Cixi, a quien Anchee Min prefiere llamar Tzu-Hsi. La concubina que llegó al máximo puesto de autoridad en China y que inspira la novela de la autora oriental.
ArchivoSANTIAGO.- Cerca de 2.000 años duró la era imperial china, que vio pasar a decenas de dinastías de emperadores por el más elevado puesto de poder. Su fin recién llegaría a principios del siglo XX, y en su epílogo figuró un nombre de mujer: Orquídea, también llamada Cixi, Yehonala o Tzu-Hsi.
Una mujer que llegó a la dinastía Qing, la última en el poder, como concubina del emperador Xianfeng, pero que por las vías tradicionales y otras impuestas por ella misma fue escalando posiciones en la escala de autoridad, en desmedro de la esposa del fallecido emperador, del hijo de éste y hasta de su sobrino, a quien nombró en el cargo saltándose toda norma de sucesión, antes de derrocarlo.
La figura de la emperatriz inspiró a la escritora china Anchee Min para dar cuerpo a uno de sus primeros superventas, y que la ubicaría en el mapa de la más divulgada literatura mundial: "La ciudad prohibida".
En el libro, editado en 2004, Min se adentraba en la primera etapa de la vida de Tzu-Hsi, considerando su origen en una familia azotada por la pobreza, su llegada a los círculos de poder y su relación con el emperador Hsien Feng, entre cuya amplia lista de concubinas intenta sobresalir.
La obra le permitió llegar a lugares de avanzada en las listas de los más vendidos, gracias a una historia novelada con elementos seductores para el lector medio de occidente, cuando mira a culturas al otro lado del globo. Entre ellos, los enfoques sobre lo femenino, el rol de la mujer, la vida conyugal, las libertades individuales y los sistemas de poder, por nombrar algunos de notable diferencia con los patrones occidentales.
Pero la vida de Cixi ofrecía más cuerda para estirar, y es lo que Min hizo con "La última emperatriz", libro recién editado en Chile por Grijalbo ($12.000 promedio), y que sigue con la historia de la emperatriz.
Esta vez, la escritora toma a la mujer ya instalada en el poder, y se introduce en su atmósfera para intentar un relato en primera persona (la propia Orquídea) en el que las intrigas palaciegas reciben mayores condimentos de política y poder.
Se trata de una época convulsionada, con invasiones de potencias occidentales y rebeliones internas a las que la soberana deberá hacer frente, parte del ocaso del imperio, pronto a anotar su punto final en la línea del tiempo de China. Claro que los otros elementos no pudieron dejarse de lado: el amor prohibido hacia un general de ejército igualmente fue recogido por Min para relatar la historia de Tzu-Hsi.
Una fórmula que, en sus seguidores, no falla, y a la que Anchee Min, con otros personajes y más temprano que tarde, seguro volverá a echar mano.