El reinado de Lucas
Ascanio Cavallo

De entre los jóvenes de su generación ­los llamados movie brats-, George Lucas fue siempre el que expresó menos ambiciones artísticas. Venía de la mecánica de autos y llegó al cine debido a un encuentro accidental con el fotógrafo Haskell Wexler, a comienzos de los 60. En contraste con sus compañeros Martin Scorsese, Brian de Palma, Francis Ford Coppola e incluso Steven Spielberg, sus aspiraciones tenían menos que ver con el arte que con la recuperación de público que se venía perdiendo desde los 50. La generación de los movie brats modificó la configuración de Hollywood en los 70. A diferencia de sus antecesores, habían estudiado cine en las universidades, tenían un agudo dominio de los recursos técnicos e identificaban los nuevos gustos de los norteamericanos. Noel Carroll inventó el concepto de alusionismo ­una mezcla de ilusión y alusión- para explicar por qué los movie brats lograron que el público retornara a las salas. El ejemplo favorito es "American grafitti" (1973), el segundo largometraje de Lucas, que combina un retrato de la juventud de los 60 con 41 clásicos del rock'n'roll, que garantizarían la identificación del público. "American grafitti" costó 750 mil dólares y recaudó más de 50 millones de dólares. Lucas se adelantó a sus compañeros en otros dos rasgos. El primero es el uso y desarrollo de las tecnologías de punta. Desde el debut del sonido Dolby en "La guerra de las galaxias" hasta la digitalización de todos sus efectos en los 90, Lucas ha empujado las nuevas técnicas hasta un punto en que su importancia en la historia de la tecnología es similar a la que tiene en la historia del negocio. Lo segundo es la explotación multidimensional de las películas. "La guerra de las galaxias" mostró que el impacto en las salas podía servir de amplificación para otros productos. Mientras la película logró ingresos de pantalla por unos 500 millones de dólares, a comienzos de los 80 el merchandising asociado a ella producía 1.500 millones de dólares por año. La transformación de la industria bajo estos nuevos cánones se produjo en cinco años, con tres hitos: "El padrino" (1972), de F. F. Coppola, "Tiburón" (1975), de S. Spielberg, y "La guerra de las galaxias". Los destinos de los tres cineastas son paradójicos. Coppola se llevó a sí mismo al cataclismo financiero con "Apocalipsis ahora" (1979); Spielberg creó la primera nueva major de Hollywood en 70 años, Dreamworks; y Lucas no volvió a filmar más que cintas dentro de la saga "La guerra de las galaxias". Hoy, Lucas y Spielberg son los reyes de Hollywood. Su aporte a la industria es inequívoco. En cuanto al cine, el balance es más dudoso. El crítico Robin Wood denomina síndrome Lucas-Spielberg al modelo dominante, que son las películas de niños concebidas y promovidas para adultos, es decir, que construyen al espectador adulto como niño, o, más precisamente, un adulto infantil, un adulto que quiere ser un niño.

 
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