NUEVA YORK.- "Hay algo muy triste en ello". Así describió el autor de culto estadounidense David Foster Walace en una ocasión la vida en Estados Unidos en el cambio de siglo. "Es más bien como una tristeza en el estómago".
Escribir debía servirle para superar esa sensación de perdición. Pero la semana pasada abandonó la lucha. Wallace se ahorcó a los 46 años en su casa en Claremont, California. Su esposa Karen Green lo encontró muerto cuando regresó a casa.
El ambiente literario estadounidense reaccionó hoy con tristeza y consternación a la noticia. "Era enormemente talentoso, nuestro escritor retóricamente más afilado", dijo en una entrevista su amigo Jonathan Franzen, autor de la exitosa novela "The Corrections". Tras una pausa, añadió: "Era la persona más amable que conocí jamás. Y también la más torturada".
Richard Powers, ganador del National Book Award en 2006 por su novela "The Echo Maker", dijo: "Era el mejor de nuestra generación y su muerte es una pérdida indescriptible".
Con su humor negro, su fantasía desbordante y su lenguaje claro como el agua, Wallace realmente era considerado uno de los escritores más importantes de Estados Unidos en la actualidad. Los críticos solían compararlo a Thomas Pynchon y Don DeLillo.
"David Foster Wallace puede hacer prácticamente de todo", escribió Michiko Kakutani en el "New York Times" en una ocasión. "Puede ser triste, gracioso, tonto, conmovedor y absurdo. Todo con la misma facilidad. Incluso puede hacer todo al mismo tiempo".
La obra más famosa del escritor, "Infinite Jest" (1996), es exactamente en ese sentido un paseo vertiginoso por las singularidades de la sociedad estadounidense, enamorada de sí misma y obsesionada con los medios.
La desbordante novela, de más de mil páginas, está ambientada en un centro de rehabilitación para adictos a las drogas y un club de tenis elitista. Wallace recibió por ello la llamada mención de "genio", una distinción de la prestigiosa Fundación MacArthur.
La revista "Time" colocó el libro en la lista de las cien mejores novelas en lengua inglesa desde 1923, por sus "diálogos dolorosamente graciosos" y "la fantasía casi infinitamente rica".
En sus obras trató una y otra vez temas como la adicción, la depresión y el suicidio. El título de uno de sus relatos sobre un crucero de lujo de siete días por el Caribe cobra ahora retroactivamente un nuevo sentido: "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer".
El domingo el padre del escritor, James Donald Wallce, dijo al "New York Times" que su hijo padecía de fuertes depresiones desde hace meses. Durante 20 años, sólo pudo combatir la depresión con medicamentos. Debido a los efectos secundarios, el año pasado suspendió el tratamiento durante un tiempo y buscó ayuda en otras terapias. "Probó de todo. Simplemente no pudo resitirlo más".