Sus primeros trabajos de performances de sonido se remontan a 1961. Desde entonces comenzó su trabajo de investigación en las puestas en escena y el arte de acción. También de esta década datan sus primeras incursiones en el libro como soporte artístico, así como el uso de los espacios publicitarios de una revista de arte como espacio artístico.

Todo este bagaje le dio las armas para permanecer más que inamovible y con cara de fastidio el día que un artista pop inglés entró a su exhibición de arte en la Galería Indica de Londres, a donde había sido invitada expresamente a inaugurar el 9 de noviembre de 1966.

John Lennon, con la prepotencia de saberse un Beatle, hizo una solicitud a la cual Yoko se negó ya que la exhibición aún no se encontraba abierta al público. Sin embargo, casi obligada por el dueño de la galería, le permitió al músico cumplir su deseo si le pagaba cinco chelines.

Ese fue el detonante de un amor que hizo historia. Yoko, siete años mayor que él, por su seguridad en sí misma, por su confianza en los niveles que había alcanzado y por saberse completa, no cedió ni se impresionó ante un John Lennon desconcertado.

Así, ante alguien totalmente independiente y que además contaba con el embrujo de vivir el sexo libremente, John perdió efectivamente la cabeza, la congruencia, y cualquier nexo con su vida previa a ese día.