En el último tiempo se ha tejido toda suerte de teoría en torno a los efectos beneficiosos que tendría para la sexualidad de las mujeres las cirugías vaginales, pero lo cierto es que su aplicación científica no dice relación con la imaginería popular.
Lo cierto es que las cirugías vaginales que se practican en Chile y en la mayor parte del mundo, están estrechamente vinculadas a la presencia de una patología en la mujer que requiere ser reparada.
Tal como lo explican los uro-ginecólgos Vicente Solà y Paolo Ricci estos procedimientos –su nombre lo indica- se realizan a través de la vagina y permiten reparar, corregir o incluso extirpar algún órgano de la zona pélvica que comprende la vagina, el útero, la vejiga y/o el ano recto.
Los especialistas señalan que efectivamente, cuando hay un órgano dañado y se presenta algún cuadro como un prolapso genital o incontinencia urinaria, la vida sexual de la mujer se ve afectada ya sea por la presencia de dolor, disconfort (inconformidad) o insatisfacción sexual (no goce).
Las patologías más frecuentes que derivan en cirugías vaginales son los prolapsos que se dan de diferentes tipos, grados y combinaciones. Además, se suman la incontinencia urinaria y las dificultades que se presentan en la evacuación de heces.
“Cualquiera de estas situaciones dicen mucho con la sexualidad de la mujer, porque en el acto sexual se podría dar un escape de orina u otro que afecta su dignidad”, aclaran.
Dentro del listado de causales del prolapso e incontinencia urinaria se encuentra la paridad vaginal difícil, es decir, multiparidad (varios partos), guaguas grandes, forceps y partos prolongados. Todo ello puede producir un daño en el suelo pelviano de la mujer, o sea, en la compleja zona muscular y tendínea, afectando la correcta relación de los órganos pélvicos y la vagina.
Solà y Ricci explican que este tipo de cirugías no tienen carácter estético –como algunos piensan- por cuanto la insatisfacción sexual de una mujer dice relación con un tema de salud.