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La historia de Mary Valencia, la colombiana que llegó a Chile a los 11 años junto a su mamá y hoy es seleccionada de la "Roja"

Destaca como una delantera potente y con gol. Empezó a jugar al fútbol para no sentirse sola.

11 de Diciembre de 2021 | 11:00 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Mary Valencia en el amistoso contra Huachipato.

La Roja
Fue un partido de preparación, de esos que se olvidan rápido y que no ocupan mucho espacio en los medios. Pero no para Mary Valencia. Se puso la camiseta de la "Roja" Sub 20 y convirtió un doblete frente al primer equipo de Huachipato. Un capítulo especial en la bitácora de su viaje.

Mary nació en Colombia hace 18 años. Pasó su niñez en el corregimiento de Zaragoza del Valle del Caucas. Era una vida sencilla. Cuenta que en su casa no había televisión y, sin otra cosa que hacer, recorría las calles y las canchas del pueblo detrás de una pelota. Jugaba con sus amigos, a sus amigas no les llamaba la atención.


Mary es alegre, de risa fácil. Lleva el pelo trenzado y tiene una sonrisa con dientes como perlas. Le gusta subir videos bailando a su cuenta de Instagram y suele hablar de "disfrutar el proceso".

"Nunca pensé que me iría tan bien en un país extraño. Yo llamaría a Chile mi país de las oportunidades. Aquí pude terminar el colegio, pude hacer deporte y ahora me está yendo bien. Es maravilloso. En Colombia no hubiese tenido estas oportunidades. Hemos surgido como familia", le comenta a Emol. Pero el camino no fue fácil.

Ana Valencia es la madre de Mary. Quedó embarazada siendo muy joven. No pudo seguir estudiando por falta de recursos y puso un pequeño negocio en su casa para trabajar. Su vida giraba en torno a su hija, el padre de Mary nunca estuvo presente y ni siquiera le dio el apellido.

A Ana, que perdió a su papá a los ochos años, permanentemente le rondaba una idea en la cabeza: ir a otro país a buscar mejores oportunidades. Debía luchar por su hija, su madre y sus hermanas En 2011, decidió venirse sola a Chile. Se instaló en Viña del Mar. Primero encontró trabajo en una fiambrería por 12 horas diarias y luego en un negocio de tragamonedas. Pasó tres años sola, sin ver a su hija. Chile no era lo que pensaba. La plata que ganaba era poca y casi todo el dinero se lo mandaba a su familia. Cuando volvió a su país por primera vez, no tenía pensado traerse a Mary.


"Todavía lloro lágrimas. Imagínese después de tres años llegar yo a Colombia, ella estaba muy entusiasmada, me decía 'mamá me va a llevar, me va a llevar'. Yo no iba a traerla, el tema era ir a visitar a mi familia. Cuando la vi tan entusiasmada, dije: 'este es el momento'. La traje y fue increíble, porque ella se acordaba del primer día que yo me alejé, todas las cosas que le habían pasado, los momentos que ella se sentía triste, momentos que me echaba de menos. La Mary me hizo llorar mucho cuando llegó a Chile. El día de las madres, cuando hacían las actividades, me escribió una carta y en esa carta me contaba todo lo que ella había pasado. Hasta el día de hoy me duele y dije: nunca más me vuelvo a separar de mi hija", expresa Ana.

Mary tenía once años al arribar a Chile. Recuerda que sufrió con el frío y que pasaba enferma debido al cambio de clima. Al principio, estaba todo el día pegada a su mamá. Ese contacto cotidiano era la forma de recuperar el tiempo perdido. Pero con el correr de las semanas sintió la lejanía de los amigos y la familia que quedó en Colombia.

Por la fecha en que llegó, tuvo que esperar para entrar al colegio. Le costó adaptarse. Era reservada y callada, trataba de pasar desapercibida, pero llamaba la atención. "En el colegio era la única morena, era extraño para los demás y me molestaban a veces", dice brevemente.

Su mamá la iba a dejar en las mañanas al colegio y luego se iba a trabajar. Al terminar las clases, Mary volvía a la casa. Estaba sola. Su mamá le repetía que no hablara con nadie en el camino. Ana trabajaba todo el día y por las noches estudiaba. Se sentía culpable por no pasar más tiempo con su hija. Por teléfono le daba instrucciones: "Cierre la puerta", "Hagas las tareas", "Coma". Cuando Ana volvía, Mary ya estaba dormida. Volvían a verse a la mañana siguiente.

Un día, Ana se preocupó. Mary no respondía el teléfono. Pidió permiso en el trabajo y fue a ver qué pasaba. Su hija estaba jugando fútbol y se había olvidado de la hora.


"Para no sentirse sola, Mary se iba a la cancha", apunta Ana.

Mary se prendió con el fútbol. Primero en el taller del colegio, luego en el club del barrio y de ahí pasó a Santiago Wanderers. Rápidamente destacó como una delantera hábil y potente. La señalaron como "proyecto a seguir".

"El fútbol significó mucho, significó compañía. Para no sentirme sola y sin otra persona con quien jugar, mi salida era el balón, me distraía. Cuando me sentía sola, con solo patear un balón me sentía bien, esa sensación de liberación del cuerpo o de dejar de pensar en tan solo un minuto", manifiesta.

A los 15 años la comenzaron a llamar a selecciones juveniles para entrenar, pese a que no tenía la nacionalidad.

"Para no sentirse sola, se iba a la cancha"

Ana, mamá de Mary
Mientras recibía elogios, a Mary le surgió la duda. Su familia le preguntaba qué pasaba si Colombia la convocaba, qué iba a decidir. Su madre la sentó y le dijo que se aferrara a lo concreto, que recordara el camino recorrido. Le recalcó que nunca hubo llamado de la Federación de Colombia, era solo una ilusión y que tenía una oportunidad con Chile.

Mary ya no tiene dudas. Espera que pronto le den la nacionalidad. Se fue de Wanderers y busca club. Dice que en el cuadro porteño apenas les daban ropa para entrenar y que aspirar a un contrato era una quimera. Acaba de terminar el colegio la semana pasada y quiere seguir jugando fútbol.

Ana no encontró trabajo en lo que estudió y hoy es secretaria en un centro médico. Observa a Mary con una mezcla de orgullo y preocupación mientras la escucha hablar de sus sueños. A Ana la inquieta la precariedad del fútbol femenino y el futuro de su hija. Mary se ríe al escuchar las aprensiones de su mamá, pero en su interior esconde una promesa.

"Todo el sacrificio de ella por mí lo valoró mucho. Lo de trabajar y estudiar al mismo tiempo pues le tengo mucha admiración, es mi ejemplo a seguir, porque a pesar de todo salió adelante como una guerrera, que no importa que tan mal esté siempre me mostraba una sonrisa, decía que todo iba estar bien. Me prometí ponerme metas a corto y largo plazo, de que sería alguien para darle y brindarle así sea la mitad de lo que ella a mí me dio y me da hasta ahora", declara Mary.

La joven futbolista ya no pasa tanto tiempo en Viña, viaja constantemente a Santiago a entrenar con la selección. Todos los días, y más de una vez, su mamá la llama por teléfono para saber cómo está.
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