Pero el inglés viviría una de las etapas más difíciles de su carrera, poco tiempo después. En el Mundial de Fútbol de Francia, en 1998, Gran Bretaña competía contra uno de sus máximos enemigos en la cancha: Argentina. Esa vez no hubo una “mano de Dios”, sino que una “patada de Beckham” directo al trasandino Diego Simeone. David fue expulsado del partido, dejando a sus compañeros en desventaja numérica. Luego del empate se pasó a penaltis. El resultado: Inglaterra 3, Argentina 4.
La prensa británica se ensañó contra el número 7, pidiendo que David abandonara la selección inglesa. La casa de los padres del mediocampista fue atacada con pintura y lo peor fue cuando el volante comenzó a recibir amenazas de muerte.
Para ese entonces, Victoria Adams ya formaba parte de la vida de Becks. Los novios decidieron escapar de las críticas y se refugiaron en Nueva York. Es ahí donde fue concebido el primer hijo de la pareja, Brooklyn, tal como lo ha dicho la Spice.
Una vez que Brooklyn nació, el odio fanático de aquellos que no olvidaron el error del futbolista, hizo que David siguiera recibiendo mensajes violentos, como fotografías donde su pequeño hijo aparecía ensangrentado. Se llegó a hablar incluso de un posible secuestro del menor.
Pero con su empuje deportivo logró lavar su imagen. Sobre todo, después del Mundial de Corea y Japón, donde –siendo capitán- colaboró en la revancha y victoria de Inglaterra frente a Argentina.
Tampoco se puede desmerecer la labor de Victoria, que, como lo ha comentado el técnico del Manchester, sir Alex Ferguson, cambió totalmente la manera de vivir del Spice boy, que cada vez se fue viendo más rubio y con ropa más exclusiva, convirtiéndose en el ícono de la metrosexualidad.
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