Hay un amplio rechazo a la gestión municipal a lo largo de casi todo el país, que necesariamente se evidenciará en los próximos eventos electorales.
Roberto Méndez
Director de Adimark
Paradójica es la imagen que emerge de esta visión de cómo somos, o más bien, cómo creemos que somos los chilenos. Una encuesta es, a fin de cuentas, un diálogo, una suerte de conversación con la gente común de nuestro pueblo; y como toda conversación, puede ser banal o puede ser profunda y enriquecedora. Depende de los contenidos, de en qué medida los que hablan abren en el diálogo su alma, sus temores y sus anhelos. En las próximas semanas conoceremos en detalle los resultados, pero vaya aquí una primera visión de lo que encontramos en esta tercera versión de la Encuesta Bicentenario desarrollada por la Universidad Católica y Adimark en conjunto con "El Mercurio" y Canal 13.
Lo que aparece en esta conversación es un Chile algo ingenuo y, hay que decirlo, bastante patético. Por razones difíciles de explicar, hemos desarrollado un complejo de superioridad, una especie de arribismo nacional que debe parecer insufrible a nuestros vecinos. En la encuesta aparecemos despectivos, sobre todo cuando nos comparamos con nuestros cercanos en América Latina. Parecemos un país incómodo en nuestro vecindario, como dispuestos a mudarnos, si pudiéramos, a otro más acorde con nuestra estirada realidad. Nos sentimos "muy diferentes", pertenecientes a una cultura distinta, y estratégicamente preferiríamos asociarnos a los países desarrollados más que a esta despreciada América Latina en que nos tocó nacer. Qué horror! No nos hablen del sueño de Bolívar, ni de la integración latinoamericana, ni de Unasur, mucho menos del Mercosur. No, señor, a no confundir, los chilenos somos otra cosa.
Pero no sólo nos sentimos incómodos con nuestros vecinos; tampoco nos acomoda nuestro aspecto físico. Nos sentimos demasiado pequeños de estatura, nuestra piel es demasiado oscura, tenemos sobrepeso, nuestra dentadura no es lo suficientemente blanca y pareja. Y aunque no estamos dispuestos a reconocer que exista en Chile discriminación por la apariencia, admitimos que el éxito laboral y personal se asocia en nuestra realidad a la "buena presencia". Pareciera que nos comparamos con algún lejano patrón étnico, respecto del cual, claro, no somos favorecidos. El resultado es triste: una proporción asombrosa de los chilenos, especialmente de las chilenas, dice estar dispuesta a someterse a una cirugía estética, muchos ya lo han hecho, y el resto lo ha pospuesto simplemente por razones económicas. El municipio en tensión Los municipios son fuente de contradicción. Ellos se han transformado en la institución pública que más confianza y expectativas despierta a la hora de solucionar los problemas que nos afectan, incluso por sobre el Gobierno y el Congreso. Podría ser una buena noticia por estos días en que elegiremos alcaldes y concejales. Pero el problema es complejo: la población parece estar exigiendo a las municipalidades mucho más de lo que pueden responder. Hoy los municipios son evaluados por problemas como la delincuencia, la calidad de la educación, la salud, la promoción del empleo o el acceso a la locomoción colectiva. Y lo sabemos, los municipios no cuentan con las atribuciones o los recursos adecuados para atacar estos problemas. El resultado, un amplio rechazo a la gestión municipal a lo largo de casi todo el país, que necesariamente se evidenciará en los próximos eventos electorales.
Por último, en esta lista de contradicciones aparece una paradoja sorprendente: una entusiasta aceptación de algunos elementos de la modernidad, como es una libertad sexual con muy pocas limitaciones, especialmente entre los jóvenes, más un debilitamiento de la familia tradicional y del matrimonio como forma de vivir la relación de pareja e incluso la procreación de los hijos. Pero unido a esto, se mantiene una importante tradición religiosa, especialmente la devoción mariana: una proporción muy mayoritaria de los chilenos, por ejemplo, acude a los santuarios marianos, hace mandas y cree firmemente que la Virgen del Carmen protege especialmente a los chilenos. Es decir, en materias valóricas los chilenos del Bicentenario hacemos bien aquello de "a Dios rezando y con el mazo dando".
Éstas son algunas de las paradojas que aparecen en esta encuesta, que nos desnuda en forma un tanto dolorosa, y que debiera darnos elementos para reflexionar sobre nuestra identidad, ahora que nos aproximamos a celebrar 200 años de vida como país independiente.
Una encuesta es, a fin de cuentas, un diálogo, una suerte de conversación con la gente común de nuestro pueblo; y como toda conversación, puede ser banal o puede ser profunda y enriquecedora. Depende de los contenidos, de en qué medida los que hablan abren en el diálogo su alma, sus temores y sus anhelos.
Roberto Méndez, Director de Adimark