MIGRACIONES EN AMÉRICA LATINA - URUGUAY
Se habló mucho de ese “mito” un quinquenio atrás. Eran tiempos en los que profesionales, técnicos y estudiantes decidieron hacer las valijas para poder obtener un empleo y se decía que en España ganaban más aunque fuera de lavaplatos. Mientras los bancos cerraban con el dinero de los ahorristas dentro, las empresas enviaban empleados a seguro de paro o los despedía.
Adrián Gretter trabajaba en la empresa de electrodomésticos James y fue uno de los tantos enviados a seguro de desempleo. Sus padres habían cerrado una librería y dejado un taxímetro porque se transformaron en negocios inviables. Se fueron a Barcelona y seis meses después viajó Adrián. A Ernesto Gretter, el padre de Adrián, le costó mucho alquilar un piso —como se dice en España— y conseguir un empleo en la construcción, pero lo logró finalmente. Cuando viajó Adrián, ya tenía dónde dormir. Poco tiempo después estaba pintando y arreglando casas para un catalán. Ganaba 42 euros por día, algo que en Uruguay ganaría tras una semana de trabajo.
Verónica Rodríguez, la novia de Adrián, quedó desempleada cuando cerró la sucursal de Mc Donalds donde trabajaba en Montevideo. Entonces decidió acompañar a su pareja, tres meses después. Estando allá, de tanto ir a un locutorio a conectarse para hablar con sus padres en Uruguay, le ofrecieron un puesto en otro locutorio cercano.
En marzo de 2004 Rodríguez volvió al país pero sólo para terminar sus estudios de magisterio. Ni bien se recibió la pareja pensó dónde quedarse: en España o en Uruguay. Gretter no tenía opciones laborales en su país que lo sedujeran tanto como las del país europeo, y se quedó. “Él volvió en 2005 a Uruguay, de paseo, y de casualidad pudo volver a entrar a España, porque no tenía papeles. En enero de 2006 le dieron la residencia, y ahora espera la nacionalidad (española)”, cuenta Rodríguez, desde Sant Feliú, un pueblito cercano a Barcelona.