MIGRACIONES EN AMÉRICA LATINA - URUGUAY
Los uruguayos siguen emigrando, pero otros apuestan por volver
Los que se van, los que vuelven.
César Bianchi
GDA/El País/Uruguay
Natalia Vigneri y Eduardo Collins limpiaban dormitorios, atendían huéspedes y oficiaban de mozos en el hotel Conrad de Punta del Este a comienzos de 2002. Cada uno ganaba unos 6.000 pesos uruguayos, unos 285 dólares. El fatídico año de la crisis bancaria que desplomó al Uruguay los dejó pensando. No pasaban hambre y tenían empleo, pero quisieron aprovechar el empuje de la ola migratoria e ir a probar suerte a Europa.
La pareja se casó y en abril de 2002, cuando los noticieros no paraban de hablar de una de las crisis económico-financieras más importantes en la historia del país, ellos volaron a Tenerife, a la casa de unos amigos.
Fueron dos de las casi 29.000 personas que ese año se fueron con o sin papeles al Aeropuerto Internacional de Carrasco para emigrar.
El matrimonio se fue con la ciudadanía italiana de ella y la esperanza de documentación de residencia para él. Vigneri consiguió empleo en un restorán a la semana siguiente de estar en la isla española, pero su marido recién obtuvo un empleo seis meses después, cuando le dieron el permiso de residencia.
Este año regresaron al país. Se compraron un rancho en Punta del Diablo, un balneario de moda en el oceánico departamento de Rocha, que piensan tenerlo para alquiler y descanso, mientras estudian ofertas para comprarse una casa de residencia en el barrio de clase media Capurro, el mejor lugar del mundo para vivir según el escritor Mario Benedetti.