso memes que circulan en Internet desde el inicio de la pandemia en China, muestran modelos confeccionadas a partir de botellas plásticas, con agujeros para tomar ron o sostenes femeninos.
Lucas Palacios, ministro de Economía. Crédito: Aton.
Herramienta de salud. moda de tribus urbanas o método para ocultar identidades en protestas
Cuando el brote del virus empezó a crecer, las pocas mascarillas que había disponibles en las farmacias desaparecieron, hubo un pánico que subió sus precios y el personal médico lamentó que ni siquiera ellos, los más expuestos, pudieran tenerlos. Después, el
estallido de ingenio que
transformó sus formas, diseños y materiales se extendió por todo el mundo.
En La Habana, amas de casas con sus máquinas de coser aceptaban retazos de cualquier tela y sentadas en sus portales hacían barbijos gratis para sus vecinos, mientras que en Río de Janeiro escuelas de samba pararon la confección de sus trajes multicolores de carnaval para confeccionar estos cubrebocas.
Las autoridades también los adoptaron: en Guatemala, el Presidente Alejandro Giammattei apareció públicamente con una que tenía el nombre de su país bordado y el gobierno mandó a hacer cuatro millones de estos para entregarlas a la población. Presos en el país centroamericano cosieron unos 10.000 que luego donaron.
Y
en Chile, el ministro de Economía, Lucas Palacios, sorprendió esta semana al llegar a La Moneda con una
mascarillas con el logo de Colo Colo.
Sin embargo
, esta no es la primera vez que las mascarillas se vuelven populares, aunque sí su variedad. En occidente
también se les vio a comienzos del siglo XX durante la pandemia de la gripe española, un antecedente del actual coronavirus en términos de contagio y mortalidad.
Más recientemente, el uso de los barbijos en las calles se adoptó antes de la pandemia.
Jóvenes de tribus urbanas se los ponían sobre todo en los países asiáticos en sintonía con sus héroes de musicales del "K-Pop".
En Corea, China y Japón -previo a la aparición del virus, a finales del año pasado-
podían verse para combatir fenómenos de contaminación atmosférica -como las tormentas de polvo amarillo-
o como parte de una tendencia llamada "Da-teh masuku" o "Just for Show Mask".
En América Latina, en los meses anteriores al estallido de la emergencia sanitaria, los cubrebocas fueron
usados por manifestantes en protestas como las de Ecuador para ocultar sus identidades.
Diputada Camila Rojas. Crédito: El Mercurio.Un negocio y soporte para transmitir ideas
Ahora, su confección también es una opción para que pequeños empresarios ayuden a sus finanzas. En Lima, Perú, el diseñador Jhon Sánchez puso su taller a funcionar para enfrentar la crisis económica y transmitir ideas.
"Todo tipo de producción anterior se congeló", explicó a la AP. Sánchez dirige su pequeño negocio de estampados en serigrafía como tasas. "Quise agregarle un plus, mensajes para que la gente tenga mente positiva", explicó.
Sus máscaras muestran consignas como "Resiste Perú" y otras tienen el logotipo de la policía.
A su vez,
mujeres bolivianas de una asociación feminista de La Paz vieron la
posibilidad de transmitir sus consignas: "Quédate en casa no es igual a quédate callada en casa", rezan sus cubrebocas de color lila y tela lavable.
"Este barbijo se ha vuelto esencial y por eso nosotros queremos llegar con mensajes en contra no sólo de la violencia patriarcal. Llamamos a todas a que se rebelen, que no están solas", agregó Julieta Ojeda, miembro de Mujeres Creando.
En Argentina, diseñadores de alta costura como Benito Fernández, Verónica de la Canal y Marcelo Senra comenzaron a incluir los tapabocas entre sus "outfit" y hasta hicieron una subasta a beneficio de centros de salud.
Además, en ese país
grupos de personas sordas e hipoacúsicas lanzaron una campaña para que el personal esencial en hospitales, tiendas o el transporte use
n máscaras de material transparentes que les permitan leer los labios. El video de una de sus activistas, Mónica Leguizamón, con dificultades para oír, se hizo viral.
Llegaron para quedarse
Muchos piensan que
las mascarillas no desaparecerán pronto.
"Llegó para quedarse, por lo menos una temporada muy larga", dijo a AP el diseñador mexicano, León Campa, quien junto a su esposa Isabel conduce BENIK, un taller de costura en Guanajuato que antes hacía souvenirs con motivos mexicanos para el turismo y hoy confeccionan unos 500 barbijos diarios con similares estampados. "Va a tener un desarrollo natural", añadió.
"El calzado, por ejemplo, sería como una buena manera de representarlo. Se puede estar sin él pero hay una ventaja de cierto tipo al usarlo y ha tenido una evolución impresionante no solo en tamaño, estilos, colores sino materiales", consideró Campa.
En Chile la realidad parece darle la razón al mexicano: la semana pasada,
cuando se reabrió el primer centro comercial en Santiago, junto con los pantalones y las blusas de media estación, las carteras y bisutería,
las vitrinas lucían maniquíes con tapabocas estampados en combinación con la ropa.