Pero este desangre está pasando una factura costosa al país. Según Orazio Bellettini, director del Grupo Faro, una ONG dedicada a la generación e implementación de políticas públicas, se trata de gente emprendedora y con un alto nivel de preparación. De allí que, “los impactos son graves, sobre todo porque Ecuador es un país que no se caracteriza por un alto nivel educativo. Apenas el 10% de ecuatorianos tiene un título universitario”. Por eso, Ecuador no puede darse el lujo de exportar profesionales, a diferencia de la India que tiene a su gente en empresas muy importantes o impartiendo clases en universidades.

Bellettini asegura que sin un capital educativo acumulado, dejar escapar lo poco que se tiene, son grandes las implicaciones no solo en el desarrollo productivo y científico, sino también en lo político. “Todos los jóvenes que están emigrando ahora, pudieran convertirse en líderes de causas sociales o públicas desde diferentes frentes”.

El especialista cree que esta fuga intelectual no se frenará, “debido a que el país  no les ofrece las condiciones para una vida digna: educación, salud, ni oportunidades económicas”.

No obstante, Bellettini también descubre aspectos positivos que permitan capitalizar esas salidas. “Sus remesas deberían canalizarse a educación y salud. Por cuenta propia, cada vez más emigrantes se reúnen para enviar remesas (fondos) para sus comunidades y buscan invertir en obras de infraestructura”. En México, por ejemplo, por cada dólar que dona la Asociación de Mexicanos, el Gobierno aporta con tres para la ejecución de las obras.